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No estoy seguro del año. Parece mentira como, cuando llegas a una cierta edad, los recuerdos se te distorsionan y solapan, las neuronas pierden filo y consistencia. Los nombres y las cifras aparecen tras una fina niebla que te obliga a un esfuerzo supremo para distinguir entre ella caras, fechas, sitios… Afortunadamente, al igual que la luz intermitente de los faros en las costas permiten a los barcos fijar su rumbo, en esa neblina nos guiamos por los sentimientos. O por las sensaciones, siendo más prosaicos y exactos. Perdonadme entonces que, deslumbrándome con el haz de luz que emite este vinilo al pincharlo, no pueda ser todo lo exacto que me gustaría y mereceríais y me guie por aquellas sensaciones que vienen a mi alma.
Teniendo en cuenta que ese plástico está editado en 1992, ese año en el que todo lo inimaginable sucedió en nuestro pequeño rincón del planeta, podríamos situar la escena a narrar en torno al 94, dos años arriba o abajo. Ya había descubierto el mundo del blues gracias a Mr. Gary Moore. Y un día, paseando por Móstoles, mi pueblociudad, reparé en un anuncio, de esos que se suelen pegar en la parada del autobús, en una farola y demás sitios en los que no tienes que abonar por el uso y desgaste del mismo al hacer publicidad. En ese panfleto, un bar o sala local anunciaba varias fechas de conciertos dedicadas al blues. Tomé nota de la siguiente noche y me dispuse a convencer a mis colegas para acercarnos hasta allí y tomar unas cervezas escuchando y viendo blues. No creáis que fue una tarea sencilla. He de reconocer que éramos animales de costumbres y no solíamos desviarnos demasiado de un circuito con los garitos en los que nos encontrábamos más a gusto: ya fuese por Madrid o por Móstoles nos costaba un mundo innovar e investigar. El caso es que aquel viernes noche de un mes de otoño/invierno de un año que no recuerdo, conocí a la Tonky Blues Band. El antro estaba en la avenida de Portugal, lo que antiguamente era la carretera N-V que atravesaba Móstoles. El nombre del sitio llevaba la palabra Octopus. Me viene a la mente Octopus Garden, pero quizás la niebla me confunda y mi mente lo complete con el título de la canción de los Beatles pues la sensación de felicidad que me trasmite la cancioncilla es similar a la de este recuerdo. Tampoco me deja esa niebla distinguir con claridad el graffitty que adornaba la fachada del bar: quizás un pulpo morado. Bastante currado la verdad. Ya hacía unos años que en Móstoles habían dejado de verse sólo pintadas estilo “BERO es Dios” (sí, dios es de Móstoles) para evolucionar en ese arte callejero. El garito tenía una entrada en plan pasillo, con la barra a un lado y, al fondo, un ensanchamiento en el que, sin escenario elevado, estaban los músicos dispuestos a deleitarnos con sus habilidades. Todo bastante cutre, cierto es. Muy en plan sala rock de barrio. Ah, por si os lo estáis preguntando, ya no existe. En su lugar hay un DIA, cadena que compró también todos los locales colindantes para convertirlos en un super.
A pesar de que no pude ver el concierto completo, quedé enamorado de aquellos tipos y se me quedó adherida esa sensación de la que estoy hablando. El guitarrista era Tonky de la Peña, un clásico de antes y de ahora de la escena blusera madrileña. El batería, Armando, con una versión reducida de su instrumento. Mac al bajo. Y con lo que más flipé aquel día, Salva con su caja de armónicas, muchas y distintos tamaños, colores e incluso materiales. Nunca había estado en un concierto donde este pequeño instrumento tuviese tanta representación y protagonismo. Y sí, salí conmocionado de aquel garito. Menos que mi amigo Luis, que experimento un golpe de calor (o quizás el exceso de humo de contrabando porque, amiguitos, todavía se fumaba dentro de los locales y en este tipo de garito el tabaco era lo que menos se consumía) y tuvimos que sacarlo de allí a tomar el fresco. Creo que, como el desastre de amigo que soy, le dejé allí fuera con el resto de colegas para entrar y disfrutar del resto del concierto. Posiblemente la conciencia mi pudo y a las dos canciones salí. Todo esta muy difuso. Será la niebla de los años que dije al principio…o la niebla que me pudieron causar los petas de los allí presentes, qué más da. A la semana siguiente me pasé por la tienda de discos más grande que había en el pueblociudad en aquel entonces, Móstoles Rock, en la plaza del Pradillo, local que pasó a ser un “Todo a 100” con el paso del tiempo, y me compré este disco. No había CD y, a pesar de que el aspecto de la portada no era muy llamativo y que ya casi no compraba vinilos, se vino conmigo a casa.
Para terminar la historia, mis colegas no quedaron tan contentos como yo de la experiencia y no frecuentamos demasiado aquel garito. Con el tiempo (ya vivíamos todos independizados), unos números más abajo en la calle se abrió otra sala, mucho mejor montada, con el escenario en la planta sótano, que quería traer el blues al pueblo. Su nombre era “Soho Blues Live”, enfrente del Teatro (por desgracia duró poco y ahora es un bar de tapas normal). Allí conseguí arrastrar a mi amigo César, presente en el concierto de la Tonky, un día que salimos en plan parejas. Incluso departimos amigablemente con los músicos y nos invitaron a acercarnos al Junco, en Alonso Martínez, a alguna jam session.
