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Charlie - Charlie (Polydor, 1983)

 

 

Hoy os traigo el séptimo hijo del séptimo hijo (más o menos), una preciosa basura melódica “as usual” que, espero, os resulte un descubrimiento tan bueno como lo fue para mí. Hasta hace pocos meses ni siquiera había oído hablar de estos tipos; por casualidad, en una de esas búsquedas random que a veces hago por Deezer, cayó el tema It’s inevitable y le encontré algo, un regustillo AOR ahí al fondo, que me hizo ahondar más. Tras varias canciones, comencé la escucha de álbumes completos. Y a las pocas semanas me había empapado de la discografía variopinta de estos tipos. Y, de manera inevitable, como la canción, bicheando en redes y tiendas por algún vinilo a buen precio. Y aquí está, por fin, en nuestro blog. ¡Que no nos falte de nada!

Charlie fue el vehículo creativo del cantante y compositor Terry Thomas, más famoso por su labor como productor y arreglista que por el desempeño en este combo. Thomas, que ya se encargaba de mandar y mucho en el sonido de Charlie, dedicó todo su tiempo a la sala de máquinas una vez desaparecida la banda. Entre sus clientes: Bad Company (Dangerous age, 88, Holy wáter, 90, Here comes trouble, 92), Giant (Loas of the runaways, 89, Time to burn, 92), Tesla (Bust a nut, 94) y Foreigner (Unusual heat, 91). Casi nada la colección.

Volviendo a la banda, Thomas comenzó con el grupo en los albores de la década de los setenta de garito en garito londinense, sin mucho éxito, hasta conseguir publicar el primer disco en 1976. Llegaron a girar con The Who y Focus. En el siguiente (Fantasy girls, 77) metieron un single que alcanzó cierto éxito en Estados Unidos: Turning to you. Disco tras disco excavaron su nicho en el mercado yanqui, principalmente, siendo su cúspide comercial el tema She loves to be in love, que alcanzó en 1978 el nada desdeñable puesto 54 en el Billboard. Tras muchos problemas en el cambio de década, incluyendo despido de la compañía de discos, abandono de músicos y otras vicisitudes legales, se rearmaron y volvieron con más fuerza en 1983 para su séptimo largo, este homónimo, cuyo primer single trepó hasta el Top 40 yanqui y su humorístico (sic) vídeo caló en la creciente MTV. Fue su canto del cisne. Thomas intentó lanzarse en solitario, pero tuvo que poner el nombre de la banda en lo que acabó siendo el octavo y último, por entonces, desbandando definitivamente a “los charlies” en 1986. Aunque se reunieron (Thomas y unos amigos) en el siglo XXI y llegaron a editar dos largos, no tuvieron continuidad y cesaron, definitivamente (por ahora), en el 2015.

Junto a Terry, otro Terry a la voz. Mr. Slesser. Poca broma con este tipo. Un poco gafe o el eterno suplente o el currito del rock, vaya usted a poner la etiqueta que quiera. Entró en su primer grupo sustituyendo al cantante muerto en accidente de moto. Duró un disco. Cantó al lado de Paul Kossoff en la efímera banda Black Street Crawler a finales de los setenta (un disco). Sustituyó a Brian Johnson en Geordie cuando se enroló en AC/DC (no llegó a grabar nada, la banda desapareció al poco). Estuvo a punto de quitarle el puesto a Bruce Dickinson en Iron Maiden cuando Steve Harris buscaba el sustituto de Paul DiAnno. Tras grabar este disco con Charlie (que desapareció), se enroló en la enésima versión de la banda de Michael Schenker (Group en esta ocasión). Y poco más. Se ganó la vida unos años de banda tributo en banda tributo. Un tipo que estuvo a punto de triunfar varias veces. A punto.

Completan el quinteto el bajista John Anderson (no, no ese Anderson) y ¡dos bateristas! Steve Gadd y Robert Henrit, quien anduviera tras los parches de Argent antes de recalar aquí.

El productor elegido no podía ser más acertado para el giro musical que perseguía Thomas: Kevin Beamish, mago tras el éxito de REO Speedwagoon y su multiplatino Hi-infidelity (1980). Este tipo me ha hecho gozar muchas horas de azúcar: Jefferson Starship, Lionheart, Y&T, el Crusader de Saxon, el primero de McAuley con Schenker y la joya oculta Break out de Cold Sweat, entre otros.

