¿Qué hacía falta para triunfar en el rock a finales de los ochenta? Exacto: unos chicos guapos con mucha peluquería, un productor de renombre y una compañía poniendo dinero. Aquí tenemos a los melenudos: Dicki Filszer a la batería, Oliver Scholz al bajo, Ricolf Cross a las guitarras y Tom Bellini a la voz. Tres alemanes (de Bonn para más señas) y un cantante yanqui. El productor: Tony Platt, quien había trabajado a la sombra de «Mutt» Lange para AC/DC y Foreigner y se había curtido en singles y discos de Iron Maiden, Saxon, Motorhead o Gary Moore, entre otros. ¿Y la compañía? No podía ser más grande: Atlantic. Además, estos muchachos parieron una joyita de hard rock que puede rivalizar con cualquiera. La voz de Bellini, sin destacar del conglomerado de cantantes de la época, resulta fantástica, muy bien trabajada en el estudio y con unas interpretaciones de altura. Cross juega con el shredding, claro, pero sin abandonar la melodía y dejando unos riff estupendos. La pareja rítmica su