Estamos acostumbrados a asociar el éxito a ser el número uno, el único o el primero que hace algo o el que da el pelotazo más gordo. Sin importar las consecuencias, el esfuerzo o los daños colaterales. Recordamos a los que levantaron la cabeza decapitada del enemigo o una medalla de oro. Lo demás, son bajezas. Ese lavado de cerebro nos lo aplican desde que nacemos.
Y hoy traigo a un personaje que triunfó ¡y mucho! Hace ya cuarenta años. ¿Acaso tener éxito en tu país o girar por otro continente con una de las mejores bandas de la época es poca cosa? Aunque, en realidad, este músico es intrascendente. Porque no “triunfó” donde debía: si en la música ochentera no vendiste en Estados Unidos, no has tenido éxito. Que te lo explican David Coverdale y Freddie Mercury en un momento. Bueno, Mercury igual está más complicado. Piensa en una banda que llene (llenara) gira tras gira en Escandinavia, las Germanías y el Imperio Austrohúngaro. Pues no han triunfado. Y como la Historia de la Música la escriben las grandes compañías, sus escribas te van a recordar insistentemente el catálogo que vendió y vende bien. Lo demás son minucias para friquis.
Como el personaje del que hablamos hoy, uno de esos secundarios que tanto me gustan. El canadiense Brian “Too Loud” MacLeod, quien comenzó su andadura musical a mediados de los setenta grabando un single de poco éxito (You know I can’t do anymore). En esa grabación ya demostraba lo que sería una de sus principales virtudes: sabía hacer de todo. Metió guitarras, bajos, baterías, teclados y voces, lo compuso, lo produjo y lo editó él solito. Un make-youself de manual. A lo largo de la década entró y salió de diversas bandas (Pepper Tree, Huski, Surrender, Stingaree) hasta que Bill Henderson le ofreció la oportunidad de su vida: formar parte de Chilliwack. ¡Ostras!, pensó en canadiense MacLeod, uno de los músicos de moda quiere que forme parte de su grupo. Henderson formó Chilliwack como una escisión de otra banda anterior y debutó en 1970 con un rollo progresivo. Su sexto álbum (Dreams, dreams, dreams, 1977) les proporcionó éxito y su primer disco de platino. En la elaboración del siguiente echó a su guitarrista y decidió darle una oportunidad al chico ese que hacía tanto ruido por los bares con su banda, ese, MacLeod. ¡Vaya si iba a aprovechar la oportunidad! De aquí no me mueven ni con agua hirviendo (léase con mucho énfasis, que por algo le apodaban “demasiado ruidoso”). No solo aportó su habilidad a las seis cuerdas nuestro protagonista, si no que contribuyó con sus propias composiciones, tocó algunos bajos, baterías y teclados y “arregló” lo que ya habían grabado con anterioridad. Lights from the Valley (1978), que así se llamó, volvió a conseguir el platino y llevó a Chilliwack a cruzar la frontera sureña y girar por los Estados Unidos. La rutina de disco-gira se repitió dos veces más con éxito (Breakdown in Paradise, 1979, y Wanna be a star, 1981) y la cosa pintaba bien.
Pero no todo iban a ser florecillas en este cuento. La compañía de discos decide dar carpetazo al negocio tras la muerte del jefe principal, Shelly Sigel. ¿Qué hago ahora? Con lo capaz que soy y aquí en casa aburrido. ¡Formaré otra banda! Y eso hizo. En ese descanso forzoso cogió a su compañero de banda, el bajista Ab Bryant, y formó lo que sería Headpins. Pondré una chica al frente, que eso me mola. Primero buscó a Denise McCann y con ella a la voz y el batería Matt Frenette (que estaba grabando el debut de unos tal Loverboy) estuvieron girando unos meses, puliendo las canciones y ganando adeptos a la causa. En este camino, McCanny fue sustituida por una voz más ruidosa y potente, Darby Mills. ¡Y consiguieron el ansiado contrato discográfico! El problema para MacLeod fue morrocotudo, porque Chilliwack había conseguido también contrato con la misma compañía y el jefe Henderson le llamó al orden. Con su colega Brant de la mano, grabó seguidos los discos de Chilliwack (Opus X) y el debut de Headpin (Turn it loud), ambos editados en 1982. MacLeod estaba en lo más alto ¡por fin! Tenía que decidir por dónde tirar. No podía tocar con ambas bandas a la vez y, claro, Chilliwack tenía más éxito. Tras consultarlo con Ab decidieron contratar a dos suplentes a modo de “equipo B” para cuando coincidieran en la carretera: Scott Reid se encargó de las guitarras y Jim Buckson del bajo.
