Son Seals no es un músico de blues cualquiera. Siempre tuvo algo especial. Algo salvaje, irresoluble en su interior, le llevaba a recorrer caminos diferentes a los de sus iguales, a buscar constantemente el siguiente escalón lleno de inquietud, a correr riesgos constantes. Este fuego convirtió su guitarra en un bastardo cruce crudo entre el blues y el rock y su vida en un tobogán de alegrías y desgracias. Una de sus mujeres le disparó en la cara; la bala quedó para siempre alojada en su mandíbula y a pesar de varias cirugías ni su aspecto ni su voz volvieron a ser lo mismo. Poco después le amputaron una pierna, a consecuencia de la diabetes que padecía. Perdió la mayoría de sus posesiones en un incendio mientras estaba de gira. Le robaron sus guitarras más valiosas y casi todo el equipo antes de una de sus últimas giras. Murió por las secuelas de su diabetes en 2004, con 62 años y catorce hijos en su haber. ¡Más hijos que discos! Once llegó a editar desde este debut de 1973 que compa