Hablar de este debut de The Allman Brothers es hablar de la juventud y los inicios de Duane y Gregg Allman, los principales motores de las canciones que lo componen. Dos adolescentes que crecieron a medio camieno entre Nashville y Daytona Beach, Florida, en el amor libre y la experimentación musical de los años 60. Los dos hermanos comenzaron a tontear con el mundo de la música en un grupo extraño liderado por cuatro cantantes negros que se llamaba The Untils and The Houserockers. Rebotaron de aquí a otros proyectos con muy poco éxito (Hour Glass, The Escorts). De aquellas experiencias, Duane comenzó a darle fuerte al guitarreo, tras ver la luz en un concierto de B.B King, mientras Gregg prefería el órgano Vox.
Su último fracaso con Hour Glass (dos discos de estudio) les devolvió afortunadamente a Florida. Y digo afortunadamente porque en una sesión de estudio para Wilson Pickett nació “la leyenda”. Phil Walden, mánager a la sazón de Otis Redding, le escuchó en aquella sesión de estudio y le ofreció una oportunidad. En marzo de 1969 nacía el germen de The Allman Brothers Band, con Gregg y Duane, por supuesto, junto a Dickie Betts a la guitarra, Berry Oakley al bajo (ambos compañeros en Second Coming) y Jaimoe y Butch Trucks a la percusión y las baterías. Uno de sus primeros conciertos fue en Boston como teloneros de The Velvet Underground (vaya mezcla curiosa).
Para preparar este debut viajaron hasta Georgia, recogiendo ideas diversas y dispersas, mezclando el rocanrol, el blues tabernario, el jazz, la psicodelia y el country para (casi) crear un estilo propio lleno de dinamismo e improvisación. Aunque Gregg firmó casi todos los temas, qué duda cabe que las guitarras marcan la gran diferencia con sus coetáneos. En agosto viajaron a Nueva York para grabar durante un par de semanas en los estudios Atlantic a las órdenes de Adrian Barber, como productor y técnico, con la supervisión de Phil Walden.
Comenzar con un instrumental ya avisaba. Don’t want you no more (version de The Spencer Davis Group) tiene un rollo de blues “moderno” que arranca con un solo jazzero de Gregg: aquí estamos, dos guitarristas, un tío dándole al teclado como un demonio y dos bateristas. No sigas si no estás preparado. De manera natural se continua con el más lento It’s not my cross to bear, donde es Duane quien se sale, con un rollo que me recuerda a lo que Robert Plant hizo en Since I’ve been loving you. Sigue uno de mis temas favoritos, con ese riffeo guapísimo, se titula Black hearted woman, pura inspiración, incluyendo un interludio solista de batería, tema sobre la infidelidad basado en un hecho real (alguien del grupo encontró a su chica recibiendo por la puerta de atrás). Cierra la cara Trouble no more (segunda y última versión, esta de Muddy Waters) viajando al lado oscuro del ser humano, entre unas excelentes baterías, el intercambio eléctrico-acústico de las guitarras y tufazo a blues bueno.
Las tres canciones (y qué tres) de la segunda cara las firma Gregg de nuevo. Every hungry woman pasa por ser la más psicodélica del conjunto. El ritmo es excelente, el bajo saltarín de Oakley tocando con un pie en el jazz y el otro en el blues, los tambores golpeados con las manos contra la batería contundente, la guitarra distorsionada y qué solos, vamos, vamos. Dreams mantiene esa experimentación y añade un slide de Duane, una improvisación magnífica en la última parte que lleva al tema hasta los siete minutos y un trabajo sencillo y genial de Gregg en el teclado. La canción, que, en realidad, habla de la depresión y deja caer la idea del suicidio, es ciertamente oscura. Dicen por ahí que, incluso, grabaron la toma principal con las luces del estudio apagadas. El cierre no podía ser menos mítico: Whipping Post y los infernales solos de Duane y Dickey. La canción habla sobre engañar a las mujeres, que te pillen y acabes atado a un poste para recibir tus merecidos latigazos. El arranque de este tema le surgió a Gregg en mitad de la noche, sin nada para escribir; tuvo que apañarse con cerillas usadas y una tabla de planchar. Así se hace un mito.
