Gabinete Caligari siempre ha pertenecido a ese selecto grupo de formaciones a las que se las relaciona directamente con La Movida, sea lo que sea que fuese aquello de La Movida, pues uno, que tiene sus años pero que el epicentro de la movida le pilló muy niño, tras tres décadas de descripciones, impresiones de protagonistas y testigos y recuerdos que atesoro, pero que cualquiera se fía de ellos, sobornados como lo habrán sido por la cobarde memoria, ya no tiene demasiado claro que fue realmente aquel mogollón que se montó en Madrid, porque montarse se montó un mogollón (como se decía en la época) de cuidado.
De cualquier manera, equivocado o no, siempre me ha dado la sensación de que estos tres tipos no pegaban con todo aquello ni de lejos, lo digo por aspecto, ropajes, peinados… y también por su música, sonido taurino, urbano, de tasca y porra más que de pub y vaso de tubo, de cazadora vaquera más que de cueros de colores, camisas de lunares y pañuelos al cuello lucían sin ningún pudor en la época de la vanguardia.
Pero sus textos también estaban en otra dimensión, mas mirando a un pasado reciente de soslayo, sin desear continuar pero sin romper del todo, como intentado reivindicar que hay cosas que no deben quedar bajo el rodillo de esa apisonadora ciega que a veces es la modernidad, y más aún una tan vertiginosa como aquella que llegaba rompiendo con todo, guapa y exultante tras lustros de tristeza y luto en mortecino blanco y negro, una mirada al futuro en clave de ruptura con los rosarios y las misas mayores de la antigua proclama social.
Gabinete miraba al futuro teniendo claro cuales eran sus raíces y su sitio, el barrio, la tradición, aquella que existía antes de la llegada del dictador y que parece que tras tantas horas de no-do se había convertido en símbolo del régimen, y en consecuencia, en otro blanco en la diana.
Siempre me dio la sensación de que no terminaban de encajar y ellos lo sabían…y el resto también, y el público más de lo mismo, recuerdo que despertaban recelos sociopolíticos en muchos amigos míos, más por sus textos y sus pintas que por otra cosa. En cambio yo los idolatraba, eran mis favoritos, sus discos eran una especie de dosis anti-movida, un trozo de castizo escupitajo entre los neones y los metacrilatos que dominaban el ambiente.
Tras el éxito de su segundo disco, siempre pensé que ni ellos mismos se creían que un mini-Lp como “Cuatro Ross” liara la que lió, llegaba el momento de saltar al vacío y descubrirse definitivamente, a pecho descubierto, o pensar en lo conseguido y tratar de conservarlo siendo para ello más miméticos con el entorno de Malasaña, la cuestión era continuar y esperar acontecimientos, o edulcorar su mensaje, colorear su sonido, mostrar una actitud más artificial y menos reaccionaria, menos chulesca, menos “aquí estoy yo”.
Eligieron la primera opción, pero tan chulos eran estos tres que incluso se envaran más aún en su idiosincrasia, en su sabiduría callejera de hijos del pueblo, de caballeros de la barriada, de señores sin clavel en la solapa pero con llavero de marinero en la trabilla del pantalón, grabaron: “Al Calor del Amor en un Bar”.
La portada, un dibujo de "El Hortelano", es un puñetazo en la mesa a propósito de las pretensiones que esconde el vinilo, -estamos aquí, en nuestra era y en nuestros orígenes, los conjugamos y nos acomodamos en la intersección creada entre ambos mundos, y nos vamos al bar a celebrarlo, toda la noche, hasta que llegue la mañana y volvamos a la vida bajo el sol de Madrid y sobre el serrín aún limpio de la taberna, ante un café- parece ser su proclama.
Eso es el tema de apertura, el inmortal: “Al Calor del Amor en un Bar”, castizo y goloso como el fruto del barquillero, sin complejos, como el teclado de los gitanos, cercano como la osadía de la juventud, un tema mítico y grandioso del rock español.
