En las Islas Británicas correteaban de escenario en escenario, con más o menos suerte, bandas como Cerebral Fix, Sabbat, Deathwish, Slammer, Xentrix, Hydra Vein, Acid Reign, Anihilated, Virus o estos que hoy traigo, Onslaught. Todas, más o menos, podían catalogarse dentro del underground metalero, unas más thrashers, otras más punk, otras más heavies. Hacerse un hueco ahí era difícil, con el poderío cada vez más notorio de la escena yanqui (Slayer, Anthrax, Metallica, Testament, Megadeth) y las bandas del continente empujando (Kreator, Sodom). Tras dos discos y muchos cambios (un cantante en cada uno de ellos y también de bajista o guitarristas) los muchachos de Onslaught firmaron un contrato con London Records y se sentían esperanzados: sus nuevos jefes tenían un acuerdo con Universal para la distribución. Pero siempre hay un “pero”. Tanto poder tienes, tanto decides. Y la nueva compañía puso sus condiciones. La primera, cambiar de cantante; adiós Sy Keeler, bienvenido Steve Grimme