Si quieres cardarte las melenas, ajustarte los pantalones y trasladarte a un garito británico de principios de los ochenta, súbete a este Samurai, no solo por las canciones con un toque de pomposo AOR con guitarras heavies, también por la producción y la mezcla: esas baterías, esos coros, esos tecladitos. Y ten en cuenta que la masterización reciente (la que escuchas en redes y plataformas), ha limpiado un poco el efecto final. Love it or leave it, no hay otra. Y aquí, lo amamos.
En Grand Prix se reunieron talentosos músicos jóvenes. En su primera versión, allá por 1980, contaban con Bernie Shaw a las voces, Michael O’Donoghue a las guitarras, Ralph Hood al bajo, Andy Beirne a las baterías y Phil Lanzon a los teclados. Todos se encargaban de cantar y hacer coros. Tras la edición de su primer largo, llamado como la propia banda, Shaw dejó el grupo y fue sustituido por Robin McAuley, quien grabaría los dos siguientes: There for none to lose (82) y este que hoy os traigo. La banda se separó poco después y nuestros protagonistas buscaron su pan y su circo en otros pagos.
Shaw y Lanzon acabaron ingresando en Uriah Heep en el año 1986 y ahí siguen, dos de los miembros más longevos de la marca. Se estrenaron con un recomendable Raging silence y ya llevan nueve de estudio editados, incluyendo el último y muy recomendable Chaos & Colour del 2023. Hood se enroló en los multinacionales Tarzen con Danny Peyronel (UFO) y Salvador Domínguez (Banzai). McAuley tocó la fama con Far Corporation grabando una versión de Stairway to heaven (Led Zeppelin, por supuesto) que llegó al top 10 británico; poco después formó equipo con Michael Schenker para grabar tres álbumes de estudio de cierto éxito bajo el nombre de McAuley Schenker Group; este tipo inquieto acabó al frente de Survivor entre el 2006 y el 2011; una pena que no grabaran nada en estudio; su último y recomendable proyecto Black Swan con Jeff Pilson y Reb Beach, aunque demasiado Frontiers Factory, resulta apetecible. Michael O’Donoghue, por su parte, se enroló en la banda de Ian Gillan unos años, grabó con la banda Bronz junto a Clive Edwards (Wild Horses, UFO, Lionheart) y poco más se supo de él.
Volviendo a estos Grand Prix y el álbum que hoy comparto. La clave de la excelente colección de temas radica en varios factores: la calidad indiscutible de los músicos, la habilidad para fabricar armonías magníficas con voces muy bien empastadas y componer melodías complejas, pero, a la vez, sencillas de disfrutar. Se grabó en los Highland Studios en el norte de Escocia, muy cerca del Lago Ness, y se mezcló en los nunca bien ponderados Brittania Row de Londres. John Eden, el productor elegido, ya se había encargado de varios plásticos de Status Quo (What you’re proposing, Never too late) y del Line up de Graham Bonnet. Algo de esto sabía para dejarnos un delicioso paseo donde mezclamos AOR ochentero con rasgos de la NWOBHM.
Give me what’s mine, arranca con actitud: no te dejes engañar por ese teclado inicial de Lanzon, quien la compone, y presta atención a los potentes acordes de O’Donoghue y el primer gran estribillo: “Don’t need no fortune/I don’t want no gold mine/all I’m asking is/to give me what’s mine”. Shout, que continua la cara A, palpita con su pulso heavy, sobre todo en bajo y batería, rememorando la emoción de acudir a un concierto, las vivencias que nos transmiten. Se atreven con un toque más popero en 50/50, con un patrón de batería interesante y la (quizá) mejor interpretación de McAuley. Compuesta a medias por O’Donoghue y Lanzon, mezcla muy bien el rollo soft con las voces más Uriah Heep del disco. La apertura de Here we go again es brutal, dando paso a un tema pausado, casi una balada, de excelente estribillo, otro de los puntos álgidos del disco: “Heard it all so many times/here we go again”. Soberbio final casi polifónico. A esta gente no le daba miedo meter arreglos de viento, de cuerdas, lo que fuera bien a la canción. Todo muy electrónico, claro. La cara A se cierra con Coundown to zero y su viaje al interior de un avión durante la Segunda Guerra Mundial: el último del piloto kamikaze buscando la gloria en el sacrificio “each one a weapon/an unknow hero/lying in wait/on their countdown to zero”.
Al pinchar la cara B nos encontramos con un riff muy Whitesnake (de la época) en un tema que perfectamente podría firmar Mr. Coverdale; melódica, Somewhere tonight vive también en esos teclados tan ochenteros; ojo al solo y a otro pegajoso estribillo. High time arranca lento para tornar en un rock vibrante, con un toque más complejo en la parte central y otra excelente batería de Bernie. El inicio de Never before es lo más parecido a Deep Purple que vas a encontrar por aquí, rematado en puente y estribillo por un empaste entre la voz y los teclados que tiene un efecto impresionante. Freedom, de pulso hard roquero, nos eleva en otro estribillo de armonías preciosistas donde la guitarra denota que el principal compositor es O’Donoghue. El álbum muestra en la portada a un guerrero samurai preparado para la batalla y el último tema, Samurai, hace homenaje, en sus más de siete minutos, al ideal de estos guerreros narrando las aventuras de justicia y sacrificio para convertirse en uno de ellos: “long swords, short swords/live by the law/live by the sword”. Es una joya magnífica donde todos los músicos se lucen, desde el teclado de inspiración nipona hasta el final de guitarras y baterías ruidosas. Un cierre perfecto que remata una joyita que no podía faltar en nuestro blog.
Si en el año 82 habían estado de gira con Sammy Hagar por el Reino Unido, cerrando el verano como parte del Reading Festival (cuyo cartel completo, por curiosidad, os dejo más abajo), en el 83 acompañaron a Iron Maiden por los mismos pastos. Sus últimas actuaciones fueron cuatro llenos en el Hammersmith Odeon. Nada mal. Pero se acabó el contrato y adiós muy buenas; las flojas ventas (menuda competencia había) y las aspiraciones de cada uno de los músicos nos dejó sin más Grand Prix. Una lástima.
El samurai de neón a punto de atacar sobre el atardecer nuboso de la portada lo firma John Pasche y las fotografías son de Phil Jude y Mike Owen. La edición que comparto es la original británica de aquel año. Todo muy eighties.
Disfrutad del fin de semana, cabrones.
Muy bien desmenuzado, como siempre. Y un DISCARRAL que tengo en la lista de debes para algún día. La voz de Robin y ese sonido de hard melódico eighties lo convierten en un joyita, como dices. Un abrazo metálico. KING
ResponderEliminarMuchas gracias. Me costó conseguir una copia decente a un precio razonable, pero al final cayó. Bandaza. Cualquiera de los tres discos merece la pena, aunque para mí este es el mejor. Abrazo de vuelta.
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