Año 1979. Suena el teléfono en un despacho de Portobello Road en Londres. Richard Branson levanta el auricular y, tras saludar, escucha atentamente. “¿Una banda de Kansas con violinista, varios cantantes y un rollo rock melódico? ¡Ficha a esa banda!”, gritó.
Y, quizá, esto fue el momento más importante en la carrera de un grupo de muchachos que llevaban años pelándose el culo por los escenarios de Kansas y Misuri y alrededores buscando su oportunidad, hasta, por azar, convertirse en la primera banda yanqui en firmar por la emergente compañía Virgin Record, parte de lo que en los años ochenta y noventa se convirtió en un emporio multimedia planetario. La compañía de discos, formada a principios de los setenta, no pudo comenzar con mayor acierto: su primera publicación se tituló Tubular bells de un tal Mike Oldfield, muchacho descubierto por Tom Newman, uno de los socios por entonces. Tras un tiempo centrados en el progresivo y el krautrock (Tangerine Dream, Faust, Gong) comenzaron a hincarle el diente a todo lo que oliera a novedoso y gran oportunidad de mercado. Así, no les dio vergüenza grabar a los primeros Sex Pistols y, a la vez, dar cobijo a la new wave (Public Image) y al rock más vendible (Simple Minds). Durante algunos años, la firma Virgin fue imagen de novedad y calidad, arriesgando con artistas emergentes y rompiendo, en ocasiones, el mercado con gente sin pasado comercial.
Y en el último año de la década de los setenta firmaron a unos desconocidos amigos llamados Shooting Star (literalmente, Estrella Fugaz).
Nuestros muchachos, que ahora presento, venían de distintas aventuras. Una primigenia encarnación llamada The Shooting Stars con Ron Verlin (bajista) y Van McClain (cantante y guitarrista) consiguió publicar un single con Arista Records en 1975, pero su contrato duró exactamente eso. Dos años después conocieron a Gary West (teclista, guitarrista y cantante) y empezaron a componer juntos. Ficharon al baterista Steve Thomas y al teclista Bill Guffey y, poco después, quién sabe si por el exitazo de Kansas y su Leftoverture (1977), al violinista Charles Waltz. Ya tenemos al sextete grabando maquetas en algún garaje y paseando el palmito por los escenarios del “medio oeste” hasta que cedieron a Golden Lion, una empresa de Nueva York, el poder para representarles.
Unos meses después, “los lion” prepararon una pequeña gira por locales de “la ciudad que no duerme” con el único fin de mostrarse a las compañías de discos locales. De esos conciertos recibieron jugosas ofertas, firmando por Virgin Records, aún desconocida en Estados Unidos, pero necesitada de romper en las listas con una banda de emergente rock melódico.
La grabación de este debut se realizó entre mayo y junio del 79 en Londres. En las etiquetas del vinilo y en los créditos se afirma con orgullo “recorded in England in 1979”. El productor elegido fue Gus Dudgeon; el tipo se había sentado a los mandos de los discos y singles que llevaron a la fama a Elton John (incluida la famosísima Your song), amén de una colección de músicos que te dejan con la boca abierta: Michael Chapman, David Bowie, Al Stewart o Chris Rea. La apuesta de la compañía era mayor.
Y los chavales no defraudaron.
Colocaron el primer sencillo para abrir, You’ve got what I need, tema setentero con tufillo AOR, buen ritmo basado en las guitarras y primera muestra de dobles voces y coro. Las composiciones de McClain, donde suele cantar él, destacan, precisamente, por ese melifluo juego vocal y mayor protagonismo de las líneas melódicas. Y el video (Virgin, acordaos) no sé clasificarlo: fabuloso por su sencillez, basura por su falta de originalidad. Pero me gusta. Solo de teclado breve en el centro y otro de guitarra en la parte final. Don stop now sigue esa senda seventies con un aire digamos juvenil, pero esta vez el fraseo vocal es más dinámico y presenta un puente y estribillo meloso, lo que también es característico de las composiciones cantadas por West. Higher vuelve al hard melódico sin tapujos y a las voces dobladas, en un tema juguetón donde suena un piano acompañando a la voz principal. Menos ostentoso que los cortes anteriores, fluye de manera elegante, casi suave. Un buen solo. El puntito Styx de Just Friends en las armonías y la construcción melódica me gusta, aunque, a pesar de un excelente trabajo, pasa sin hacer daño ni dejar poso. No ocurre lo mismo con Bring it on, el tema más destacado en las radios yankis y no es de extrañar. Buena pegada inicial con esa guitarra up tempo y la voz algo más agresiva hasta un estribillo rabioso. Anima a mover el culo y cantar dando saltos.
Abren la cara B con Tonight, donde me acuerdo de Bad Company. Parece una balada, pero enseguida se engorda con la guitarra y, por fin, el violín tiene su protagonismo. En la parte central juegan con el ambiente dando profundidad al corte para volver a subir el volumen en la parte final. De esta también hicieron vídeo. Apoyada en unas guitarras acústicas, la voz y el estribillo de Rainfall suena a noche estrellada, a tarde nubosa; una canción de tránsito, bella, con poco más de dos minutos de duración. Sigue Midnight man donde, ahora sí, se aprietan los machos y dan caña los muchachos ¡vaya guitarreo! Una pena que no exploraran más esta faceta. En Stranger, hacen gala de sus buenas dotes instrumentales, tanto por los cambios de tono como por las partes solistas. El estribillo en especial, pero, quizá, toda la canción, parece grabada diez años antes. Cierra otro de sus platos fuertes, Last chance. Más de seis minutos de gloria roquera melódica, donde los diferentes instrumentistas van intercambiando protagonismo. Disfruto especialmente con esos momentos agresivos rotos por las partes más melódicas. Y McClain sabía tocar muy bien la guitarra. No me extraña que precisamente este corte se convirtiera en el más radiado en las FM estadounidenses.
Los muchachos patearon los escenarios teloneando a Triumph y Robin Trower. El primer sencillo escaló al puesto 76 del Billboard, pero el álbum apenas entró en el top 200. Porque Virgin se quedó sin distribución: un acuerdo con Atlantic Records se rompió y otro nuevo con Epic Records tardó seis meses en poner los discos en las vitrinas de los centros comerciales yanquis. Apenas unas semanas después, los muchachos recibieron una nueva llamada: hay que entrar a grabar otro disco.
Publicaron cuatro más a lo largo de la década de los ochenta con productores de renombre como Kevin Elson y Ron Nevison sin consiguir el one-hit-wonder ni vender lo suficiente para recordarles hoy en día como uno más de la movida melódica de aquellos años. Giraron sin parar con lo más granado de la época (Journey, ZZ Top, Cheap Trick, REO Speedwagon, Bryan Adams). Cuando no está de ser, no es, dicen en mi casa. Para quien quiera ampliar, recomiendo III wishes (1982) y Silent scream (1985).
La edición que tengo está impresa en Bélgica; mucho meidin englan, pero luego lo imprimimos en las colonias. De la parte artística se encarga un tal Kosh, otro don nadie que se encargó de las portadas, entre otros muchos, de Abbey Road (esos mismos), Hotel California (las águilas) o Who's next (de quién) y ha sido siete veces nominado a los Grammy, ganándolo en tres ocasiones. En esta, no se lució especialmente. Le pillaría de resaca o algo. Con fotografías (raras) de Peter Howe.
Disfrutad del fin de semana.



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