Y a partir de aquí un repaso a todo lo que de verdad tiene la gente humilde que quiere dejar de serlo y cree conseguirlo con orgullo y altivez de raza, de raza humana.
Llega una nana como: “A Dormir”, temas de sonoridades cuasi infantiles como “El Juego y el Juguete” de evocador estribillo, vientos y pianolas que crean un corte singular y excelente.
La balada “Rey o Vasallo” está adornada con saxos de tono soulero, y una letra sobre la justicia divina, una historia de destino y derrota. Y finiquito a la cara A con la irresistible acción guitarrera de “El Ultimo Tranvía”, un Rock & Roll que cuenta con todos los tópicos del rock pionero pero que los Gabinete saben hacer diferente, lo convierten en un rock & roll con sabor a carajillo.
Siguen las guitarras en la continuación con “Málditos Refranes”, ahora de esencia mas soul, incluso funky gracias a vientos ácidos y extremos, melodía digerible y bailable, estribillo pegadizo y letra original que evoca el odio (que comparto) hacia los refranes.
Otra balada: "Las Dos Caras del Mar", con vientos que miran al soul y una viscosa melodía interrumpida por unas teclas no muy afortunadas, el tema que menos me gusta desde siempre, pero que da paso a “La Canción del Pollino”, arrebatado canto crítico con la parroquia futbolera a ritmo de marcha, siguen los vientos que protagonizan el disco casi más que ningún otro elemento, estribillo irresistible y temazo en toda regla a pesar del incisivo mensaje.
Lírica y bohemia, de pretencioso título "Por la Paz", de economía en acompañamientos, batería de presente firmeza y coros un tanto exagerados y extraños; y termina el disco con la divertida “Esta Canción no existe” vitamínica y juguetona.
Me encanta este disco, arriesgado y valiente, su lanzamiento era casi temerario, con él tenían los madrileños mucho que perder y no demasiado que ganar…no sé si ganaron, pero perder, no perdieron, además el hecho de aparecer entre “Cuatro Rosas” y “Camino Soria”, las dos masterpieces de la banda ha ensombrecido este excelente disco, que reivindico y siempre reivindicare porque encima tiene una de mis portadas favoritas, ¿Es esto Movida??? No lo se y no importa, pues Gabinete ya son historia, historia eso sí, brillante y legendaria del rock patrio.
Gran entrada Addison, que suscribo 100%. Urrutia y Cía estaban a lo suyo imposible clasificarlos. También tengo este vinilo por aquí, de hecho me lo has pisado jajaja. "Bares, que lugares tan gratos para conversar..." pedazo homenaje a estos locales donde hemos pasado media vida y lo que queda. Buen fin de semana
ResponderEliminarSiempre se les mete en lo de la movida y no digo que no estuvieran por allí pero la sensación de ir por libre es evidente, el disco esta un poco ensombrecido, pero me parece el mas auténtico de toda su discografía, en el que mas son ellos.
EliminarSaludos.
Qué gusto de entrada, de verdad. No es la primera vez que reivindicas a Gabinete, gente de estilo singular que, como bien dices, se intentó encajar por la propia discográfica en toda esa mierda amalgamada con el título de "La movida". Yo los descubrí tarde y aún los miro con cierto recelo (yo era muy heavy). Pero poco a poco, gracias a enamorados como tú les voy dando sus ratos en mis orejas. Un placer leer tus opiniones sobre el rock patrio. Abrazos.
ResponderEliminarMe alegra lo que dices porque es cierto, lo de La movida ha terminado tan manido y utilizado que ha terminado perdiendo lo que de bueno sin duda tubo, enganchate a Gabinete, eran grandes y particulares, fueron muy valientes, no tenía que ser facil facturar música como esta en pleno derroche de neón y ropa colorida pret-a-portet como fue los ochenta madrileños.
EliminarAbrazo.