Feliz día, amigos. Regreso a este reducto de carcamales amantes de los plásticos surcados por notas musicales con toda una dama de la historia del pop de nuestro siglo –y observad que digo nuestro, no el actual–, ni más ni menos que la imprescindible y multipremiada Patricia Mae –no me digáis que no tiene nombre de camarera de cafetería, de esas de pastel de manzana casero, huevos grasientos y café gratis para la clientela– Andrzejewski. Desde muy pequeña, la niña ya demostraba dotes para el canto por lo que además de actuar en festivales de fin de curso y reuniones familiares de Acción de Gracias, asistía regularmente a clases de música, algo que incluso se prolongó durante la adolescencia con vistas a ingresar en la prestigiosa Juillard School de cara a iniciar una carrera como mezzo-soprano. Sin embargo, como ocurre en muchas ocasiones, ese futuro era más una ilusión de sus progenitores que un deseo de Patricia Mae. Así que, llegado el momento, la chica dijo que la ópera no era lo suyo y se matriculó en estudios de Salud. Claro que, un año más tarde, dejó los estudios, se casó con un soldado que había sido su amor del instituto y entró a trabajar como cajera de un banco.
Sin embargo, pese a que Patricia Mae no se veía sobre los escenarios interpretando a la Carmen de Bizet, lo cierto es que poseía un innegable talento musical del que era consciente desde bien pequeña. Quizás fue por ello que, después de asistir a un concierto de Liza Minelli, decidió que aquello era lo que toda la vida había deseado hacer. Así que con sólo veinte años, dejó el banco y se puso manos a la obra para montar un grupo. Seis años le llevó grabar con Peter Coleman y Mike Chapman a los controles su primer elepé para Chrysalis, un álbum que se colocó en los primeros lugares de las listas de ventas de los Estados Unidos. Había nacido Pat Benatar.
En verano de 1980, Pat Benatar editó el disco que hoy os presento, un álbum que se mantuvo casi cien semanas en las listas de ventas, con singles en el Top 10 durante meses y se convirtió en multiplatino –aún hoy, es el que más se ha vendido de la banda– llevando al grupo al estrellato y proporcionando a Pat su primer Grammy. No está nada mal para un disco que contenía una canción sobre abusos infantiles que pese a ser un éxito radiofónico, no se editó como single. En aquel momento, el grupo estaba compuesto por Pat Benatar a las voces y coros, Neil Giraldo a las guitarras, teclados y coros –un par de años después se casaría con Pat–, Scott Saint Clair a las rítmicas, Roger Capps al bajo y un recién llegado Myron Grombacher a la batería.
Con portada de Leon Lecash diseñada por Ria Lewerke y producido por Keith Olsen en los Sound city studios, el track list del álbum era:
A
Treat me right
You better run
Never wanna leave you
Hit me with you best shot
Hell is for children
B
Little paradise
I’m gonna follow you
Wuthering heights
Prisoner of love
Out-a-touch
En las caras del disco nos encontramos con Treat me right, un perfecto inicio de álbum con una estupenda ejecución vocal e instrumental en el que destacan los guitarrazos de Giraldo. Lo mismo podría servir para You better run, otro exponente de pop rock con mayúsculas –sí amigos, esto es POP ROCK y no Shakira o Melendi–, con la inigualable voz de Pat encajando al milímetro con el ataque más hard rockero de Neil y el resto de la banda. Never wanna leave you es un tema que, en mi opinión, no está al nivel del resto y que se puede obviar perfectamente. Cuestión de gustos. Eso sí, sirve de perfecto preámbulo a dos de mis favoritas, los pelotazos Hit me with you best shot –el segundo single del disco– y la polémica Hell is for children.
Al dar la vuelta al vinilo, encontramos Little paradise, otro estupendo vehículo de lucimiento para Pat y Neil. I’m gonna follow you es una pequeña joya que no consta entre las canciones mas conocidas del grupo pero que a mi modo de ver es todo un temazo. ¿Y qué decir de la versión de Wuthering heights?, pues que no se limita a ser una simple copia y resulta ser una preciosidad a la que Giraldo aporta un aire diferente a la original. Prisoner of love no me aporta demasiadas sensaciones y el álbum finaliza con Out-a-touch, otro tema más cercano al hard que al pop por –cómo no- obra y gracia de Giraldo –obviando la vertiente sentimental–, parte indisoluble del tándem creativo con Pat.
Es una excelente cantante, inigualable para mi. Si debo elegir música catalogada como POP o POP ROCK eligiría sin duda material de ella. Enorme Pat Benatar con éste trabajo imperdible para todos aquellos que buscan buen material de los '80s.
