Ir al contenido principal

Judas Priest – Defenders of the faith (CBS - 1984)


El pasado mes de julio estuve por primera vez en el Rockfest Barcelona. De hecho, era la primera vez que regresaba a un concierto desde la gira de David Lee Roth del Skyscraper. Me lo he tomado con calma estos años, en efecto. Pero es que en esta ocasión actuaban Doro, Megadeth, los KISS en su gira de despedida, Phil Campbell con un set enteramente de Motörhead –a última hora los Saxon cayeron del cartel desgraciadamente– y unos pletóricos Judas Priest en el ocaso de su carrera, a los que ya tuve la suerte de ver en su gira del Turbo. Uno de los momentos más emotivos del día fue la esperada aparición del gran Glenn Tipton junto a sus compañeros en el escenario. Precisamente, hace unas semanas cumplió años el mejor guitarrista que han tenido los Priest, con permiso del hiperactivo y más que solvente Richie Faulkner que se lo curra a lo bestia en cada concierto. 
 

Así que hoy, después de haber publicado un lejano mes de octubre de hace ya seis años la reseña del excepcional Screaming for vengeance, dedicaré mi entrada al imprescindible Defenders of the faith, un álbum que en mi modesta opinión forma una dupla indisoluble con el precedente, tanto en su sonido como en la parte estética (las dos portadas son de Doug Johnson, que creó el personaje del leonino Metallian en la misma línea que Hellion, el águila metálica del elepé anterior). Recuerdo que el primer contacto que tuve con el disco fue gracias al clip de Freewheel burning y después llegó el álbum, que en mi caso fue el que me hizo comprar también el Screaming. Por desgracia, la copia que poseo es la edición española de la época, insulsa y sin respeto alguno por la obra original, con la funda de plástico en lugar de la de papel, con letras y fotos. Por otra parte
–y eso ya es culpa mía– su contraportada está afeada por el estropicio que causé enganchando un adhesivo del logo del grupo (primera estupidez) y su posterior retirada (segunda estupidez). Vamos, una joya de colección. 
 
El disco lo produjo el habitual Tom Allom en los Ibiza sound studios con la formación clásica de la banda, Rob Metal God Halford a las voces y agudos, el gran Glenn Tipton y el últimamente muy cansino K.K. Downing a las guitarras, el discreto pero imprescindible Ian Hill al bajo y el malogrado Dave Holland, fallecido en Lugo tras pasar por prisión por el intento de violación de un joven de 17 años –en la actualidad parece que, como mínimo, existen dudas sobre la investigación y la manera en que se llevó a cabo el juicio– y sufrir por parte de la banda un ostracismo salvaje. Recuerdo que por entonces, en su página web ni se hablaba de él como antiguo miembro y las fotografías eran cortadas justo por donde él aparecía. Ahora, recién aceptados en el Rock & Roll Hall of Fame, se ha reconocido explícitamente la aportación al grupo de los diez años de Holland
 

Total, que el track list que muchos de nosotros escucharíamos miles de veces a partir de su grabación fue: 
 
A 
Freewhel burning 
Jawbreaker 
Rock hard ride free 
The sentinel 
 
B 
Love bites 
Eat me alive 
Some heads are gonna roll 
Night comes down 
Heavy duty/Defenders of the faith 
 
En cuanto a los temas, la verdad es que a estas alturas y de un álbum como este, todo lo que puede decirse casi que sobra. Pero vamos a intentarlo. Freewheel burning es rápida, con guitarras afiladas y un Halford más gritón que de costumbre. También rápida es la estupenda y potente Jawbreaker –otra de esas canciones que Rob escribió desde un punto de vista totalmente homoerótico aunque la interpretación de la mayoría fuese heterosexual–, con fantástico duelo de guitarras de Downing y Tipton. Le sigue la fabulosa Rock hard ride free en donde todo es magnífico: guitarras, riff, estribillo, solo... en resumen, temazo. Y qué decir de The sentinel, otro tema perfecto con batalla épica de solos. 
 
