Como podéis ver por el título, hoy os traigo un nuevo vinilo de los míticos Accept. Con esta será la tercera vez que os hable de ellos en este blog por lo que iré al grano sin pararme en presentaciones. Con Accept podemos discutir si eran mejores con Udo a las voces y si Mark Tornillo es un digno sucesor del de Wuppertal o podemos dedicarnos a disfrutar de su música sin meternos en un debate tan estéril como el de si Bon Scott era más auténtico que Brian Johnson. Sin embargo, en lo que todos –creo- estamos de acuerdo es en que ese tal David Reece no encajaba ni con cola en el seno de la banda. Así es amigos, no voy ahora a cantaros las excelencias del norteamericano en su paso por Accept, más que nada porque no creo que tuviese el carisma necesario para alcanzar el nivel del vocalista original, pero sí quiero poner de manifiesto su aceptable labor como vocalista –al menos en el estudio- así como reivindicar la obra en conjunto. Y es que tras editar cinco imprescindibles discos en seis años, en 1987 –cuando ya estaba escrito el que tenía que ser el octavo álbum de los alemanes- Udo Dirkschneider decide lanzar Animal house sin el resto de sus compañeros convirtiendo a dicho trabajo en el que sería el primero de la prolífica carrera en solitario de U.D.O. El tiempo pasa y Udo sigue centrado en su carrera, editando al año siguiente Mean Machine y repitiendo con Mark Dodson a la producción. En ese momento, Baltes, Hoffmann y Gaby Hauke –la todopoderosa Deaffy, manager del grupo y autora de todas sus letras desde los tiempos del Balls to the wall- deciden dar un giro a su estilo y acercarse un poco más al sonido de las bandas norteamericanas, algo a lo que Dirkschneider no se muestra de acuerdo. Así las cosas y con Jörg Fischer desaparecido, lo que queda de Accept decide iniciar la grabación de un nuevo álbum con Hoffmann haciéndose cargo de todas las guitarras y un tal David Reece –un desconocido vocalista de Oklahoma- ocupándose de la imposible tarea de reemplazar al pequeño Udo.
Y esa fue la génesis de Eat the heat, que se convirtió en el octavo álbum oficial de Accept. Producido en los Dierks studios de Colonia por el habitual Dieter Dierks, el resultado fue un disco más que digno que –pese a todo- no resultó del agrado de los fans. Al respecto, David Reece declaró posteriormente que su posición en la banda fue más que incómoda, encontrándose en un mismo momento reemplazando a Udo y colaborando en un cambio de orientación musical, y ambas cosas le granjearon el rechazo por parte de la mayoría de seguidores de Accept. La gira norteamericana con un tal Jim Stacey a la guitarra rítmica fue un completo fracaso –lo que debió ser frustrante, ya que el cambio de dirección musical iba encaminado precisamente a encandilar al mercado de los States- y en Europa las cosas no fueron mejor.
Tres alemanes, un británico recién llegado y un norteamericano en su primera gira profesional, mala combinación de egos para un grupo de amigos acostumbrados a estar juntos durante los últimos diez años y conocer las filias y fobias de cada uno, teniendo que aguantar las ansias de protagonismo del nuevo frontman. Entonces Stefan Kaufmann se lesionó –le tuvo que suplir Ken Mary (Fifth Angel, Chastain, House of Lords, Alice Cooper)- y Reece llegó a las manos con Baltes. Todo ello no hizo más que confirmar lo que nadie entre la parroquia metalhead quería oír: Accept dejaban de existir, al menos de momento.
Por cierto, ya que estamos con los despropósitos, haré constar que en la lámina interior con los créditos y las letras puede verse como bajo la foto de Peter Baltes pone Wolf Hoffmann y viceversa.
El track list de la edición norteamericana para Epic records, que es la que tengo yo, era:
A
X-T-C
Prisoner
Love sensation
Chain reaction
Stand 4 what U R
D-train
B
Generation clash
Turn the wheel
Hellhammer
Mistreated
X-T-C supone un perfecto inicio guitarrero que sirve de presentacion a Wolf, como si quisiera decirnos “aquí estoy yo”, y cuando entra la banda lo hace con potencia, con ese bloque guitarra, bajo y batería martillo neumático style. Además la voz de Reece no suena nada mal, tiene bonitos coros y un solo estupendo. ¿Qué pudo fallar entonces?, pues que por desgracia, el resto del álbum no iba a ser tan idílico. Prisoner posee unos teclados (¡!) y arreglos que no encajan en una canción que, sin estar mal del todo, tiene una producción que no pega con el sonido típico Accept. Por suerte, las cosas se arreglan con Love sensation, un medio tiempo en el que la pegada de Kaufmann, el bajo de Baltes, la estupenda guitarra del de Mainz y la voz de David Reece encajan a la perfeccion, un gran tema que yo hubiese escogido como single del álbum. Le sigue Chain reaction, una estupenda canción con riff típicamente Accept, aunque el estribillo y los coros difieren del estilo de Udo, evidentemente. Stand 4 what U R es otro de esos temas en los que el cambio de rumbo –por cierto, hay pasajes en los que me recuerda el Dreams de Van Halen- dan al traste con el legado de la banda. El final de la cara A llega con D-train, un rápidisimo tema en el que destacan Kaufmann, Reece –y es que vuelvo a decir que el tipo era bastante solvente, sólo que no era lo que el grupo necesitaba- y Hoffmann en un auto duelo guitarrero que –sin embargo- no llega al nivel de antiguos temas espídicos de la banda.
La segunda cara comienza con Generation clash, uno de mis temas preferidos del disco, un medio tiempo con un inicio a cargo de Baltes al que se suma la omnipresente guitarra de Hoffmann –gran trabajo- con la bateria de Stefan marcando el ritmo con fuerza. La parte vocal también está muy bien. Pese a ello, creo que escogerla como single no fue un acierto. Para los que no lo sepáis, deciros que en el Death row de 1994 con Udo de nuevo a las voces, la banda grabó una nueva versión titulada Generation Clash II que no me gustó nada. Turn the wheel es una canción sin ningún interés, me parece de relleno y Hellhammer un tema rápido, muy Accept en su inicio -con grito a lo Udo incluído- que en seguida coge una melodía que no imagino con la voz del bajito cantante de Wuppertal. Eso sí, los coros son también de los que nos tienen acostumbrados, aunque la producción no me acaba de gustar. Y entonces Mistreated finaliza el disco, una balada preciosa que pone la guinda al trabajo y le reconcilia a uno con la banda y ese cambio de dirección artística que a lo largo del elepé se ha manifestado con brochazos aquí y allá.
Hasta aquí mi reseña de hoy. Os adjunto la grabación completa de la versión japonesa –el orden de las canciones difiere del que os he comentado y añade dos bonus titulados I can’t believe in you y Break the ice- para que juzguéis vosotros si este Eat the heat es o no un más que aceptable elepé de hard rock... si obviamos que debía sonar a Accept.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
A mí de Accept me gustan (como del cerdo) hasta los andares. Este me cuesta, la verdad, lo encuentro flojo, aunque, como dices, digno en su conjunto con buenos momentos. De vez en cuando hay que echarle una oreja a las obras "oscuras" de nuestros artistas favoritos, que en todas las carreras hay alguno de estos (Black Sabbath, Motley Crue, etc...). Un saludo.
ResponderEliminarEl último de una época, la de los ochenta, irrepetible. A mí me gusta, pero sí que es cierto que tras Russian Roulette, el salto es alto. Luego vendrían los directos en Japón, la perpetuación de la gloria, y unos años noventa funestos...
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