Fue la noche del viernes. Llegué a casa, era viernes, sí, pero había sido un mal día. Una mala semana, para qué engañarnos. Algo me guió hacia la estantería, no sabría decir exactamente de qué se trataba. Cogí aquel disco, no, no me pregunten por qué fue aquel y no otro, sencillamente, fue aquel. La aguja cayó, comenzó a pasearse sobre los surcos, y entonces lo vi claro. Como una revelación. Como una epifanía. Era, realmente, volver a casa.
Es un axioma clásico entre los amantes de la música, nosotros, tan resabiados y severos guardianes de las esencias, el considerar un disco recopilatorio como un producto de segunda, un (¡horror!) aparato comercial al servicio de esas masas poco cultivadas que no harán el esfuerzo de comprar los discos como fueron concebidos y se conforman con un conjunto de retales inconexos que traicionan el espíritu de las obras, como, en definitiva, el fast food para los gourmets. Sí, a menudo, los amantes de la música somos unos snobs de mierda. Y, total, ya nadie compra discos. Ojo ahí, pollaviejismo con mucha barrica, presencia en boca y notas de frutos rojos.
Al Green, nacido Albert Greene en 1947, inició su carrera como solista soul (¿soulista?) con veintidós añitos, dotado de una voz aterciopelada y sexy, con un falsete privilegiado, y en 1975, ya llevaba nueve LPs grabados, si bien podríamos decir que su carrera empezó a desarrollarse con la personalidad que le catapultaría a los altares, y este dato no es menor, como apreciará el lector más tarde, durante los años setenta. Así, este “Al Green’s Greatest Hits” recoge las gemas de sus cinco primeros discos, registrados, y cuidado con este dato de exhuberancia en el estudio, tan solo entre 1971 y 1974. Vamos, que en el tiempo en el que muchos grupos apenas son capaces de concebir un solo larga duración, el señor Al Green ya había parido cinco, con resultados espectaculares, y combinando temas propios, por otra parte, los más celebrados, con versiones a menudo no menos apabullantes, como “How Can You Mend A Broken Heart”, de los Bee Gees. La mención de este tema de los hermanos Gibb no es casual, como veremos más adelante.
Yo descubrí este “Al Green’s Greatest Hits” hace un cuarto de siglo, y lo hice tomando el CD en préstamo de una biblioteca. Como apreciará el lector, un modo francamente poco rockero de adentrarse en un disco, tal vez, y sin embargo, en aquella época de maltrecha economía estudiantil, una grabadora de CD casera y el acceso al fondo discográfico de la Diputació de Barcelona, me dieron muchos momentos de felicidad. Todavía ronda ese CD grabado por casa, y, si es cuestión de confesar, confesaré que no parece que tuviera muchas esperanzas en él, porque se trata de un CD grabado con la lista de canciones escritas con poco mimo, lejos de esos artworks caseros que empleaba en algunas otras grabaciones. Qué equivocado estaba.
Yo conocí la música de Al Green gracias a Quentin Tarantino, quien escogió su maravillosa “Let’s Stay Together” para la mítica banda sonora de Pulp Fiction. Sonaba en el bar donde Marcellus Wallace le daba las instrucciones a Butch de cómo debía amañar el combate, y de paso, le hacía un discursito sobre el orgullo, que he tenido que hacer propio en no pocas ocasiones. Pero ya les hablaré en otra ocasión de ello. Por ahora, sólo comentar que “Let’s Stay Together” se convirtió en una de mis favoritas de aquella banda sonora. Encontrarme con ese recopilatorio fue encontrarme con un artista que iba mucho, pero que mucho más allá de “Let’s Stay Together”.
“Al Green’s Greatest Hits” - Al Green (1975)
La vida de Al Green, no obstante, cambió significativamente a partir de 1974, justo antes de que este “Al Green’s Greatest Hits” salió a la luz. En ese año tuvo un altercado algo rocambolesco. Al tenía una pareja, y ella le pidió matrimonio, algo que el artista rehusó. La chica, entonces, atacó a Green cuando este se encontraba en la bañera, arrojándole una olla con sémola hirviendo, causándole graves quemaduras. Posteriormente se encerró en una habitación de la casa del divo, y cogió un revólver de su propiedad y se suicidó. Es probable que el lanzamiento del recopilatorio en cuestión fuese un movimiento de la disquera para mantener la atención sobre su cantante mientras él estaba fuera de juego. Porque esta traumática situación le llevó a verlo como “una señal de Dios”, de manera que se preparó para ser ordenado reverendo pentecostal, y al poco, compró una iglesia en Memphis, donde aún dice misa.