La cara B viene fuerte en cuanto a letras bastante explícitas con Love bites o Eat me alive –¿hace falta explicar algo?– que preceden a la estupenda Some heads are gonna roll, una impresionante canción compuesta por Bob Halligan Jr que en este disco y el Screaming for vengeance colocó dos temazos como este y (Take these) Chains, los dos lanzados como singles de sus respectivos álbumes. Night comes down es un tema con una gran carga de sentimiento y emoción, más aún cuando años después nos enteramos de que era un grito desgarrado de Halford ante la soledad y la angustia que su homosexualidad escondida le provocaba. Y el disco finaliza con dos temas que en realidad son uno, Heavy duty con su simpleza y ese riff repetitivo y machacón que se alarga en esa coda en la que Halford canta we are defenders of the faith, la fe del metal. Y es que, ya sabéis, sólo aquellos que mantengan la fe escaparán a la ira del Metallian
 






En resumen, producción aplastante, temas imperecederos, maestría interpretativa... un disco imprescindible de todas todas. No es discutible. 
 

Bonus: Os traigo también el tema Fight for your life, una demo de las sesiones del Screaming for vengeance que acabó convirtiéndose en Rock hard ride free. No está mal, pero por suerte la redondearon con unos arreglos y un solo muchísimo mejores. Una vez más, bendita internet. 
 
¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla

Comentarios

  1. Las ediciones españolas en muchas ocasiones eran "una joya de colección" tras otra independientemente de lo que hiciéramos con ellas. Yo he traído alguna curiosa que, al final, dan valor a la colección de uno por la curiosidad y la risa floja que dan. Una pena. Eso sí, en cualquier formato hay que tener esta obra de arte musical, icono del mejor heavy de cualquier época. También quería aportar mi granito sobre Holland. A veces es difícil separar la parte artística y la personal de los componentes de una banda, especialmente cuando acaban en prisión por diferentes razones. Yo (aún) creo en la reinserción de las personas y en su capacidad de arrepentimiento y mejora a lo largo de los años: yo mismo no soy el mismo que era hace dos décadas y en aquellos años hice cosas que hoy (casi) desprecio. Pocas, ojo. No voy a ser yo quien defienda lo que hizo Holland, claro, pero a veces las personas merecen una posibilidad de enmienda. Desconozco si es su caso concreto. Todo este rollo va en que es imposible no escuchar este disco sin la batería de Holland. No hay más que aportar por mi parte. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te entiendo perfectamente.Yo aún diría más, con independencia de la reinserción o la evolución personal. ¿A la hora de escuchar el disco, como al valorar cualquier obra de arte, estamos ante la persona o el artista? Sin llegar a la acusación a Holland, anda que no nos gustan canciones de músicos gilipollas e impresentables. Es decir, nos gusta el disco, nos gusta su sonido, la batería de Holland es inseparable de la obra en su conjunto. Pues ya está. Su valía como ser humano no forma parte de eso. Es como el tema de Weinstein. Es un cerdo, pero eso no resta mérito a la importancia de MIRAMAX en la historia del cine. Que una cosa es una cosa y la otra la otra.

      Eliminar
  2. De acuerdo con vuestra conversación: separar al artista de la persona. Aunque también es cierto que es más difícil hacer esa separación si primero tienes conocimiento de los desmanes del susodicho antes que su obra. Es decir, su has disfrutado de su arte y luego te enteras de conductas reprobables es más fácil que te siga gustando su obra que al revés.
    En fin, en cuanto al disco. Aunque soy un blando, los Judas, sin ser yo un fan, siempre son disfrutables y escuchables. Yo les conocí más con el Turbo, pero sus años ochenta son cojonudos. Así que, me pongo otra vez el disco mientras termino la paella.

    ResponderEliminar
  3. Pues poco más que añadir. No sabría elegir entre Screaming for vengeance y teste Defenders of the faith, como dicen en mi pueblo "en quién me cago primero...", dos trabajos fundamentales en el heavy metal. Saludos. P

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para mi son una pareja indisoluble, como Out of the cellar/Invasion of your privacy y tantos otros. Saludos.

      Eliminar

Publicar un comentario

Otros crímenes...

Paice Ashton Lord - Malice in Wonderland (Polydor, 1977)

Esto no estaba previsto. Este disco no estaba en la lista de títulos para reseñar en #FFVinilo. Pero es que el fin de semana pasado por fin pude hacerme con él, y tenía ganas de compartirlo. Los que leéis esto ya conocéis esa sensación de ir pasando discos y encontrar de repente esa portada que tienes en la cabeza desde hace tiempo. Qué sensación. Se que vosotros me entendéis, así que no encuentro mejor foro para compartir ese momento que este blog, lleno de melómanos “vinileros”. Lo curioso es que no solo encontré una, sino dos copias, una francesa (“gatefold”) y una inglesa (sencilla). Con buen criterio, me quedé con la inglesa. Y claro, eso se nota en el sonido. ¡Como suena esta maravilla! Si os gustan esas producciones típicas de los 70 con mucha profundidad y dinámica lo vais a disfrutar (nada que ver con las producciones actuales, cada vez más “planas”). A la producción, la leyenda, Martin Birch (Deep Purple, Whitesnake, Black Sabbath, Iron Maiden, …). ¿De dónde sale este grupo?