Y el equipo de cerebros se redondea con Robert John “Mutt” Lange, el responsable de discos multiventas como (por entonces) Back in black de AC/DC, el 4 de Foreigner o el Pyromania de Def Leppard (grabado este mismo año). El señor Lange está acreditado, literalmente, “for many happy armonies”.

La canción más famosa del combo abre la escucha. It’s inevitable tiene cierto recuerdo a Phil Collins en la melodía y la forma de cantar, adornado con un estribillo goloso y una letra sencilla. El ritmo “sintetizado” no ha envejecido mal. Y el solo breve resulta hermoso. Thomas no andaba mal de técnica, ya escucharás. “Our eyes meet/that smile you can’t hide/tells me what you’re feeling inside/those eyes cannot lie”. Comienza Tempted con un sinte ochentero y, bueno, toda la canción es un compendio de ramalazos ochenters. Adorable. El estribillo entra muy rápido y a partir de ahí comienza a adornarse un poco más el corte. Las guitarras, siempre, suenan contundentes, aunque con poco volumen. Incluye un solo de saxofón, también muy de la época. La mezcla, aunque al principio extraña, me resulta agradable y pegadiza. La consabida balada, preferiblemente en el tercer lugar de la cara A, sigue empapando de melaza nuestro cerebro: Spend my life with you. Qué decir de este estribillo tan REO, lo adoro. Ese coro al fondo mientras Slesser rompe emocionado a decirle a su amada que pasará toda la vida con ella. ¿Se puede ser más hortera y roquero a la vez? Y Thomas no baja el nivel con su melódico solo. El rock blockbuster llenaba las estanterías y las radiofórmulas en los años ochenta, temazos destinados a acompañar o promocionar películas mediocres o magníficas, eso daba igual, ya decidiría el público. Pues bien, aunque nunca Charlie participó en alguna banda sonora, estoy seguro de que este Never too late hubiera encajado en cualquier peliculón de acción y héroes salvadores que acaban con el malo y en la cama de su amada. Ya sabes lo que va a sonar, dale al play, va. Las armonías a partir del minuto 2 y treinta segundos, por favor, para volver calmado al tema principal y acabar estribillo en mano. Dale, dale. Para cerrar la cara nada mejor que una canción juguetona. Playing to win, buah, puro almíbar, con un crescendo glorioso. Igual en el estribillo se les va la mano con el sinte (y si lo digo yo…). Slesser canta muy bien; no creo que hubiera encajado con Steve Harris, pero vaya usted a saber; igual no se mereció tan poco éxito en su vida.

La cara B vuelve al universo de las listas de ventas poprock arrancando con el saxo y un ritmo acabalgado. The heartaches begin coge impulso en el puente y el estribillo, de nuevo con hermosas armonías. El saxo vuelve a cobrar protagonismo en los interludios y lo cede a la guitarra en el solo (qué menos). El tema más largo, siete minutazos, lleva por título You’re everything I need y comienza con una ambientación oscura, donde el sinte y la guitarra nos acompañan a una experiencia melódica fantástica. Esa producción vuelve a acercarles al universo REO y les sienta bien. Quizá el mejor estribillo del álbum. La canción evoluciona, con un toque prog, añadiendo matices y arreglos, hasta una parte final donde, tras una breve calma, desarrollan una interesante parte instrumental. Ideal para una teleserie tipo Roseanne o Cheers, con su piano y su sinte pegajoso, se encienden mis pupilas con el estribillo de This time, almíbar roquero. No sé qué tendrán últimamente las bandas canadienses de esta época, pero me tienen enganchado. Cerramos el paseo con Can’t wait till tomorrow, donde cierto poso setentero en el órgano y la melodía deja paso a un puente-estribillo con claro recuerdo a Journey; incluso el solo remeda los de Neal Schon.

La portada es responsabilidad de Roland Schmidt basada en una fotografía de Pet Turner. Llamativa, tanto por los colores como por la fuga visual hacia el nombre de la banda. Más sencillo y no tiene portada. Edición europea impresa en West Germany en la época, todo muy bien acabado y conservado.

Dadle una escucha mientras os tomáis una bebida espirituosa, que entra muy bien. Buen fin de semana.






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