Publicado en noviembre de 1969 apenas tuvo cobertura. Alcanzó un modesto top 188 gracias a las ventas en el centro y el sur de Estados Unidos. Podrían haberse quedado ahí, pero comenzaron a viajar a Nueva York, San Diego, Los Ángeles, San Francisco y donde les hicieran un hueco, continuamente. Tenían confianza y un estilo propio que enseñar al mundo. Como curiosidad, quedaron bastante decepcionados con el sonido final, especialmente con las voces, y en 1973 Tom Dowd (iba a ser originalmente el productor) remezcló el álbum con la excelente continuación Idlewild South y editó una joya titulada Beginnings.
La edición que traigo data del 2015 y es una estupenda recreación de Polydor Italia, con la portada doble y las fotografías originales, todas tomadas en Macon. La portada frente al colegio, la contraportada en el cementerio y la interior en el río con la banda desnuda. Qué estarían pensando. Las fotografías, por cierto, las hizo Stephen Paley y el diseño corrió a cargo de Robert Kinsbury.
Disfrutad del fin de semana, gentuza.
Pues nada, amigo, una entrada muy completa y currada del tipo que nos tienes acostumbrados y otro de esos discos que si bien me resultan muy interesantes y entretenidos, no me provocan irrefrenables ganas de ahondar en la discografía del grupo o artista en cuestión. Me han gustado mucho la instrumental inicial, la versión de Trouble no more, pero sobre todo Dreams y The wipping post. Sonidos más que indicados para una tarde otoñal en lo lumínico, que no en lo climático. Un abrazo y a disfrutar el fin de semana. KING
ResponderEliminarUna semana más un mano a mano vinílico mi republicana majestad 😂 Ya me imaginaba que no te iba a enganchar este disco, pero si, al menos, has pasado un rato agradable, me conformo. Ya sabes que este rollo blues rock de las épocas sesenteras y setenteras me molan mucho. El próximo, creo, será más de tu agrado. Gracias por estar todas las semanas aquí. Un abrazo.
EliminarWhipping post es fantástica. Lástima que el grupo original durase tan poco juntos:Tanto los dos guitarristas como el bajista Berry Oakley, compartían devoción por las Harleys y sólo Dickey sobrevivió para disfrutarlas más allá de su juventud: Duanne tuvo un accidente a finales del 71 con sólo 25 años cuando se cayó con su Harley al tratar de esquivar un camión de melocotones. Y un año después, Berry colisionó con un autobús cuando circulaba en su Harley. Salió de allí por su propio pie, sin aparentes heridas externas y haciendo gala de la rudeza sureña que les caracterizaba. Sin embargo, se había fracturado el cráneo y terminó muriendo. Lo curioso de todo esto es que sólo 200 metros separaron el lugar de los dos accidentes.
ResponderEliminarA Duanne el accidente le llegó justo después de que la fama llamara a su puerta pues acababa de colaborar con Eric Clapton en el famoso disco de Derek & The Dominos. Si aquella formación hubiese durado más años. Estoy terminando el disco y ahora pasaré a pincharme el cd de grandes éxitos que tengo por ahí
Tu conexión motera no podía fallar. Sí, una pena lo que ocurrió con esta gente. Aún así, salieron adelante y se convirtieron en un icono musical. Una abrazo.
EliminarMenudo clasicazo. Tanto el disco como el grupo. Hace tiempo que no lo escuchaba, y es un disco tremendo. En fin, creo que los 5 primeros discos de los Allman son imprescindibles (hasta el "Brothers and Sisters"), incluyendo su directo en el Fillmore. Pero este primer disco, está entre lo mejor que hicieron nunca. El duo de guitarras Dickie Betts / Duane Allman, sin olvidar el Hammond de Gregg, son palabras mayores. Buena entrada para el blog. Saludos.
ResponderEliminarGracias por la parte que me toca. Sin duda, aquellos años fueron imprescindibles. Y fíjate que has nombrado el B&S que es posiblemente su obra más equilibrada. Un saludo.
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