Y ocurrió un giro dramático de los acontecimientos para nuestro protagonista: el debut de Headpins alcanzó a toda velocidad el oro y el equipo B triunfó en su gira con Toronto (a los que, por cierto, había producido también MacLeod) hasta el punto de acompañar a Kiss en su Creatures of the Night tour por tierras norteñas. Ante la perspectiva, nuestro héroe vuelve a coger de la mano a Ab Bryant y juntos deciden dedicar su jornada completa a Headpins. Que le den al bueno de Henderson, resonó en la cabeza canadiense de MacLeod justo unos días antes de ganar el mayor premio del país, el Juno, por la producción de Opus X. ¡El éxito me llama!
Durante los meses siguientes giraron por Europa y Estados Unidos a la espera del pelotazo internacional que no llegó. Sin pensárselo mucho grabaron este que hoy os traigo, Line of fire. Y sí: lo compuso, grabó, produjo y editó el señor MacLeod. Como presentación salió un vídeo muy mono que os pego aquí del tema Just one more time, que alcanzó el nada despreciable puesto número 70 en las listas de ventas estadounidenses. Como anécdota, el incendio del coche (un MGB) acabó con la policía y los bomberos apareciendo en escena.
Line of fire alcanzó el platino al norte de la frontera y les dio una oportunidad magnífica con una prometedora gira por Estados Unidos teloneando a Quiet Riot (por entonces, en lo más alto, ojo). Sin embargo, la gira duró tres conciertos: una pelea en los camerinos entre los miembros de la banda cabecera acabó con la aventura. Engancharon con giras menores hasta poder marcharse a Europa con Whitesnake. La última oportunidad la tuvieron con Head over hills (1985) y una gira con los ZZ Top de Afterburner. Cuando vienen malas, vienen jodidas: su compañía quebró y Mills acabó largándose. Fue el fin del grupo. MacLeod se dedicó esos años a producir a diversas bandas y a componer con otros músicos. Ahí está su trabajo en discos de Kick Axe, Paul Dean, D.O.A. y Chrissy Steele, cuyo Magnet to Steele (1991) os recomiendo. Una versión en español de Just one more time fue grabada por la venezolana Melissa en 1986; aquí tenéis el enlace, valientes.
Brian siempre se distinguió por ser diferente. Vivía en un barco, en el que instaló su propio estudio de grabación, con su perro Sailor y era famoso en el lugar por conducir un poco rápido su Corvette descapotable rojo y blanco. Falleció de manera trágica en 1992 a la edad de cuarenta años. Se desvaneció durante un concierto y al despertar descubrió que un cáncer óseo había ocupado buena parte de su cuerpo. Tuvieron que amputarle el brazo y parte de un hombro, pero en vano. La metástasis alcanzó al cerebro y murió poco después.
¡Que estamos aquí por los vinilos, muchacho! Es cierto, que me he ido del tema del blog. Tenía que hablar del personaje principal. No el único participante del disco, claro. La “voceras” Darby Mills es el otro punto fundamental de Line of fire: potente, rasgada, pero tremendamente melodiosa, con un poso a Janis Joplin o Bonnie Tyler. Ab Bryant se encarga del bajo y aparece como productor asistente. Bernie Aubin se encargó de las baterías. De hecho, Bryant y Aubin mantienen viva la llama de Headpins hoy en día, ya sin Mills, con la voz de Rosa Laricchiuta y las guitarras de Tony Dellacroce. Este próximo verano salen de gira, ojo, pero solo por Canadá. Y la última aventura de “la Mills” (Flying solo) es bastante recomendable. También sale de gira el próximo verano.
