Cuando un álbum alcanza fama, ventas y críticas gloriosas eclipsa todo lo que hay alrededor. Muchas bandas sufrieron del “síndrome del disco de después”, del que ya he hablado en otras entregas en este blog: el álbum que publiques después no va a ser tan bueno, no va a vender tanto y no lo vamos a querer igual, aunque sea mejor. Nos negamos. Por otro lado, también existe el “síndrome del disco olvidado”, el que apareció antes de ese pelotazo. Y he aquí un ejemplo perfecto. Masque, tercero de Kansas, antecedió a una de sus obras cumbre, Leftoverture (1976) y, claro, a su sucesora, la no menos brillante Point of know return (1977). ¿Qué pasó para que volaran de la medianía comercial y el desconocimiento del público hasta el disco de platino para convertirse en referencia del rock de la época? ¿Acaso de Masque a Leftoverture aprendieron a tocar, encontraron la inspiración, robaron las canciones de alguien? No, de eso nada. Bien es cierto que en este no encontraremos un single del calibre de Carry on wayward son o Dust in the wind, pero no es menos cierto que, en conjunto, no desmerece en calidad a los otros dos álbumes nombrados.
Yo me atrevo a dejar aquí una idea que no solo condicionó el éxito de Kansas, si no de otras muchas bandas como Foreigner, Meat Loaf o los metamorfoseados Journey: el debut en agosto de 1976 de Boston. Esa joya melódica lo cambió todo. Puso el rock de guitarras, barbudos de voz angelical y estribillos pegajosos en primera línea. Y ese efecto empujó sin duda el éxito de Leftoverture, editado unos meses después; y, quizá, también un cambio en la forma de sonar, mezclar las canciones que aquí se atisba, pero no acaba de plasmarse. Claro, Tom Scholz no había abierto la puerta.
Si viajamos a mediados de 1975, aún nadie sabía quienes eran estos Kansas. Un grupo con nombre de ciudad ya es sospechoso de por sí (en eso Scholz también puso su granito de arena, ojo), y más allá del medio-oeste de los Estados Unidos pocos tenían en su colección alguno de sus dos primeros vinilos (Kansas, 1974, y Song for America, a comienzos de 1975). Los muchachos cobraban unos cientos de dólares a la semana a modo de sueldo, compartían piso o vivían con sus familiares y viajaban a los conciertos en autobuses de línea. Y tras la edición de Masque, a finales de año, y tras otra intensa gira, nada cambió. A pesar de conseguir juntar uno de los mejores discos de aquel año. Así como lo lees.
Con un por entonces desconocido Jeff Glixman a los mandos del estudio (saltaría a la fama de la mano del grupo), seis jóvenes se pusieron a dar forma a otra intentona: Steve Walsh cantante principal y golpeador de teclas (Moog, clavinet, piano), Robby Steinhardt, también voceras y artista del violín, Kerry Livgren, guitarrista y otro tocador de teclas, Rich Williams, también a la guitarra, Dave Hope, al bajo y Phil Ehart, maravilloso baterista. Jóvenes por edad, pues como músicos ya demuestran su madurez y van más allá de los sonidos localistas fabricando canciones enormes, con tendencia al progresivo, la melodía como protagonista y los arreglos llenos de florituras. Tienes dos cantantes que se complementan; uno con un toque soul y bluesy capaz de calentar un pabellón él solo y otro, un magnífico teclista, con una voz tan particular que no podrías encontrar con quién compararle en su época. Ponles al lado a dos talentosos guitarristas, un bajista que aún hoy asombra y un baterista con un rollazo británico como si hubiera nacido en el centro de Birmingham.
La composición de las canciones recayó principalmente en Walsh y Livgren, con alguna aportación de Steinhardt, en una especie de cara y cruz de un mismo estilo musical. Y eso es una de las cosas que más me gustan de esta banda y de este disco: la mezcla de dos estilos, dos voces, dos guitarras, todo en un solo y compacto regalo.
Arranca la cara A con It takes a woman’s love (to make a man), un claro intento de lograr ese single que les abriera las listas de ventas, con una línea lírica directa y brillante y un excelente estribillo. Más cercano a lo que entendemos como hard rock melódico suena Two cents worth. Qué rollazo tiene este tema, comenzando por la línea de bajo, los punteos, el piano, en fin, se sale un poco de lo que uno esperaría escuchar en un disco de progresivo. Me atrevo a anunciar en esta forma de cantar y componer a Foreigner, ¿o no quedaría perfecta la voz de Lou Gramm aquí? Icarus - borne on wings of steel es la primera canción “larga” y, bien guiada por el violín, es identificable con ese sonido Kansas que se hará famoso apenas un año después. Aquí está. Como sentarse en un buen restaurante a cenar mirando la puesta de sol. La mezcla de voces de Walsh y Steinhardt funciona. Y la forma en que Ehart y Hope cambian de tempo y mantienen el pulso, eso no tiene precio. A lo largo del corte creo escuchar el Moog, un sinte, el piano y no sé si algo con teclas más. Cierra esta cara All the world, superando los siete minutos (por fin) y podría durar diez más. Qué joya. Ese comienzo melodioso con solo voz y piano para desarrollar un temazo que va cambiando a medida que la historia avanza, con giros dignos del mismo Mercury. Y las guitarras, vaya tela de canción.