El disco de esta semana es uno de mis favoritos de los últimos años. No es un género que actualmente escuche demasiado pero sí que me gusta reescuchar los mejores trabajos que se han sacado en el mismo. Es por ello por lo que desde hace tiempo estaba pendiente de incorporar a mi colección. Power Trip no se anda con rodeos. Nightmare Logic es una descarga de thrash moderno con actitud hardcore, que toma las raíces del género y las machaca con rabia y contundencia. Ocho temas, poco más de media hora, y ni un momento de tregua. La fórmula es simple, pero funciona como un mazo: riffs afilados, ritmos implacables y una producción que potencia el golpe sin necesidad de embellecerlo. "Executioner's Tax (Swing of the Axe)" se ha convertido en un himno por méritos propios: groove pegajoso, mensaje directo y una ej...
Este podría ser uno de los mejores discos debut de los ochenta si fuera de verdad un disco primerizo. Según como se mire, porque la historia que llevó al parto de esta joya que hoy nos ocupa tiene mucha miga. Remontémonos al inicio de 1983 cuando unos muchachos de Georgia consiguen grabar una maqueta de seis canciones en unos pequeños estudios de Atlanta con Jeff Glixman a los mandos. ¿Y por qué un productor tan afamado se fijó en estos desconocidos? Jeff era un tipo de Atlanta que gustaba de tomar cervezas en los garitos de la zona, allá donde hubiera actuaciones, y coincidió varias veces con “The Satellites” (que así se llamaban por entonces). Congeniaron y les hizo de celestina para aquella primera maqueta. Cuando las fechas para grabar un disco “de verdad” estaban a punto de llegar el verano siguiente, los muchachos partieron peras: adiós banda, adiós oportunidad. Ya sabemos en este blog que la suerte aparece en el camino de muchos de nuestros músicos favoritos. Y en es...
Todas las bandas alcanzan en algún momento un “punto final”: si sobreviven a esa crisis el futuro del grupo está asegurado; de lo contrario, ¡adiós, amigos! En el caso de Magnum , este es el álbum que cambió la historia de la banda, el que pudo haber sido el final y se convirtió en la puerta al futuro. Porque, cuando los muchachos estuvieron listos para grabar el que sería su cuarto disco de estudio, se encontraron con un “pequeño” contratiempo: la compañía (Jet Records) se negó a poner dinero para un productor o un estudio decente. Y, eso, teniendo en cuenta que su anterior Chase the dragon había alcanzado un decente puesto 17 en las listas de ventas británicas. Tony Clarkin se vio en la obligación de encargarse de la parte técnica por primera vez (en el futuro lo haría numerosas veces) y en unos estudios que, según sus palabras, “tenían un nivel tecnológico de 1930”. Bob Catley hizo de ayudante de producción y Dave Garland de ingeniero. "¡Vamos a hacer una tortilla de pat...
Si quieres cardarte las melenas, ajustarte los pantalones y trasladarte a un garito británico de principios de los ochenta, súbete a este Samurai, no solo por las canciones con un toque de pomposo AOR con guitarras heavies, también por la producción y la mezcla: esas baterías, esos coros, esos tecladitos. Y ten en cuenta que la masterización reciente (la que escuchas en redes y plataformas), ha limpiado un poco el efecto final. Love it or leave it, no hay otra. Y aquí, lo amamos. En Grand Prix se reunieron talentosos músicos jóvenes. En su primera versión, allá por 1980, contaban con Bernie Shaw a las voces, Michael O’Donoghue a las guitarras, Ralph Hood al bajo, Andy Beirne a las baterías y Phil Lanzon a los teclados. Todos se encargaban de cantar y hacer coros. Tras la edición de su primer largo, llamado como la propia banda, Shaw dejó el grupo y fue sustituido por Robin McAuley, quien grabaría los dos siguientes: There for none to lose (82) y este que hoy os traigo. La banda se sepa...
Es imposible no identificar esta canción con solo escuchar las cinco primeras notas. A pesar de ser instrumental es tan conocida que cualquiera con un mínimo de cultura musical podría “ cantar ” y reconocer las notas iniciales ( tan-tan-na-na-na-nanananá-tanananá…. ). Y cualquiera con un mínimo de sensibilidad también notará cómo se le eriza el vello. Es una melodía que llega al alma, triste y melancólica, una guitarra que habla y llora, que nos cuenta una historia y, sin necesidad de palabras, solo con las notas de la guitarra es fácil de entender. Pero veamos qué hay detrás de ella. Vamos a desnudarla y a comprenderla.
Es una excelente cantante, inigualable para mi. Si debo elegir música catalogada como POP o POP ROCK eligiría sin duda material de ella. Enorme Pat Benatar con éste trabajo imperdible para todos aquellos que buscan buen material de los '80s.
ResponderEliminarLo tengo en casette, uno de esos discos que recuerdan tiempos mas jovenes de nuestro siglo.
ResponderEliminarSaludos.
Discazo ! que poder tenia esta mina e incluso por lo noventa se le animo al blues con bastante acierto .Un saludos
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