Ir al contenido principal

Hurricane - Over the edge (Enigma Records, 1988)


Hurricane fue una banda de segunda fila de las muchas surgidas en los años ochenta al calor incubadora del megaéxito del glammy rock, el hair metal y las power ballads. Comenzaron cuando Kevin DuBrow, cantante de Quiet Riot, hizo de celestina entre Robert Sarzo (guitarrista) y Tony Cavazo (bajista). Efectivamente, los hermanos pequeños de Rudy Sarzo y Carlos Cavazo, miembros también de Quiet Riot. No tuvieron suerte con las compañías de discos hasta que reclutaron al cantante Kelly Hansen (acabó en Foreigner en 2005) y al batería Jay Schellen. El cuarteto se autoprodujo un EP y un primer largo con los que salieron de paseo teloneando a Stryper (en la gira To Hell with the Devil). La misma compañía que por entonces llevaba a Stryper, Enigma Records, vio en ellos un filón y pusieron la pasta suficiente para juntar en la producción y las mezclas a Mike Clint (quien acababa de tocar el cielo mediático tras encargarse del Appetite for destruction de Guns n'Roses) y al mismísimo Bob Ezrin en la producción ejecutiva. Con un puñado de canciones propias y un par de ajenas se metieron al estudio y parieron este Over the edge que vio la luz en octubre de 1988, en lo más alto de la ola comercial de hard rock. Aunque no fue un éxito (careció de un baladón o un single puñetazo), les permitió girar el año siguiente y alcanzar un modesto 42 en las listas de ventas.


El álbum contiene diez cortes variopintos, algo irregulares, donde destaca la voz angelical y pulcra de Kelly Hansen, el verdadero protagonista de Over the edge. La batería de Jay Schellen destaca sobremanera en la mayoría de los cortes, pero donde flojea el álbum es en el trabajo de guitarras, pues Robert Sarzo no acaba de dar con el sonido, falta garra y los solos dejan a medias, salvo en momentos puntuales. De hecho, fue sustituido por Doug Aldrich para el siguiente y  mejorado Slave to the thrill. Las composiciones propias son, curiosamente, las mejores, en especial la inicial Over the edge, con su intro acústica y su crescendo, la que abre la cara b, We are strong, con esas voces a capela y un gran estribillo, el rollo Aerosmith de Insane, y la más metalera Give me an inch. Hacen una versión de I'm eighteen de Alice Cooper (que ya produjera década y media antes Bob Ezrin) más lenta que la original, resultona, y meten un tema comercial, rollo pop-metal, compuesto por Jeff Jones, con su estribillo nah-nah-nah-nah que no funcionó como single y no aporta nada.



En definitiva, un producto de la época, que no es un imprescindible, pero que se deja escuchar y recoge algunas buenas canciones. La edición que traigo es la edición de Dro. Funda interior y encarte con créditos y fotos. Por fotos que no sea.

Buen fin de semana, gente.









Comentarios

  1. Npi pero ya que los subes habrá que echarle una escucha a ese LP. No importa que sean de segunda fila, forman parte de nuestras colecciones y algo se les puede sacar. Abrazos man

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Algo les saco, pero vaya, que no lo escuchaba desde hace años. Y creo que pasarán algunos más, je, je. Otro abrazo.

      Eliminar
  2. Me encanta este tipo de rollo, encontrar este tipo de ignotas formaciones de AOR/Glam metal me encanta. Esta ya la conocía., para mí son de de segundo nivel y segunda categoría, me explico:
    Obviamente no fueron de primer a nivel "Rockero general" y tampoco punteros en en submundo aorero, quedando muy lejos de Strangeways, FM, Giant, Signal, Firehouse, Danger Danger, Alias, Dare, Icon, The Storm, Alias, Red Dawn y tantos otros.

    El disco, incluso para tipos almibarados musicalmente como yo, es flojito. No por falta de azúcar, sino por falta de calidad. Mejoraron mucho con Doug Aldrich en Slave to the thrill, ahí estamos hablando de otro nivel.

    Abrazo, qué bueno este caramelito que trajiste...!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. También tienen derecho estas bandas segundonas a aparecer por el Olimpo vinílico de este blog, je, je. Yo siempre he reconocido mi gusto por la "basura", pero estos tipos no están en esa categoría. Una escucha de vez en cuando porque están en la colección y hasta otra. Abrazo de vuelta.

      Eliminar

Publicar un comentario

Otros crímenes...

