Este es otro de los vinilos que me traje de Polonia, que no es polaco... pero casi. Me explico. Como veis, se trata de Shock waves, editado en 1984 y tercer elepé de la banda belga Killer a la que recuerdo conocer de nombre, pero en la que nunca profundicé. Formada en 1980 por el guitarrista y vocalista Shorty (Paul Van Camp) y su amigo el batería Fat Leo (Leon Van Roosbroeck), contó con la adición posterior del bajista y vocalista Spooky (Ivo van Dooren). Después de editar dos discos, Alfie Falckenbach –publicista de la banda– cumplió el sueño de crear su propio sello discográfico, Mausoleum, y por supuesto, Killer fueron uno de sus primeros fichajes.
Con un line up formado por los mencionados Shorty, Spooky y Double Bear (Robert Cogen) –que había substituido a Fat Leo tras su marcha después de editar el primer elepé de la banda–, los Killer entraron en en el Harry’s Studio y grabaron el álbum más exitoso de su carrera, que les proporcionó notables críticas, la posibilidad de sacar un disco en directo con Dieter Dierks en los controles –al parecer, la grabación tuvo lugar pero nunca vio la luz– y la realización de un tour por Polonia en 1986 que supuso un enorme éxito de público, algo digno de remarcar ya que no olvidéis que por entonces, el país se encontraba tras el telón de acero. Ese tour y la fama que Killer obtienen en Polonia es la razón por la que el sello Razem lanza en dicho país este disco, edición que es la que poseo. Así que –volviendo al principio de la entrada– este Shock waves no es polaco, pero casi.
Con portada de Patrick Meeze, ilustrador belga que por entonces trabajaba para el estudio de diseño Blue Print, el inicio del disco no puede ser más agresivo, con una batería desbocada que precede la entrada de las voces que protagonizan Shock waves, el tema que le da título al álbum y que es una mezcla de speed metal y punk rock, muy en la línea de los primeros Motörhead, con una producción muy cruda. Le sigue Scarecrow, más comedida en cuanto a velocidad pero con el mismo sonido de heavy rock sucio pero donde incluso hay un estribillo con algo parecido a coros.
En In the name of the law, si no fuese por la crudeza del sonido y la voz rasposa de Spooky –la voz de Van Camp es más melódica–, hay momentos en que la influencia del Ronnie James Dio de Kill the king se me hace bastante clara. Por cierto, que aunque abusa del trémolo, en este tema se manifiesta la solvencia de Paul Van Camp a las guitarras, quien no puede negar que es un seguidor de los primeros discos de Iron Maiden, algo que se nota también en la instrumental King Kong con la que finaliza la cara. A estas alturas, no sorprende el tono de Blood on the chains con la que inauguran la cara B, aunque aquí se advierte que la voz de Spooky es más aguda y chillona que en los temas precedentes. Y musicalmente, creo notar cierta cercanía a los Accept de Restless and wild. Richter scale 12, sin embargo, me evoca a un joven Paul Di’Anno cantando speed metal. Con sus 4 minutos, es la canción más corta de un disco en el que la mitad de los temas superan los 6.
In the eye of my gun es puro NWOBHM style, con unas buenas guitarras y una producción menos cruda en la que la voz parece más limpia (seguramente se trata de Shorty, aunque desconozco en realidad quién de los dos vocalistas cantaba cada tema). Y el punto final al álbum lo pone Time bomb, tema con un inicio guitarrero de ecos Rainbowianos de la época Dio, instrumentalmente muy cuidado pero con unas voces entre cazallosas y estridentes que en mi opinión destrozan la canción. Una pena.
Aún así, ha supuesto todo un descubrimiento y un disco de escucha obligada para fans
del heavy metal ochentero enérgico y espídico, así como para
amantes de los grupos de segunda división, esos obreros de la música cuyo
esfuerzo y dedicación no alcanzó las cotas de popularidad de otros
coetáneos.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
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