Las historias de músicos con iluminaciones divinas no son inauditas, tenemos por ejemplo, el caso del fallecido Little Richard. La cuestión es que su producción posterior tiene bastante menos interés, pasando por una etapa ochentera dedicada al gospel y por un retorno hace una docena de años, tras permanecer lejos de los estudios durante una muy larga temporada.
“Al Green’s Greatest Hits” no es un recopilatorio completista, lo que le hace ganar en enteros. Diez canciones, no más, ningún respiro, maravilla tras maravilla en un compendio que muestra el soul en su vertiente más setentera, con algún acercamiento al funk, algo que los Talking Heads apreciaron y homenajearon en forma de versión (“Take Me To The River”, que, por cierto, se quedó fuera del recopilatorio). Resulta curioso, también, que en la versión inicial del disco, el corte cinco era el mencionado “How Can You Mend A Broken Heart”, versión, insisto, de los Bee Gees, mientras que en posteriores reimpresiones, este quinto corte fue reemplazado por “Love And Happiness”. Canciones sensacionales, ambas, que tal vez lo ideal hubiera sido mantener las dos, y supongo que fue una cuestión de evitar pago de regalías.
De hecho, mi viejo CD grabado contenía “How Can You Mend A Broken Heart”, mientras que hace un tiempo me hice con una versión en vinilo del mismo disco (en esa costumbre manirrota y un punto ridícula que tenemos algunos melómanos) y, tachín-tachán, ahí estaba “Love And Happiness” ocupando la quinta posición. Y nada que objetar, oigan.
Escuchar los primeros compases del primer tema, “Tired Of Being Alone” me trae directamente a cuando tuve mi primer piso, independizado de mis padres, y a una experiencia novedosa que para mí suponía el poder poner música en en salón: solía llegar a casa por la tarde/noche y ese CD fue, durante una tiempo, mi banda sonora personal. La noche del pasado viernes, sin haberlo planeado, de repente tuve esa sensación de haber vuelto a una época, no sé si más feliz, pero desde luego, más esperanzadora. Conviene ser cauteloso, no obstante. La nostalgia, señaló una vez Don Draper en una de sus presentaciones en la serie “Mad Men”, la nostalgia deriva de una palabra griega que, literalmente, significa “dolor por una vieja herida”.
Una estupenda entrada amena y tan entretenida que dan ganas de escuchar el álbum, aunque sé a priori que no va a convertirse en uno de mis preferidos. Pero es la grandeza de este blog. Descubrir música y ampliar las miras. Saludos.
ResponderEliminarFavorito no... pero el albertito es una pasada. Peazo disco.
EliminarGracias, King. Dale un tiento, tal vez te sorprendas. Un saludo.
EliminarUn mundo desconocido para mi dentro de mi época! Gracias muy completa entrada, increíble historia red pill.. recomiendo el libro del ''Varón domado'' de la época. No sabía que salía en Pulp Fiction!
ResponderEliminarSí, la verdad es que la banda sonora de Pulp Fiction no tiene desperdicio alguno.
EliminarDe vez en cuando hay que volver a Al. El Let's stay together me reconforta de manera especial. Gran entrada.
ResponderEliminarGracias. Y la versión de Tina Turner (que tuvo su fama en los 80s) no creo que supere la original de Green.
EliminarQué bueno tenerte de vuelta por aquí. Me ha encantado eso del "pollaviejismo con mucha barrica, presencia en boca y notas de frutos rojos". Porque es verdad: hay mucho anormal, perdón, esnob en esto de la música, y, si ya hablamos de coleccionar o de vinilos, ni el Marqués de la Uva Sagrada catando vino. Escuchando el disco que propones; está siendo un descubrimiento. Igual me ha cazado el señor Green. Por cierto, "la noche del pasado viernes, sin haberlo planeado, de repente tuve esa sensación de haber vuelto a una época, no sé si más feliz, pero desde luego, más esperanzadora": la música nos traslada en el tiempo, nuestra máquina personal, y nos permite escuchar, vivir, beber, sentir otras vidas que tuvimos, no siempre mejores, pero que, al fin y al cabo, son nuestras y nos gusta visitar de vez en cuando. No tardes tanto en volver. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. En efecto, es lo fantástico de la música, que nos puede llevar a otros lugares y momentos, aunque ojo, que también puede ocurrir que eso haga que no podamos escuchar según qué, de vez en cuando, precisamente porque no queremos transitar esas épocas. Un saludo.
EliminarEso también es muy cierto. Nuestras canciones malditas.
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