Tonky no es un artista que se prodigue demasiado en grabaciones de discos. Lo suyo es más el directo, el circuito del blues en España y Europa. Sin embargo, por aquella época, Tonky consiguió traer de gira por nuestro país a Mick Taylor, leyenda viva de la guitarra, excomponente de Rolling Stones y John Mayall’s Bluesbreakers. Y aprovechando que el Manzanares pasa por el foro, se metieron en el estudio para colaborar en algunos cortes que forman parte de este trabajo. Con una portada bastante sobria de Joaquín García, en la que vemos a Tonky con su guitarra, fue producido por Antonio Blanco en los malagueños Cambayá Studios y consta de 10 temas. Taylor colabora en el que abre el disco, “Killing Floor” y en “Sky is crying” que cierra la primera cara, ambas versiones de célebres blues, así como en otro clásico, “Look watcha done” de la cara B. En el CD, que tiene dos canciones más, también aparece acreditado en otro tema, “Steady Rolling man”. En la cara A tenemos dos composiciones de Tonky, “Blues runs down my leg” y la única en nuestro idioma, “Tronco de Madrid”, mi preferida del disco, donde hace un repaso a la escena blusera de la capital en aquellos años: “La coquette, el Popular y el Café del Mercado también/el Sirocco,el Honky Tonk y esta noche otra vez en La Coquette/me gusta ver las caras de la vasca que lo pasa bien/esto es un blues del foro/esto es un blues del foro/esto es un blues del foro/pídete unos callos que así nos ponemos bien”. En el otro lado del vinilo, que se abre con un slide marca de la casa (ese slide que inventó Muddy Waters porque no podía apretar los trastes con sus dedos destrozados de recoger algodón en los campos de Mississippi), se cierra el disco con otro tema de Tonky, escrito en colaboración con el armonicista Salva Carsi, “Tributo a los viejos”, en este caso instrumental. Entre medias algún clásico americano más.
Ya sé que os he aburrido con mis peripecias juveniles y la parte musical dedicada al disco tiene poca enjundia. Pero es lo que tenemos los abuelos que nos enrollamos y perdemos en los detalles para luego terminar nuestra historia de manera abrupta porque nos hemos dado cuenta de que se nos ha ido el tiempo y hay que acabar lo antes posible. Pero ya ibais sobre aviso, ya os ofrecí mis disculpas al inicio y eso era una pista más que evidente. No quiero reclamaciones.
La música son sensaciones. Por eso es tan grande y universal. Pasad un buen puente y escuchad música.
Tienes razón, la música son sensaciones. Me encantan estas entradas con historia personal detrás en las que lo importante no es el disco sino los recuerdos que provoca. Voy a escucharlo ahora mismo para acompañar mi desayuno. Saludos y buen finde.
ResponderEliminarSensaciones, recuerdos, estados de ánimo. Gracias a la música por existir.
EliminarUn saludo.
Me he dejado este disco para el final, porque sabía que si había blues de por medio iba a ser el que más me iba a gustar. Pobre tu amigo, que casi se queda en medio de una nube tóxica por culpa del blues, jajaja. Pero sin duda conocer a esta gente mereció la pena, y también que lo hayas traído aquí de manera tan brillante. Qué sería de nosotros sin la música y lo que nos hace sentir... Me guardo la lista de reproducción para disfrutarla despacio. ¡Feliz fin de semana largo, y larga vida al blues!
ResponderEliminarEspero que te guste. Hay más blues tamizado por nuestro idioma y forma de ver el mundo.
EliminarGracias por comentar.
Quizá sea el mejor post que has escrito por aquí. Una gozada cuando se comparten peripecias personales como estas. Así se justifica que tengas un disco con portada tan abyecta, je, je. Cada vez eres más tú en el blog y eso mola mucho. Un saludazo y a seguir frecuentando los garitos del pasado hasta que abran los del presente.
ResponderEliminarMe parece exagerado pero te agradezco tus palabras. Ya hemos hablado que mola compartir tus cosas con gente que, aunque no tenga tus mismos gustos, te va a entender o intentarlo.
EliminarUn saludo, tron.
A mi me encanta que me aburras con tus peripecias juveniles. Dejarnos entrar en todos tus recuerdos es tan bonito y tan generoso por tu parte que sólo puedo decirte GRACIAS!
ResponderEliminarPero eso es porque de música tengo poca idea y de alguna forma hay que llenar líneas
EliminarUn saludo y de nada
Las historias de abuelo cebolleta son las que mas enganchan. Mucho mas que un analisis frio del oido de un experto que disecciona cientificamente un arte lleno de sentimientos, recuerdos y lugares como la musica.
ResponderEliminarGracias Luis por leerme. Entiendo que te ha gustado. Por cierto, muy lejos estoy de oído experto. Tenemos pendiente esa cerveza.
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