Amigos, una cosa está clara: cuando algo se pone de moda, sube su precio. Así pues, estando los vinilos de vuelta al mundo de los tocadiscos tras regresar de su particular Hades del plástico, convendréis conmigo en que se están poniendo por las nubes. Esa es la razón por la que, a la hora de gastarme los dineros, lo hago en escogidísimas obras nuevas y –sobre todo– material de segunda mano. Y es que no me van las reediciones. No me atraen demasiado, es pagar por una copia y en ese aspecto prefiero tener el disco en soporte digital o el original –bien cuidado, eso sí– con su pátina temporal de autenticidad. Sin embargo, alguna reedición ha caído en mis manos por voluntad propia – Faith no more , Slayer – o porque me la han regalado. Es el caso del álbum que hoy me ocupa. Andaba el amigo @RockologiaTwit a finales de noviembre dedicando unas líneas al que también fue mi dealer , @ViniloRockodium –un estupendo tipo que tuve la suerte de conocer en persona–, quien tuvo a bien regalar