Vaya por delante que no quiero ir de snob, cultureta ni nada similar. Qué va. Yo soy uno más de ese rebaño español que no tiene ni pajolera idea de la música portuguesa, en general, y del rock en portugués en particular. Este verano decidí rellenar, mínimamente eso sí, esa laguna musical. Y la razón fue que iba a pasar una semana de vacaciones en algunas ciudades lusas por lo que tomé la determinación de llevarme a casa como recuerdo un vinilo de algún grupo rock portugués. Estuvo a punto de no ser así porque me planté el penúltimo día, sábado, buscando una tienda de discos abierta en Oporto. Me costó, pero al final pude curiosear en los estantes de una, Porto Calling , a diez minutos andando de la Iglesia de los Clérigos, de la del Carmen y de la famosa librería Lello (esa que se supone inspiró la librería del callejón Diagon de Harry Potter), en uno de los barrios más de moda, el barrio de Cedofeita. Y resulta que las modas se pagan y los vinilos estaban un poco caros, la ve