Hace ahora algún tiempo, en el transcurso de un paseo con mi esposa, a esta se le ocurrió entrar en una tienda para comprar una equipación deportiva para mi hija. No es cuestión de detallar mis fobias, pero una de ellas es entrar en una tienda de ropa o similar y seguir a mi señora mientras rebusca entre estanterías y aparadores. Vamos, lo mismo que le pasa a ella cuando el que entra en una tienda –en mi caso, de discos– soy yo. Así que, en el marco de una entente cordiale que en estos casos acostumbramos a aplicar y aprovechando que estábamos cerca de la calle Tallers –tradicional zona vinílica de Barcelona–, ella se dirigió al establecimiento de ropa y yo al de discos, dispuesto a rebuscar entre cubetas abarrotadas, en pos de algún vinilo de mi laaaarga lista de pendientes. Sin embargo, a no ser que visite alguna feria, cada vez está más difícil conseguir gangas en las tiendas. Lo actual ya ni lo miro –tiene que ser algo muy especia