Este podría ser uno de los mejores discos debut de los ochenta si fuera de verdad un disco primerizo. Según como se mire, porque la historia que llevó al parto de esta joya que hoy nos ocupa tiene mucha miga. Remontémonos al inicio de 1983 cuando unos muchachos de Georgia consiguen grabar una maqueta de seis canciones en unos pequeños estudios de Atlanta con Jeff Glixman a los mandos. ¿Y por qué un productor tan afamado se fijó en estos desconocidos? Jeff era un tipo de Atlanta que gustaba de tomar cervezas en los garitos de la zona, allá donde hubiera actuaciones, y coincidió varias veces con “The Satellites” (que así se llamaban por entonces). Congeniaron y les hizo de celestina para aquella primera maqueta. Cuando las fechas para grabar un disco “de verdad” estaban a punto de llegar el verano siguiente, los muchachos partieron peras: adiós banda, adiós oportunidad.
Ya sabemos en este blog que la suerte aparece en el camino de muchos de nuestros músicos favoritos. Y en esta ocasión la suerte tomó la forma de la codicia y el oportunismo. Kevin Jennings, representante de la banda, paseó aquella demo por medio mundo, logrando el interés de un pequeño sello de Londres, Making Waves, que editó la demo en forma de EP con el título Keep the faith en 1985.
Para sorpresa de los implicados las canciones de esa rudimentaria producción recibieron numerosos halagos y comenzaron a sonar en las radios británicas. Imagina la sorpresa de los protagonistas cuando encontraron una copia importada de la revista Melody Maker en el quiosco del barrio de su Atlanta natal con su foto y una magnífica crítica del EP. Lo más divertido de esto es que en aquella revista se referían a ellos como The Georgia Satellites, en vez de su “nombre real” (tan solo The Satellites). Alguien decidió bautizarles así porque ya había otra banda británica con el mismo nombre.
Como no hay mejor acicate para un mánager que oler el dinero, Jenngins cogió un vuelo transoceánico, convenció a nuestros chicos para retomar la banda y firmar un contrato con una compañía grande: Elektra Records.
Georgia Satellites comenzó realmente a existir en ese momento, con Dan Baird, voceras principal y guitarrista, y Rick Richards, guitarrista y cantante ocasional, supervivientes de aquella maqueta, sumando al baterista Mauro Magellan y al bajista Rick Price. Ese tal Jeff Glixman, que les había hecho caso al principio y tutelado su primera maqueta, volvió a ponerse al mando, esta vez en unos estudios “decentes” y con presupuesto. Glixman es un habitual de este blog: Masque y Point of know return de Kansas, el “disco en solitario” de Paul Stanley, el Chase the dragon de Magnum, el Power & the glory de Saxon o dos joyas de Gary Moore como Corridors of power y Victims of the future adornaban por entonces sus estanterías. Palabras mayores.
Para quien no haya escuchado nunca los satélites de georgia: imagina a Chuck Berry, Keith Richards, Rod Stewart y Malcom Young paseando un atardecer por Atlanta y compartiendo una botella de Jack Daniels. A eso suena esta joya. A rock atemporal de dobles guitarras y voces nocturnas. Regrabaron dos cortes del famoso EP, robaron una canción a un amigo, clavaron una versión de The Faces y añadieron seis composiciones nuevas, cinco de Baird y una de Richards.
Arranca la experiencia con la famosa Keep your hands to yourself con ese tufazo seventies y toda la diversión de una noche postadolescente de colegas. “I said, honey, i’ll live with you/for the rest of my life/se said, no huggee, no kisses/until you make me a wife”. Las manitas quietas que quiero llegar virgen al matrimonio. Se calzan los zapatos de Berry para Railroad Steel: mueve tu culo con el rifazo y ese sencillo juego de bajo-batería que ha protagonizado un millón de canciones iguales, pero que siempre te engancha. “Baby I got my finger right on your pulse/poundin’ just like a drum/(…)/and I swear to God in Heaven that little girl’s gonna remember a man like me”. Tela. El rollo Bon Scott que la voz de Richards da a Battleship chains me encanta, una de mis favoritas. El tema fue compuesto por un amigo de la banda, Terry Anderson, que intentaba firmar su primer contrato y se llevó la sorpresa de encontrar su tema estrella en el disco de sus traidores colegas. Dicen las malas lenguas que el enfado se le pasó con el primer cheque de los royalties, pues salió como segundo single de un disco platino; mal no le fue. Red light, con su intro roquera y esa línea melódica, me recuerda inevitablemente a “la Creedence” tanto por la interpretación vocal de Baird como por los continuos punteos y solos intercalados. El cierre de esta cara con The myth of love navega en el rocanrol más Keith Richards del disco (puedes imaginarte a Jagger contoneándose en el escenario) con un magnífico estribillo.
