El pasado mes de julio estuve por primera vez en el Rockfest Barcelona. De hecho, era la primera vez que regresaba a un concierto desde la gira de David Lee Roth del Skyscraper. Me lo he tomado con calma estos años, en efecto. Pero es que en esta ocasión actuaban Doro, Megadeth, los KISS en su gira de despedida, Phil Campbell con un set enteramente de Motörhead –a última hora los Saxon cayeron del cartel desgraciadamente– y unos pletóricos Judas Priest en el ocaso de su carrera, a los que ya tuve la suerte de ver en su gira del Turbo. Uno de los momentos más emotivos del día fue la esperada aparición del gran Glenn Tipton junto a sus compañeros en el escenario. Precisamente, hace unas semanas cumplió años el mejor guitarrista que han tenido los Priest, con permiso del hiperactivo y más que solvente Richie Faulkner que se lo curra a lo bestia en cada concierto.
Así que hoy, después de haber publicado un lejano mes de octubre de hace ya seis años la reseña del excepcional Screaming for vengeance, dedicaré mi entrada al imprescindible Defenders of the faith, un álbum que en mi modesta opinión forma una dupla indisoluble con el precedente, tanto en su sonido como en la parte estética (las dos portadas son de Doug Johnson, que creó el personaje del leonino Metallian en la misma línea que Hellion, el águila metálica del elepé anterior). Recuerdo que el primer contacto que tuve con el disco fue gracias al clip de Freewheel burning y después llegó el álbum, que en mi caso fue el que me hizo comprar también el Screaming. Por desgracia, la copia que poseo es la edición española de la época, insulsa y sin respeto alguno por la obra original, con la funda de plástico en lugar de la de papel, con letras y fotos. Por otra parte –y eso ya es culpa mía– su contraportada está afeada por el estropicio que causé enganchando un adhesivo del logo del grupo (primera estupidez) y su posterior retirada (segunda estupidez). Vamos, una joya de colección.
El disco lo produjo el habitual Tom Allom en los Ibiza sound studios con la
formación clásica de la banda, Rob Metal God Halford a las voces y agudos,
el gran Glenn Tipton y el últimamente muy cansino K.K. Downing a las
guitarras, el discreto pero imprescindible Ian Hill al bajo y el malogrado
Dave Holland, fallecido en Lugo tras pasar por prisión por el intento de
violación de un joven de 17 años –en la actualidad parece que, como mínimo,
existen dudas sobre la investigación y la manera en que se llevó a cabo el
juicio– y sufrir por parte de la banda un ostracismo salvaje. Recuerdo que
por entonces, en su página web ni se hablaba de él como antiguo miembro y
las fotografías eran cortadas justo por donde él aparecía. Ahora, recién aceptados en el Rock & Roll Hall of Fame, se ha reconocido explícitamente la aportación al grupo de los diez años de Holland.
Total, que el track list que muchos de nosotros escucharíamos miles de veces a partir de su grabación fue:
A
Freewhel burning
Jawbreaker
Rock hard ride free
The sentinel
B
Love bites
Eat me alive
Some heads are gonna roll
Night comes down
Heavy duty/Defenders of the faith
En cuanto a los temas, la verdad es que a estas alturas y de un álbum como
este, todo lo que puede decirse casi que sobra. Pero vamos a intentarlo.
Freewheel burning es rápida, con guitarras afiladas y un Halford más gritón
que de costumbre. También rápida es la estupenda y potente Jawbreaker –otra
de esas canciones que Rob escribió desde un punto de vista totalmente
homoerótico aunque la interpretación de la mayoría fuese heterosexual–, con
fantástico duelo de guitarras de Downing y Tipton. Le sigue la fabulosa Rock
hard ride free en donde todo es magnífico: guitarras, riff, estribillo,
solo... en resumen, temazo. Y qué decir de The sentinel, otro tema perfecto
con batalla épica de solos.
