Corría el año 1989, quizá 1990. Yo era una adolescente, y ya llevaba algunos años escuchando a Springsteen . El primer disco que escuché de él (y compré) fue “ Tunnel Of Love ”, el siguiente fue “ Born In The USA ” y la secuencia lógica hubiera sido que me hubiera hecho con “ The River ”, “ o “ Born to Run ”, pero no. Aquella tarde en Madrid Rock, decidí comprar el disco que traigo hoy. Ni siquiera lo había escuchado (ya sabéis, no había YouTube, ni Spotify) y el disco era de hacía algunos años ya, de 1982. Me llamó la atención su portada, su sobriedad, y no sé por qué motivo, por alguna fuerza del espacio exterior, me lo llevé a casa. Lo puse en el tocadiscos y cuando empezó a sonar el primer corte, “ Nebraska ” sentí el escalofrío, sentí que había hecho bien en traérmelo, y me encantó su oscuridad, sus guitarras acústicas y su armónica. En definitiva, me volví fan de “ Nebraska ”, pero cuando me puse a buscar información sobre él vi que mi entusiasmo no era compartido.