La cara B abre con Child of innocence. Otro valor de Masque es esa dualidad de la que hablábamos antes. Aquí tenemos un corte más roquero, pero que no deja de tener ese poso de experimentación, con maravillosas voces (las armonías del estribillo, por favor). En cambio It’s you es otro intento de single, corto, veloz, directo, por parte de Walsh, basado en una melodía sencilla y en un estribillo como un anzuelo. Lástima que no se les ocurriera empezar por aquí. Si esta fuera la primera canción que escucharas de la banda no creerías que se les enmarca como tótems del progresivo. Otra curiosa mezcla de Walsh y Livgren se titula Mysteries and Mayhem, una de las más populares de este álbum, donde guitarras y violín mantienen el nivel del tema, más rock-setentero que nada en Masque. De nuevo, la banda probando diferentes espectros de su caleidoscopio sonoro. Otra que ha aguantado muy bien el paso de los años es The pinnacle. Y si hasta ahora has gozado, prepárate que viene lo mejor. Aquí ya tienes al ciento por ciento a los Kansas de Leftoverture en un tema de casi diez minutos. Todos brillan, todos tienen su momento de gloria, pero, lo mejor, par mí, es esa conjunción que muestran, esa impresionante forma de cambiar de registro en medio de la canción.
La edición que tengo es estadounidense; allí la editó el sello Kirshner y se licenció para Epic en el resto del planeta. La portada es una reproducción de una pintura de Giuseppe Arcimboldo titulada Water, parte de una serie sobre los cuatro elementos y terminada en 1566. Por si tienes curiosidad, está colgada en el Museo de la Historia del Arte o Kunsthistorisches Museum de Viena. Arcimboldo era famoso, precisamente, por estas cabezas compuestas por objetos diversos, animales, o vegetales. No tengo claro lo que quisieron representar, tal vez la complejidad del ser humano o cómo nos escondemos con una apariencia elaborada. A saber.
Disfrutad del fin de semana, pandilla.
Menudo discazo. Una maravilla. Es verdad que el éxito de sus siguientes discos tiene a este algo eclipsado. Pero suena muy bien. Al nivel de los mejores. Nunca me había percatado de la importancia del disco de Boston para la explosión comercial del este tipo de grupos. Totalmente de acuerdo. Para mi Kansas siempre ha tenido esa doble faceta de grupo progresivo por un lado y AOR / melódico por el otro. Por eso el grupo ha sido a veces infravalorado por el núcleo más ortodoxo del progresivo clásico, pero a mi es una de las cosas que más me gusta de este grupo. Este disco se va a mi (extensa) lista de deseos. Muy buena entrada. Buen fin de semana.
ResponderEliminarGracias por la parte que me toca. Poco más puedo añadir a tu comentario. Ya defiendo la calidad de esta obra que nada envidia a sus sucesores. Respecto al "efecto Boston" me fijé hace unos pocos meses repasando los debuts de muchas bandas de hard melódico y me pregunté ¿por qué a finales de los setenta hubo esta explosión? y yendo para atrás llegué al debut de Boston y todo cobró sentido. A veces el éxito de un disco catapulta una escena que existía y hace que otros se arrimen descaradamente. Ahí está, por ejemplo, el "efecto Boston" en el éxito de Nirvana en los noventa. En fin, que yo quería reivindicar esta obra y veo que contigo he acertado. Un abrazo.
EliminarEstupendo. Joder, qué susto me diste el otro día con eso de que la entrada que estabas preparando no era de mi cuerda. A mi los Kansas me gustan bastante y tienes toda la razón en lo de que la voz de Gramm encaja perfectamente en varias de sus canciones, aunque Mysteries and mayhem parece hecha para Joe Lynn Tuner. Total, un disco más que recomendable y reivindicable con esa mezcla, como bien dices, de hard rock melódico con tintes prog. ¿A quién no le va a gustar un álbum de Kansas del siglo primero, a quién no le va a gustar? KING
ResponderEliminarMe alegra haber acertado. Al referirme que "no es de tu cuerda" quería decir que me extrañaba que tú trajeras este vinilo al blog (todo puede ser, últimamente estás rompiendo tus propias barreras). Nunca me canso de los discos buenos de Kansas. Siempre tienen algo. Y esa influencia o esa referencia a cantantes posteriores la tengo clara; no en vano, fueron unos pioneros. Un abrazo.
EliminarCreo recordar que me gusta más cuando son más rockeros, los siguientes discos, aunque siempre les he catalogado para mí como folkrock más que como progresivo, quizás tenga que repasar. Tengo que darle más escuchas que estaba cocinando y el último tercio no lo he apreciado muy bien.
ResponderEliminarLo de las etiquetas siempre es una mala práctica. Si tienen violín, folk. Si hacen canciones largas, prog. Y así. No sé ni dónde clasificar este disco. Para mí ni es prog, ni folk, ni nada por el estilo. Un discazo de hard rock con las influencias que quiera el oyente. Dale una escucha atenta, máquina. Un saludazo.
Eliminar