Hoy os traigo el séptimo hijo del séptimo hijo (más o
menos), una preciosa basura melódica “as usual” que, espero, os resulte un
descubrimiento tan bueno como lo fue para mí. Hasta hace pocos meses ni siquiera había
oído hablar de estos tipos; por casualidad, en una de esas búsquedas random que
a veces hago por Deezer, cayó el tema It’s inevitable y le encontré algo, un
regustillo AOR ahí al fondo, que me hizo ahondar más. Tras varias canciones,
comencé la escucha de álbumes completos. Y a las pocas semanas me había
empapado de la discografía variopinta de estos tipos. Y, de manera inevitable,
como la canción, bicheando en redes y tiendas por algún vinilo a buen precio. Y
aquí está, por fin, en nuestro blog. ¡Que no nos falte de nada!
Charlie fue el vehículo creativo del cantante y compositor
Terry Thomas, más famoso por su labor como productor y arreglista que por el
desempeño en este combo. Thomas, que ya se encargaba de mandar y mucho en el
sonido de Charlie, dedicó todo su tiempo a la sala de máquinas una vez desaparecida
la banda. Entre sus clientes: Bad
Company (Dangerous age, 88, Holy wáter, 90, Here comes trouble, 92), Giant
(Loas of the runaways, 89, Time to burn, 92), Tesla (Bust a nut, 94) y
Foreigner (Unusual heat, 91). Casi nada la colección.
Volviendo a la banda, Thomas comenzó con el grupo en los
albores de la década de los setenta de garito en garito londinense, sin mucho
éxito, hasta conseguir publicar el primer disco en 1976. Llegaron a girar con
The Who y Focus. En el siguiente (Fantasy girls, 77) metieron un single que
alcanzó cierto éxito en Estados Unidos: Turning to you. Disco tras disco
excavaron su nicho en el mercado yanqui, principalmente, siendo su cúspide
comercial el tema She loves to be in love, que alcanzó en 1978 el nada desdeñable
puesto 54 en el Billboard. Tras muchos problemas en el cambio de década,
incluyendo despido de la compañía de discos, abandono de músicos y otras
vicisitudes legales, se rearmaron y volvieron con más fuerza en 1983 para su
séptimo largo, este homónimo, cuyo primer single trepó hasta el Top 40 yanqui y
su humorístico (sic) vídeo caló en la creciente MTV. Fue su canto del cisne.
Thomas intentó lanzarse en solitario, pero tuvo que poner el nombre de la banda
en lo que acabó siendo el octavo y último, por entonces, desbandando
definitivamente a “los charlies” en 1986. Aunque se reunieron (Thomas y unos
amigos) en el siglo XXI y llegaron a editar dos largos, no tuvieron continuidad
y cesaron, definitivamente (por ahora), en el 2015.
Junto a Terry, otro Terry a la voz. Mr. Slesser. Poca broma
con este tipo. Un poco gafe o el eterno suplente o el currito del rock, vaya
usted a poner la etiqueta que quiera. Entró en su primer grupo sustituyendo al
cantante muerto en accidente de moto. Duró un disco. Cantó al lado de Paul
Kossoff en la efímera banda Black Street Crawler a finales de los setenta (un
disco). Sustituyó a Brian Johnson en Geordie cuando se enroló en AC/DC (no
llegó a grabar nada, la banda desapareció al poco). Estuvo a punto de quitarle
el puesto a Bruce Dickinson en Iron Maiden cuando Steve Harris buscaba el
sustituto de Paul DiAnno. Tras grabar este disco con Charlie (que desapareció),
se enroló en la enésima versión de la banda de Michael Schenker (Group en esta
ocasión). Y poco más. Se ganó la vida unos años de banda tributo en banda
tributo. Un tipo que estuvo a punto de triunfar varias veces. A punto.
Completan el quinteto el bajista John Anderson (no, no ese
Anderson) y ¡dos bateristas! Steve Gadd y Robert Henrit, quien anduviera tras
los parches de Argent antes de recalar aquí.
El productor elegido no podía ser más acertado para el giro
musical que perseguía Thomas: Kevin Beamish, mago tras el éxito de REO
Speedwagoon y su multiplatino Hi-infidelity (1980). Este tipo me ha hecho gozar
muchas horas de azúcar: Jefferson Starship, Lionheart, Y&T, el Crusader de
Saxon, el primero de McAuley con Schenker y la joya oculta Break out de Cold
Sweat, entre otros.