Georgia Satellites - Georgia Satellites (Elektra, 1986)

  Este podría ser uno de los mejores discos debut de los ochenta si fuera de verdad un disco primerizo. Según como se mire, porque la historia que llevó al parto de esta joya que hoy nos ocupa tiene mucha miga. Remontémonos al inicio de 1983 cuando unos muchachos de Georgia consiguen grabar una maqueta de seis canciones en unos pequeños estudios de Atlanta con Jeff Glixman a los mandos. ¿Y por qué un productor tan afamado se fijó en estos desconocidos? Jeff era un tipo de Atlanta que gustaba de tomar cervezas en los garitos de la zona, allá donde hubiera actuaciones, y coincidió varias veces con “The Satellites” (que así se llamaban por entonces). Congeniaron y les hizo de celestina para aquella primera maqueta. Cuando las fechas para grabar un disco “de verdad” estaban a punto de llegar el verano siguiente, los muchachos partieron peras: adiós banda, adiós oportunidad.  Ya sabemos en este blog que la suerte aparece en el camino de muchos de nuestros músicos favoritos. Y en es...

Ozzy Osbourne - Blizzard of Ozz (Jet records, 1980)

Hoy traigo al blog uno de los discos más importantes de la historia del hard’n’heavy de todos los tiempos, el inicio de la carrera en solitario de un mito, el gran John Michael Osbourne , conocido mundialmente como Ozzy . Y aunque las circunstancias que rodearon al artista en ese momento vital son harto conocidas y se puede encontrar por la red información en abundancia, (creo que) no está de más que haga un pequeño resumen muy condensado en esta entrada.    Estamos en 1970, Black Sabbath han editado su primer disco y el infame manager Don Arden se ofrece para llevar la carrera del grupo. Ozzy Osbourne , el cantante de la banda, tiene 22 años y en las oficinas de Arden conoce a la hija de este, Sharon , de 18. Ellos aún no lo saben pero en unos años la joven se convertirá en una figura imprescindible para el alocado vocalista.    El tiempo pasa y los Sabbath con...

Grand Prix - Samurai (Chrysalis, 1983)

Si quieres cardarte las melenas, ajustarte los pantalones y trasladarte a un garito británico de principios de los ochenta, súbete a este Samurai, no solo por las canciones con un toque de pomposo AOR con guitarras heavies, también por la producción y la mezcla: esas baterías, esos coros, esos tecladitos. Y ten en cuenta que la masterización reciente (la que escuchas en redes y plataformas), ha limpiado un poco el efecto final. Love it or leave it, no hay otra. Y aquí, lo amamos. En Grand Prix se reunieron talentosos músicos jóvenes. En su primera versión, allá por 1980, contaban con Bernie Shaw a las voces, Michael O’Donoghue a las guitarras, Ralph Hood al bajo, Andy Beirne a las baterías y Phil Lanzon a los teclados. Todos se encargaban de cantar y hacer coros. Tras la edición de su primer largo, llamado como la propia banda, Shaw dejó el grupo y fue sustituido por Robin McAuley, quien grabaría los dos siguientes: There for none to lose (82) y este que hoy os traigo. La banda se sepa...

Carlos Santana - "Europa" (CBS, 1976)

Es imposible no identificar esta canción con solo escuchar las cinco primeras notas. A pesar de ser instrumental es tan conocida que cualquiera con un mínimo de cultura musical podría “ cantar ” y reconocer las notas iniciales ( tan-tan-na-na-na-nanananá-tanananá…. ). Y cualquiera con un mínimo de sensibilidad también notará cómo se le eriza el vello. Es una melodía que llega al alma, triste y melancólica, una guitarra que habla y llora, que nos cuenta una historia y, sin necesidad de palabras, solo con las notas de la guitarra es fácil de entender. Pero veamos qué hay detrás de ella. Vamos a desnudarla y a comprenderla.

Sumerlands – Dreamkiller (2022)

El segundo disco de Sumerlands, Dreamkiller , es una reafirmación de principios: heavy metal melódico, con raíces en los años ochenta, pero producido y ejecutado con herramientas actuales. No es un ejercicio de nostalgia, sino una relectura sobria y bien enfocada de una fórmula clásica. Con una duración de apenas 31 minutos, el álbum va al grano, con composiciones cañeras, un sonido equilibrado y una ejecución limpia. La banda ha establecido una firma sonora reconocible en los últimos años y aquí continúa con ese enfoque: guitarras con presencia, sin adornos y sin eclipsar al resto de los elementos. El cambio más notable respecto al debut de 2016 es la incorporación de Brendan Radigan como vocalista. Su desempeño es sólido y contiene un timbre adecuado para este estilo. Radigan no intenta deslumbrar, sino integrarse al conjunto, y lo logra con solvencia. Su fraseo es preciso, su dinámica vocal clara, y sabe cuándo sostener una línea y cuándo dejar que la instrumentación respire. ...