Ya comenté en mi anterior aparición por #FFVinilo que no suelo comprar mucho vinilo nuevo, sino que suelo tirar de la 2ª mano. A ello debería sumarle el hecho de que no acostumbro a comprar en formato vinilo discos que se hubieran grabado posteriormente a, más o menos, 1991. La razón está en que a partir de esa época, insisto, aproximadamente, las grabaciones se hacían pensando en el formato digital. Principalmente. El caso es que, como en todo, hay excepciones, y la excepción de hoy, amigos, es de las que vale la pena.
Si nos situamos en el año 2001, el rock estaba ya lejos de esa efervescencia popular que trufó casi toda la década de los 90s. Es más, la cosa venía de antes, y puedo decir que entre 1987 y 1997 se grabaron muchísimos discos históricos. Luego, inevitablemente, vino un bajón. Y entre finales de los 90s y principios del nuevo siglo, parece mentira, pero fueron un puñado de bandas venidas del frío norte europeo las que insuflaron vida al rock n’ roll. Todos podríamos citar a las de siempre, a saber, Hellacopters, Gluecifer y Backyard Babies. Habían, sin embargo, otros grupos que pese a no gozar nunca de la popularidad y del alcance mediático (dentro de lo que es el rock) de las mencionadas, bien valían la pena. Hablo de formaciones como Turbonegro, Diamond Dogs, The Soundtrack Of Our Lives, Spiritual Beggars o nuestros protagonistas de hoy, The Flaming Sideburns.
Poco conocidos, estos finlandeses me retrotraen a una buena época en lo personal, y una etapa muy divertida en lo que a descubrimientos musicales se refiere. En esa etapa comencé a escribir para algunos fanzines, en papel y en formato webzine. De ellos, con el que mayor relación tuve fue con el extinto Riff-Fanzine. Ahora sólo sobrevive una versión algo descafeinada de su foro, pero en su momento, aquello significó mucho para mí. He tratado de buscar mi vieja reseña de entonces vía Google. Por desgracia, no he encontrado nada. Supongo que ya no pagan alojamiento y ha desaparecido sin dejar ciberrastro.
“Hallelujah Rock’n’rollah” (Bad Afro, 2001) es el segundo trabajo de este quintento finlandés que cuenta con un argentino como cantante: Eduardo Martínez. Sus interpelaciones e incluso fragmentos en castellano le añaden gracia al conjunto. Aunque en realidad, no engañan a nadie: su música se sostiene sobre dos pilares claros, MC5 y los Rolling Stones de principios de los 70s. Sin experimentación. Sin desviarse del camino. Ni falta que le hace. Al final, cuestiones sobre “estilo” o “evolución” resultan zarandajas siempre y cuando nos encontremos con algo como lo que ofrece este LP, ni más ni menos que once buenas canciones. Así de sencillo.
Su versión más enérgica se materializa en temas como el que abre el trabajo, con guiño futbolero porteño incluido, “Loose My Soul”. Pero que me aspen si “Flowers” no suena a Jagger y Richards tocando en Nellcôte Ville. No hay grandes solos ni lucimiento instrumental. Hay rock n’ roll sin pretensiones. En ese sentido me recuerda a los primeros discos de los Diamond Dogs, cinco tipos tocando sus guitarras, y pasándolo, en apariencia, bien. Por lo menos ésas son las vibraciones que transmiten.
“Hallelujah Rock’n’rollah” es la clase de disco ideal para hacer sonar mientras te preparas para salir de fiesta, mientras conduces hacia tu bar favorito o mientras compartes unas cervezas con los amigos y tienes la noche bailonga. “Sweet Sound Of L-U-V” te hace mover el buyate y “Blow The Roof” suena a Detroit. Un poquito más de Stones en “Street Survivor” y ya está todo servido.
Por desgracia, la cosa no iría mucho más lejos. Sorprendentemente, los Flaming Sideburns tienen sólo 4 álbumes en estudio, entre 2000 y 2007. El disco que menciono me parece el mejor del combo, y el que les permitió cosechar un cierto éxito, que se tradujo en la publicación del mismo para el mercado americano. Y lo hicieron, sí, pero con otro nombre (“Save Rock’n’Roll” en lugar de “Hallelujah Rock’n’rollah” … no sé por qué…) , una horrorosa portada y algún pequeño cambio en las canciones. Su siguiente movimiento fue “Sky Pilots”, el LP posterior, que publicaron en 2003. El resultado no fue tan apabullante como “Hallelujah Rock’n’rollah”.
Lo bonito de estas bandas nórdicas era que no sólo bebían de las fuentes clásicas del hard rock, sino que además tenían en alta estima el vinilo como formato, de manera que sus ediciones eran CD pero también en plástico. Un vinilo de alto gramaje que suena como los ángeles, si estos tocaran con un muro de Marshalls tras de sí. Puro arquetipo escandinavo: las cosas, bien hechas.
Apenas me interesé por el rock escandinavo de los noventa, pero entre los grupos que me llenaron están Diamond Dogs. Me gustan esos tipos.
ResponderEliminarAhora mismo me pongo a escuchar tu propuesta. Saludos.
No los conocía pero si tienen inspiraciones Stonianas y de los MC5, merecerá la pena darle una oportunidad a este álbum. Salud y R&R master
ResponderEliminarEs un discazo. Y sinceramente, Up In Flames es una de las canciones por las que mataría si tuviera un grupo en esta onda. Me parece tremenda, la verdad.
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