¿Y la música? Que esto es un blog musical. Ah, claro, las canciones. Un crítico de la época lo resumió muy bien: si te gustan las guitarras abrasadoras, las voces que aúllan y el bajo y la batería robustas, este es tu disco. El tipo, además, añadía un comentario crítico al afirmar que este Line of fire sonaba a lo mismo que Turn it loud y aprovechaba el título del último corte (I’ve heard it all before) para reafirmarse: ya he oído todo esto antes. Vamos a ver, mr. Newton (que así se llamaba o llama el articulista), si te gustó el debut y esto suena “a lo mismo” deberías alegrarte y compartir la buena nueva: Headpins han vuelto a hacer un disco cojonudo, con sus guitarrazos, sus estribillos, los gritos algo exagerados de la cantante, su bajo bien grueso y la batería machacándote los higadillos. Y fin de la conversación. Si nunca has escuchado a la banda, prueba con este y después con su debut. Dirás, “vaya, este disco suena igual que el otro”. El orden de escucha no altera la crítica. La banda grabó en uno de los mejores estudios de la década entera, los Little Mountain Sound en Vancouver (que haría épico gente como Bob Rock o Bruce Fairbairn) y mezcló en otro de los mejores en el rollo roquero, los Sterling Sound de Nueva York. Con el toque y la experiencia de MacLeod suena brutal. Y ojito a las guitarras del menda.
De todos modos, aquí estamos por la música. Si te gusta o no te gusta. Eso es todo. ¡Qué más da si triunfó o se comió los mocos en un garito nefasto! Dale al play y disfruta. O no.
La edición que tengo y comparto es canadiense de la época. James O'Mara se encargó de la parte artística, con esas fotografías en blanco y negro con un rollo agresivo-pasivo. A mí esas pintas cardadas y ese toque "vanhalen" en los múiscos me gusta, la verdad, aunque está claro que ata la estética a un tiempo muy pasado ya.
Disfrutad del fin de semana, gentuza.
Hoy me he levantado criticón. Lo primero de todo, otro grupo al que no había escuchado nunca. Pop rock melódico muy resultón pero poco destacable en mi opinión, con guitarrazos aquí y allá para darle una pátina un pelín hard, como la voz de Darby, que me parece algo forzada cuando intenta insuflarle rabia. Just one more time es donde quizás canta con su tono más equilibrado. La producción, sobre todo en la batería, tampoco es que la encuentre demasiado remarcable. A tenor del resultado, creo que MacLeod era un buen compositor pero un productor mediocre. Lo de “guitarras robustas” no lo veo, aunque sin ser un dios de la guitarra, McLeod toca bastante bien. Mi canción preferida quizás sea la que da título al disco y I know what you’re thinking es de esas que te hacen mover los pies, pero poco más puedo decir. De esos discos que escucho una vez, que no están mal del todo, pero no me transmiten nada especial. Una pena porque las expectativas que la lectura de la entrada me había provocado eran otras. Eso es que escribes bien, chaval jejeje Un abrazo y feliz fin de semana. KING
ResponderEliminarTengo la espalda marcada con tu látigo 😫 Con la propuesta que traes hoy, cómo van a ser robustas mis guitarras. De todos modos, prefiero a Headpins. Igual soy mejor haciendo loas que críticas. Un abrazo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste es uno de esos discos que escucho con gusto, aunque no necesariamente volveré a él. Pero de escucha agradable. Desde luego, un descubrimiento más. A mi personalmente no me molesta que un grupo, estéticamente (tanto en imagen como en el sonido) esté atado a un momento determinado de la historia. SI no, nunca escucharía nunca rockabillly, o Rock and Roll años 50, por ejemplo. Así que por eso no hay ningún problema. Lo que he escuchado no me ha decepcionado, y es lo que esperaba escuchar tras leer la reseña. Buen aporte. Saludos.
ResponderEliminarSi la reseña anima a la escucha y esta coincide con lo prometido, pues bien reseñado. A mí me mola revisar los looks añejos, que en su momento eran modernos. Aunque no todos han sobrevivido bien al paso de los años. Imagino que eso se debe también a nuestro ojo. Gracias por comentar. Un saludazo.
EliminarPues como ya sabéis, me mola este rock popero de los 80. La cantante me recuerda un montón a otra canadiense que traje por aquí, Alannah Myles. Me lo he pasado bien mientras preparaba la paella. Hubiese entrado sin dudarlo en mis escuchas pasadas si los hubiese conocido. Ni caso al King, que se habrá dormido del lado de la berruga y se habrá levantando molesto. Por cierto, fantástica entrada. Un abrazo
ResponderEliminarNo me he acordado de la Myles fíjate. Y sí puede darse un aire, quizá Mills más gritona y exagerada. Me alegra haber contribuido a que la paella saliera bien 😉 un abrazo
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