Los que habitualmente seguís este blog conocéis mi (cierto) eclectismo musical. Disfruto alternando vinilos de distintos estilos, por salud mental y por dar variedad a los contenidos de por aquí. Sin embargo, nada hay que me haga gozar más que un buen disco de hard rock. Y hoy, después de un par de meses, tocaba rescatar una de esas joyas olvidadas en el Universo, un disco que nunca suena en Rock FM ni aparece en ningún "Best of...". De esos tengo muchos en mi colección. Al fin y al cabo, soy un tipo de gustos refinados. Sí, es verdad, me encanta la basura. Pero eso no viene a cuento.
He decidido compartir hoy con vosotro/as el segundo largo de House of Lords. Del primero, ya se dio buena cuenta por aquí y os recomiendo este especial (de 3 horas) que dedicamos en El Fantasma de la Ópera Radio y que podéis escuchar en este enlace con un par de cervezas fresquitas.
La conclusión de ambas fuentes es similar: el debut de House of Lords fue una puta obra maestra del género, un imprescindible con buen gusto. Pero no vendió bien. Quizá la promoción, la ausencia de un gran single, la saturación del mercado, vaya usted a saber. Con la necesidad de grabar una continuación la banda se reúne tras las Navidades del 89 para componer. Sin embargo, habrá sorpresas. Lanny Cordola (guitarrista) decide dejar la banda por diferencias personales y musicales. Trabajó en el disco Doro (1990) de Doro Pesch, grabó una curiosidad titulada Electric warrior, acoustic saint (1991) y se enroló con Ken Tamplin (Shout) en la banda de rock cristiano Magdallan. Sin despeinarse mucho, la banda reclutó a Doug Aldrich, primero, y a Michael Guy, después, quien se quedó, más o menos, definitivamente el puesto. Sin embargo, aunque Guy es el acreditado, en Sahara tocaron varios guitarristas: el propio Aldrich (metió la mayor parte de las magníficas guitarras), Chris Impelliteri (solo en Sahara), Mandy Meyer y Rick Nielsen (en su propia composición). El resto del equipo se mantiene: James Christian canta, Chuck Wright toca el bajo, Ken Mary la batería y Gregg Giuffria los teclados. Andy Johns y Gene Simmons vuelven a los controles junto a la propia banda.
Christian y Giuffria con Mr. Simmons. |
El álbum contiene diez canciones, tres de ellas de compositores externos (lo que suele ser mala señal: o no había temas suficientes o el que pone la pasta quiere que suenen a otra cosa): una versión del Can't find my way home de Blind Faith, un tema, Heart on the line, compuesto por Rick Nielsen (Cheap Trick) y otro, Remember my name, por Nick Graham, músico y vocalista de Atomic Rooster en sus orígenes y que en los ochenta consiguió cierto éxito con el single The flame, número 1 de, curiosamente, Cheap Trick. Las otras canciones las firma el resto de la banda (Mary, Christian, Wright y Giuffria) con el añadido de Cordola en dos de ellas y la ayuda en una más de John Purdell, quien se haría famoso poco después con Ozzy (No more tears, 91), Heart o Cinderella.
Los puntos fuertes del álbum: sonido cohesionado en el que todos los instrumentos y arreglos suman al conjunto; la voz de Christian, versátil, con un deje blusero (a lo Coverdale) y mucha fuerza en las partes más altas; los teclados de Giuffria, sin ser los protagonistas, adornan todas las canciones con un toque algo oscuro por momentos; y las guitarras, fantásticas.
La cara A abre con la voz bestial de Christian en Shoot, un trallazo de riff zeppeliano con un gran arreglo de teclado; la línea melódica vocal resulta bastante agresiva para calentar bien las orejas. Más ochentera suena Chains of love, con un recuerdo clarísimo a los Whitesnake de finales de década, un estribillo sencillo, un magnífico solo, una canción de obsesión o necesidad sexual: "Open up your heart, turn down the lights/Baby take me under, you're what I need tonight". La versión de Can't find my way home baja las revoluciones, con su rollo acústico, muy fiel a la original, ojito al Hammond; en mi opinión, una fantástica canción con todo lo que una power ballad debe tener (muy en la onda To be with you de Mr. Big). Vuelve la caña con un rollo hard en Heart on the line, donde el trabajo de guitarras vuelve a sobresalir tanto en el riff como en los arreglos y la pegada de Mary suena brutal; un estribillo más vacilón, casi bailable, con el claro sello Cheap Trick ahí. Cierra este lado del plástico Laydown staydown (no confundir con la canción de Deep Purple), más cercana a los sonidos de, por ejemplo, Winger o, incluso, unos musculados Dare.
La cara B podría muy bien intercambiarse con la otra. Aunque en estos años se pensaba más en el formato cedé que en el casé o el vinilo, está claro que decidieron comenzar "de nuevo" a partir de aquí. Intro donde se lucen Giuffria y Mary (con un efecto tribal) para la canción más larga del álbum y una composición progresiva, la que le da título, Sahara, una invitación a un trío: "She said two's a crowd, but three's alright, yeah". Eres como la nieve en el desierto, nena. Fantástica interpretación vocal, por cierto y muy acertado el teclado arábigo. Continúa con otra balada, de corte más ochentero, titulada It ain't love, la llamada desesperada del amante despechado. Sentida interpretación en una honda Dokken, quizá con un estribillo demasiado obvio, pero reforzada por otro gran solo de Aldrich. Suena la tercera balada del lote, y primer single, un pop rock de manual con un crescendo logrado hasta un pegajoso estribillo "Do you really wanna fall in love/Take the chance again/Do you feel inside/The fire never dies/And it burns till the end". Resultona, aunque sin ese punch extra de otras power ballads roqueras de la época. Tras este calmado minutaje, suben los decibelios. American Babylon es un pequeño alegado en contra de la codicia "Well it's one for the money/And it's two for the money/So you better take all/While the wolf takes charge" con un rifazo y Giuffria y Christian mostrando su versatilidad. Agresividad bien construida. Cerramos por todo lo alto con Kiss of fire, la más cañera, como unos Deep Purple acelerados, con las teclas, la guitarra y la batería (incluyendo un pequeño solo) en perfecta armonía.