Rick pone la voz principal al girar el plástico en su única aportación compositiva, Can’t stand the pain. Petty y sus Heartbreakers más salvajes resuenan en los altavoces mientras nuestros chicos se quejan de penurias amorosas “I’m dreamin’ ‘bout you baby/each and every day/try and wash my head out of the things you say”. Si la energía de este corte no te funde los plomos, háztelo mirar. Golden light bucea en el slide y las líneas melódicas alargadas hasta un estribillo que parece parido quince años antes, glorioso “you can tell me how nothin’ changes/but nothin’ stays the same/lost in a golden light”. Quizá sea el corte más “sureño” el siguiente Over and over, con su aromilla a tabaco y bourbon. Curiosamente, aun compuesto y cantado por Baird, se asemeja mucho a Battleship chains. Vuelve el rollito Stones en el riff de Nights of mystery con un enganche de las dos guitarras lleno de química buena, quizá mi guitarreo favorito del álbum, y ese momento “paradinha” en el medio queda fantástico. Y, para cerrar, la increíble versión de Every picture tells a story de The Faces, tan personal que parece un tema propio, bien encajada en el sonido de la banda.
Rick Richards comentó una vez que no le sorprendía que tantas bandas jóvenes hicieran versiones de sus temas: “the reason it’s so fuckin’ easy top lay that you could play that tune in your sleep!”. Seguro que eso ayuda, Rick, pero son tan pegajosas las melodías y tan divertidas que uno puede agarrarse a ellas sin vergüenza ninguna.
El disco se publicó en octubre del 86 y despegó rápido en las listas de ventas gracias al suculento Keep your hands to yourself, sencillo que alcanzó el número 2 en el Billboard Hot 100, por detrás del Livin’ on a prayer de Bon Jovi. Más alto no se podía llegar ese año. Para febrero de 1987 recibió el disco de oro y en verano el ansiado platino. Lo que parecía una apuesta arriesgada, acabó siendo todo un éxito. Los protagonistas lo recuerdan así: “you had hair metal on the one hand and Gary Numan and electronic weirdness on the other and we were nothing like any of that”. Ellos no encajaban. Y esa fue su llave al éxito.
Mi edición la compré en Lisboa hace ya unos añitos casi sin querer. En una de esas visitas vinílicas que suelo hacer cuando viajo, ya con otra presa en la mano, al ir a pagar, encontré una caja de ofertas. Mientras esperaba mi turno cotilleé y, vaya, por cinco euros me ofrecían a estos muchachos con cara de resaca. A la maleta. Qué menos. La parte visual la firma un tipo veterano de Atlantic Records, Bob Defrin, y las fotos en blanco y negro macarrillas las tomó David Kennedy, también de culo pelado en sesiones variopintas (Cheap Trick, Joe Perry, Springsteen, Michael Bolton). Todo sencillo, como la música que contiene.
Pasad un fin de semana rocanrolero, gentuza.
Muy bien documentada la primera parte del texto, enhorabuena. Sea como fuere, el debut (o no) de Georgia Satellites es un auténtica pasada, una sobredosis de rock and roll abarrotada de actitud, como todo lo que ha firmado Dan Baird. Gran disco a pesar de adolecer de una producción que peca un tanto de ochentera, en especial por el tratamiento de las percusiones.
ResponderEliminarGracias, saludos.
Gracias por la parte que me toca. Es un disco casi único por esa actitud de la que hablas sobre todo, pero también por ese sonido que a mí me encanta. Un saludo.
EliminarRock'n roll puro y duro, con momentos más AC/DC o Aerosmith muy de mi gusto y otros más blues rockeros clásicos que no me enganchan demasiado, pero disfrutables en general. Los conocía de nombre pero no los había escuchado en la vida ¿lo puedes creer?. En fin, estupenda entrada con la que he completado las escuchas #FFVinileras de este fin de semana de lo más ecléctico. Un abrazo. KING
ResponderEliminarMuy variopinto ha quedado esta semana, sí. A míe ha tocado poner el punto guitarrero. Porque este disco es , sobre todo, una fiesta roquera. Love it or leave it, no hay dobles vueltas ni trampantojos. Un abrazo
Eliminarenorme disco colega. ha sido ver la reseña y venirse montones de viejos recuerdos de la época en que lo compré. Fíjate si los chicos de Baird eran buenos que llevaron por la calle de la amargura al mismísimo Tom Petty en la gira del Let Me Up.
ResponderEliminarTenía que ser tremendo aguantarlos encima y debajo del escenario 😂 Petty tampoco estaba en su mejor momento, claro. Me alegra haberte acercado música buena y recuerdos al mismo tiempo. Un saludo.
Eliminar