Scorpions – Love at first sting (Harvest-EMI, 1984)

Y si hace unas semanas os hablé aquí del inmenso 1984 de Van Halen , hoy toca comentar el no menos imprescindible Love at first sting de los alemanes Scorpions , otro que este año también celebra su 40º aniversario. La banda venía de una gira internacional presentando Blackout , el pedazo de disco que finalmente los había puesto en el mapa –yo mismo los descubrí gracias a él, os lo conté aquí – y tenían la misión de superarse, algo nada fácil no sólo en el aspecto creativo. Una de las razones era la mala relación entre el bajista Francis Buchholz y Dieter Dierks , dueño de su compañía de discos y productor del grupo desde 1975. Por eso, cuando la banda –que empezaba a tener dinerito del bueno– pidió grabar el nuevo álbum en un estudio que no fuese el del productor, Dierks se los llevó a los Polar studios de Estocolmo –exacto, los de Björn y Benny de ABBA – pero dejó en Hannover al bajista, contratando como músico d

Firehouse - Firehouse (CBS, 1990)

El pasado 5 de abril falleció el cantante de Firehouse, Carl Jeffrey Snare, por un fallo cardíaco en un proceso cancerígeno que le había llevado unos días antes a pasar por un quirófano. Además de ser un seguidor fiel de la banda, les he visto dos veces en directo; una de ellas la recuerdo con especial felicidad por lo que disfruté (tocaron junto a unos fantásticos TNT).  Casualmente, la semana pasada en este blog hablaba, en los comentarios de un post, del legado de algunos músicos más o menos desconocidos por el "gran público" comparándolo con otros del mismo o menor valor idolatrados, quienes reciben homenajes y se les dedican calles. Con esa reflexión me quedé enganchado. Al repasar la discografía de Firehouse, me di cuenta de algo obvio: existen músicos que han dejado un legado en nosotros. Da igual lo importante que sean más allá de nuestras orejas. Nos pertenecen. Y C. J. Snare es, para mí, uno de esos músicos. Desde este debut que hoy comparto su voz me ha acompañ

Carlos Santana - "Europa" (CBS, 1976)

Es imposible no identificar esta canción con solo escuchar las cinco primeras notas. A pesar de ser instrumental es tan conocida que cualquiera con un mínimo de cultura musical podría “ cantar ” y reconocer las notas iniciales ( tan-tan-na-na-na-nanananá-tanananá…. ). Y cualquiera con un mínimo de sensibilidad también notará cómo se le eriza el vello. Es una melodía que llega al alma, triste y melancólica, una guitarra que habla y llora, que nos cuenta una historia y, sin necesidad de palabras, solo con las notas de la guitarra es fácil de entender. Pero veamos qué hay detrás de ella. Vamos a desnudarla y a comprenderla.

Boikot - Los ojos de la calle (Discos Barrabás, 1990)

  Hay música que corresponde a un momento concreto de nuestra vida y que, por edad usualmente, por cuestiones personales a veces, queda ahí anclada, como un bonito recuerdo. Música a la que no suelo volver casi nunca. Y ese caso lo representa perfectamente el debut de Boikot. En el devenir de la cultura rock madrileña se conformó, en la segunda mitad de los ochenta, un grupo de bandas jóvenes con unas sonoridades muy particulares, emparejadas con eso del rock urbano, pero tintado de una manera particular en la que escuchábamos las raíces de Leño o Burning junto con ramalazos unas veces punk, otras más metaleras, otras más seventies, incluso algo de blues. Ahí puedes meter a Esturión, Casablanca, Porretas o los mismos Boikot.  En medio de ese “fregao” musical cobró protagonismo Mariano García, polémico personaje, especialmente en sus últimos años. Generó negocio, oportunidades y ayudó a crear y mantener “la escena” madrileña a través de varias salas (Canciller, Barrabás), su labor promo