Y el equipo de cerebros se redondea con Robert John “Mutt”
Lange, el responsable de discos multiventas como (por entonces) Back in black
de AC/DC, el 4 de Foreigner o el Pyromania de Def Leppard (grabado este mismo
año). El señor Lange está acreditado, literalmente, “for many happy armonies”.
La canción más famosa del combo abre la escucha. It’s
inevitable tiene cierto recuerdo a Phil Collins en la melodía y la forma de
cantar, adornado con un estribillo goloso y una letra sencilla. El ritmo
“sintetizado” no ha envejecido mal. Y el solo breve resulta hermoso. Thomas no andaba mal de técnica, ya
escucharás. “Our eyes meet/that smile you can’t hide/tells me what you’re
feeling inside/those eyes cannot lie”. Comienza Tempted con un sinte
ochentero y, bueno, toda la canción es un compendio de ramalazos ochenters.
Adorable. El estribillo entra muy rápido y a partir de ahí comienza a adornarse
un poco más el corte. Las guitarras, siempre, suenan contundentes, aunque con
poco volumen. Incluye un solo de saxofón, también muy de la época. La mezcla,
aunque al principio extraña, me resulta agradable y pegadiza. La consabida
balada, preferiblemente en el tercer lugar de la cara A, sigue empapando de
melaza nuestro cerebro: Spend my life with you. Qué decir de este estribillo tan REO, lo adoro. Ese
coro al fondo mientras Slesser rompe emocionado a decirle a su amada que pasará
toda la vida con ella. ¿Se puede ser más hortera y roquero a la vez? Y Thomas
no baja el nivel con su melódico solo. El rock blockbuster llenaba las
estanterías y las radiofórmulas en los años ochenta, temazos destinados a
acompañar o promocionar películas mediocres o magníficas, eso daba igual, ya
decidiría el público. Pues bien, aunque nunca Charlie participó en alguna banda
sonora, estoy seguro de que este Never too late hubiera encajado en cualquier
peliculón de acción y héroes salvadores que acaban con el malo y en la cama de
su amada. Ya sabes lo que va a sonar, dale al play, va. Las armonías a partir
del minuto 2 y treinta segundos, por favor, para volver calmado al tema
principal y acabar estribillo en mano. Dale, dale. Para cerrar la cara nada
mejor que una canción juguetona. Playing to win, buah, puro almíbar, con un
crescendo glorioso. Igual en el estribillo se les va la mano con el sinte (y si
lo digo yo…). Slesser canta muy bien; no creo que hubiera encajado con Steve
Harris, pero vaya usted a saber; igual no se mereció tan poco éxito en su vida.
La cara B vuelve al universo de las listas de ventas poprock
arrancando con el saxo y un ritmo acabalgado. The heartaches begin coge impulso
en el puente y el estribillo, de nuevo con hermosas armonías. El saxo vuelve a
cobrar protagonismo en los interludios y lo cede a la guitarra en el solo (qué
menos). El tema más largo, siete minutazos, lleva por título You’re everything
I need y comienza con una ambientación oscura, donde el sinte y la guitarra nos
acompañan a una experiencia melódica fantástica. Esa producción vuelve a
acercarles al universo REO y les sienta bien. Quizá el mejor estribillo del
álbum. La canción evoluciona, con un toque prog, añadiendo matices y arreglos,
hasta una parte final donde, tras una breve calma, desarrollan una interesante
parte instrumental. Ideal para una teleserie tipo Roseanne o Cheers, con su
piano y su sinte pegajoso, se encienden mis pupilas con el estribillo de This
time, almíbar roquero. No sé qué tendrán últimamente las bandas canadienses de
esta época, pero me tienen enganchado. Cerramos el paseo con Can’t wait till
tomorrow, donde cierto poso setentero en el órgano y la melodía deja paso a un
puente-estribillo con claro recuerdo a Journey; incluso el solo remeda los de Neal
Schon.
La portada es responsabilidad de Roland Schmidt basada en una fotografía de Pet Turner. Llamativa, tanto por los colores como por la fuga visual hacia el nombre de la banda. Más sencillo y no tiene portada. Edición europea impresa en West Germany en la época, todo muy bien acabado y conservado.
Dadle una escucha mientras os tomáis una bebida espirituosa, que entra muy bien. Buen fin de semana.
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