La cara B viene fuerte en cuanto a letras bastante explícitas con Love
bites o Eat me alive –¿hace falta explicar algo?– que preceden a la estupenda
Some heads are gonna roll, una impresionante canción compuesta por Bob
Halligan Jr que en este disco y el Screaming for vengeance colocó dos
temazos como este y (Take these) Chains, los dos lanzados como singles de
sus respectivos álbumes. Night comes down es un tema con una gran carga de
sentimiento y emoción, más aún cuando años después nos enteramos de que era
un grito desgarrado de Halford ante la soledad y la angustia que su
homosexualidad escondida le provocaba. Y el disco finaliza con dos temas que
en realidad son uno, Heavy duty con su simpleza y ese riff repetitivo y
machacón que se alarga en esa coda en la que Halford canta we are defenders
of the faith, la fe del metal. Y es que, ya sabéis, sólo aquellos que
mantengan la fe escaparán a la ira del Metallian.
En resumen, producción aplastante, temas imperecederos, maestría
interpretativa... un disco imprescindible de todas todas. No es
discutible.
Bonus: Os traigo también el tema Fight for your life, una demo de las
sesiones del Screaming for vengeance que acabó convirtiéndose en Rock hard
ride free. No está mal, pero por suerte la redondearon con unos arreglos y
un solo muchísimo mejores. Una vez más, bendita internet.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Las ediciones españolas en muchas ocasiones eran "una joya de colección" tras otra independientemente de lo que hiciéramos con ellas. Yo he traído alguna curiosa que, al final, dan valor a la colección de uno por la curiosidad y la risa floja que dan. Una pena. Eso sí, en cualquier formato hay que tener esta obra de arte musical, icono del mejor heavy de cualquier época. También quería aportar mi granito sobre Holland. A veces es difícil separar la parte artística y la personal de los componentes de una banda, especialmente cuando acaban en prisión por diferentes razones. Yo (aún) creo en la reinserción de las personas y en su capacidad de arrepentimiento y mejora a lo largo de los años: yo mismo no soy el mismo que era hace dos décadas y en aquellos años hice cosas que hoy (casi) desprecio. Pocas, ojo. No voy a ser yo quien defienda lo que hizo Holland, claro, pero a veces las personas merecen una posibilidad de enmienda. Desconozco si es su caso concreto. Todo este rollo va en que es imposible no escuchar este disco sin la batería de Holland. No hay más que aportar por mi parte. Un abrazo.
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente.Yo aún diría más, con independencia de la reinserción o la evolución personal. ¿A la hora de escuchar el disco, como al valorar cualquier obra de arte, estamos ante la persona o el artista? Sin llegar a la acusación a Holland, anda que no nos gustan canciones de músicos gilipollas e impresentables. Es decir, nos gusta el disco, nos gusta su sonido, la batería de Holland es inseparable de la obra en su conjunto. Pues ya está. Su valía como ser humano no forma parte de eso. Es como el tema de Weinstein. Es un cerdo, pero eso no resta mérito a la importancia de MIRAMAX en la historia del cine. Que una cosa es una cosa y la otra la otra.
EliminarDe acuerdo con vuestra conversación: separar al artista de la persona. Aunque también es cierto que es más difícil hacer esa separación si primero tienes conocimiento de los desmanes del susodicho antes que su obra. Es decir, su has disfrutado de su arte y luego te enteras de conductas reprobables es más fácil que te siga gustando su obra que al revés.
ResponderEliminarEn fin, en cuanto al disco. Aunque soy un blando, los Judas, sin ser yo un fan, siempre son disfrutables y escuchables. Yo les conocí más con el Turbo, pero sus años ochenta son cojonudos. Así que, me pongo otra vez el disco mientras termino la paella.
De acuerdo con tu matización.
EliminarPues poco más que añadir. No sabría elegir entre Screaming for vengeance y teste Defenders of the faith, como dicen en mi pueblo "en quién me cago primero...", dos trabajos fundamentales en el heavy metal. Saludos. P
ResponderEliminarPara mi son una pareja indisoluble, como Out of the cellar/Invasion of your privacy y tantos otros. Saludos.
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