Hace unos días me encontraba yo como un gorrino en plena charca escuchando el White Bear de los Temperance Movement. El disco agonizaba con ese broche dorado llamado I Hope I'm Not Losing My Mind y decidí (aprender a hacerme yo la maleta, es más sencillo así) que era momento de embarcarme en una de mis listas interminables, capaces de asustar a la de Schindler. Peliculones aparte, empecé a recopilar con enfermiza dedicación un suculento plato cuyos ingredientes tenían en común el síndrome de pertenencia a la cosecha del 95, entre los que estaba esta joyita. Una cosa llevó a la otra y, en fin, aquí estamos. Los Maddening Flames podrían ser catalogados como uno de los secretos mejores guardados de nuestra música, que dirían los entendidos. Yo prefiero referirme a ellos como un grupo de puta madre con la misma dosis de suerte que capacidad comercial. Y eso que los años 90 en mi querida España, esta España mía y esta España nuestra vieron como un buen puñado de grupos ofrecían jugosa...