No soy de los que consideran el vinilo el mejor formato para escuchar música rock, pero sí es el que más me gusta. Disfruto cada vez que manoseo la funda y admiro la portada a tamaño real (no miniaturizada o en la pantalla), saco el vinilo, miro la información, pincho y ¡a gozar! de un audio que siempre tiene algo especial. Así que, de vez en cuando, adquiero algún álbum de la era digital cuando el precio y el sonido del grupo invitan a ello. Y es el caso del vinilo de hoy. El Afterglow de Black Country Communion suena añejo, lleno de influencias y guiños a los buenos discos de rock de hace ¿cuarenta? años: Zeppelin, Who, Free... Y aquí está. La edición, de lujo: un buen envoltorio, tanto por la calidad del material como por la portada (cuestión de gustos). La funda interior contiene la información de la banda y una pequeña historia de cómo se perpetró el invento. En cuanto al sonido, no difiere del digital mucho, quizá ese aire extra que tiene el máster del vinilo,