La reunión había resultado más corta e insatisfactoria de lo habitual. Así que decidí dar un pequeño rodeo perdiendo mis pasos por alguna calle perpendicular a San Bernardo en vez de tomar la Gran Vía para llegar al templo de Debod, donde había dejado el coche. Terminé cogiendo la calle Noviciado que siempre me ha parecido coqueta. Tampoco iba muy atento, pero, de repente, me paré en un escaparate que anunciaba un comercio muy peculiar: una pastelería perruna. Sí, pastelitos, tartas y galletitas para nuestros amigos peludos de cuatro patas. Esas cosas que sólo puedes ver en las grandes ciudades, ya sabéis. Y fue entonces, curioseando esas delicias para gourmets caninos, cuando mis ojos cayeron sobre el escaparate de la tienda de al lado, que había pasado de largo momentos antes. Allí estaba el disco el vinilo que hoy os traigo, con un precio redondo de 20 euros. Pensé que el destino tiene formas curiosas de hacerte llegar a término de un viaje y no dudé en entrar en Marilians Rec