Cuando el disco se publica, Gene Simmons, propietario, organiza una fiesta de presentación en Las Vegas en un hotel llamado Sáhara (la banda se alojó en una suite usada habitualmente por Elvis Presley). Lo curioso es que rebautizaron el restaurante con el nombre de la banda: The House of Lords. Gene invitó a todos los personajes del mundillo para que el grupo hiciera un pequeño show. Un mes después, la compañía editó como primer single Can't find my way home y se convirtió en la canción más pinchada en las radios del género. Le siguió Remember my name, que alcanzó un digno segundo puesto en las canciones más demandadas en la aún todopoderosa MTV. En mi opinión, deberían haber comenzado con algo más contundente y llamativo.
La banda estaba sonando, comenzaba a tener reconocimiento. Pero en un giro extraño de los acontecimientos, les organizan una gira como teloneros de un grupo de moda, Nelson, llegando a un público quizá no demasiado adecuado al sonido de la banda. Un segundo tour con .38 special tampoco acaba de arreglar las cosas; el propio Christian cuenta: "Tocábamos ante una audiencia sureña. Allí estábamos con nuestros cueros y nuestro aspecto big hair. Nos miraban y probablemente deseaban patearnos del escenario". El último concierto de la gira fue en un festival con Warrant y Tesla en el Universal Amphitheater en Hollywood.
Se tomaron un tiempo de descanso para preparar bien el siguiente disco. Decidieron abandonar a BMG y a Simmons Records descontentos por cómo habían manejado sus asuntos. Especialmente cuando descubrieron, según Christian, que habían distribuido una cantidad mínima de sus cedés y que eran difíciles o imposibles de conseguir en la mayoría de las ciudades en las que tocaban. A saber. Se acabó Simmons Records y se acabó BMG. Tanto Wright como Mary abandonan la banda y Guy les siguió después. Giuffria y Christian se quedaban solos. Reclutaron a una nueva banda, compusieron y grabaron una maqueta y lograron un último contrato con Victory Records. Pero esa, gentuza, es otra historia.
La edición que os comparto es la nacional de la época, sin encarte ni créditos. Peladita, digna de aquellos bárbaros años. La portada siempre me pareció muy llamativa, pero sin contexto con el álbum. Casi parece que vayas a escuchar una epopeya medieval. Cosas de los artistas o los jefes de BMG.
Disfrutad del primer fin de semana de julio.
Bueno, pues poco más puedo añadir. Creo que este segundo es más rockero que su debut como House of Lords, que ya expliqué que es una especie de Giuffria Mark II. Si bien soy un enamorado de la voz de David Glen Eisley y no entendí su sustitución –Simmons se empeñó–, la verdad es que Christian borda los temas de este Sahara, un disco con producción muy de su época –con lo bueno y lo malo que conlleva– en el que se junta hard rock con hard pop e incluso advierto en algunos momentos ciertos ramalazos zeppelinescos. En fin, otro ladrillo en el ecléctico muro de vinilos que es este blog, Dios lo guarde muchos años. Feliz finde.
ResponderEliminarKING
Otro ladrillo, como dices, another brick in the vinyl wall, man. Los tres discos de los "verdaderos" House of Lords me gustan mucho. Quizá el primero destaque un poco más, pero adoro el trío, cada uno con su toque particular. La voz de Christian pega más, quizá, en este estilo que en el anterior álbum, aunque menudo nivel también. Un abrazo.
EliminarPrimero, tienes un eclecticismo limitado, pero eso no es malo, es lo normal. Y más con lo que controlas de lo que controlas. Ojalá yo tuviese la mitad de conocimiento musical que tú.
ResponderEliminarSegundo, ME ENCANTA lo de "me encanta la basura".
Tercero, si no tuvieron éxito justo a las puertas del grunge, mala noticia para ellos, luego no iban a poder remontar.
Cuarto, al contrario del de Scorpions del King, me he encontrado con lo que esperaba.
Quinto, intentaré escuchar el primero porque este se me ha quedado un poco justo. Está bien pero no me atrapa.
Cuernos y laca!!!!
Más laca que cuernos a veces, eso sí. Y por supuesto que reconozco que me encanta la basura. En la música, en el cine, en la vida misma. En la basura está la esencia de nuestra vida y muchas veces encuentro el placer que no me dan los highlights y los megaéxitos. Hay gran cantidad de películas, discos, libros que no pasaron la injusta criba de su tiempo y que hoy en día resulta un placer descubrirlos o redescubrirlos. Además, con los años, he aprendido que en lo que su momento me pareció basura, por influencias sociales o de los medios de comunicación o de la opinión "general" hoy en día pueden ser mis obras favoritas o, al menos, con las que más disfruto. Te dejo otra frase: como un cochino en un charco. Así de feliz con mis mierdas. Un abrazo enorme.
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