Ir al contenido principal

The Traveling Wilburys - The Traveling Wilburys Vol 1 (1988, Wilbury Records))

 


 

Primavera de 1988 en Los Ángeles. Un grupo de amiguetes decide juntarse para hacer unos temitas juntos. Seguro que eso pasa todos los días. Pero resulta que esos amigos, además de amigos, eran cinco de los músicos más grandes de la historia de la canción popular. Y, por ende, cualquier cosa que hicieran o hiciesen juntos, iba a terminar siendo un clásico. Porque nunca antes ni nunca después ha estado justificado el uso del vocablo “supergrupo” para denominar a una banda formada por músicos con una carrera anterior de éxito.


 

Según George Harrison, fue algo mágico que se formara este  The Traveling Wilburys. Nadie, ni en sus más húmedos sueños, pudo haberlo imaginado. Todo comenzó con una cena en la que estaban presentes George, Roy Orbison y Jeff Lynne. En ese condumio, Harrison propuso a Jeff ir al estudio al día siguiente para grabar un tema que necesitaba para sacar en la cara B del siguiente single que iba a publicar su discográfica, perteneciente a su más reciente LP, Nine cloud. Pensaban hacerlo rápido y se les ocurrió pedir a Bob Dylan que les prestase el pequeño estudio que tenía en su casa de Malibú. Y resulta que la guitarra de Harrison la tenía Tom Petty en su casa, por lo que llamaron a Petty para que la llevara. Y ahí se juntaron los cinco delante de unas cervezas. Parece que Harrison propuso la primera frase de la canción y los demás empezaron a hacer más sugerencias. Cuando estaban en ello, Dylan preguntó si tenían un título. Entonces Harrison leyó de unas cajas que el bueno de Bob no había desembalado en su garaje, el típico rótulo de “Handle with care”. Y ya está. Se lo pasaron de puta madre y grabaron la canción que hizo abrir los ojos como platos a los gerifaltes de su compañía cuando Harrison se la presentó en el despacho con vistas a LA. Decidieron que aquello era demasiado bueno para salir en una cara B. Al final, Harrison convenció a todos sus amigos para hacer 9 canciones más y sacar un disco. Como Dylan empezaba su gira a finales de mayo del 88, se reunieron el 7 de mayo con el propósito de grabar una canción por día y liberar a Bob para los ensayos previos a su tour. Se juntaron en la casa de tenía Dave Stewart, de Eurythmics en California, pues tenía montado un pequeño estudio de grabación. Eso sí, diminuto. Tan pequeño que era una sala de control con una cabina acústica, sin sitio para tocar la guitarra. Por lo que decidieron irse a la cocina, a pesar de la mala acústica, poner cinco sillas en círculo y tocar y grabar allí todas las partes de guitarra acústica. El método que seguían era empezar a rasgar las guitarras, improvisar las letras y en un par de horas ya tenían casi lista la canción, que solían grabar por la noche. Cantaban todos la misma canción y decidían quién lo hacía mejor. O mejor dicho, a quién se le amoldaba mejor. Petty comentó que era como si hiciesen una audición para George Harrison, aunque todos se sentían intimidados por la presencia de Roy Orbison, porque el que cantaba a continuación suyo nunca iba a poder superarlo. Y así fueron saliendo uno a uno los distintos temas. Por ejemplo, “Tweeter and the mokey man” sale de una charla que mantuvieron Bob Dylan y Tom Petty. Bob cantó una toma, corrigió un par de líneas y, en la segunda toma, ya estaba terminada. En “Rattled”, el batería Jim Keltner empezó a golpear con sus baquetas en las rejillas de la nevera. Les gustó cómo sonaba y se quedó en la canción. Un rock and roll de los 50 en el que el refrigerador es un nuevo instrumento. Para la letra de “Dirty world”, George repartió revistas entre todos y fueron sacando frases de ellas. Todo muy de andar por casa. Pero gracias a esta forma de trabajar, les salió un disco fresco y relajante. Sin las exigencias de hacer un éxito. Sólo el resultado de unos amigos que querían pasarlo bien haciendo lo que más les gustaba. Pero si entre esos amigos tienes al mejor letrista del mundo y al mejor cantante pop de la historia, no puede salir nada malo. El espíritu del disco se podría resumir como “Amigos (a la par que talentosos músicos) cantando, tocando y disfrutando juntos”. El nombre del grupo viene de un vocablo que se inventaron Lynne y Harrison durante las grabaciones del Cloud Nine: wilbury. Hacía referencia a los errores de grabación creados por algún equipo defectuoso. George decía “We’ll bury’em in the mix”. A partir de entonces, usaban el vocablo para cualquier pequeño error. Decidieron utilizarlo en el nuevo grupo como “The Trembling Wilburys”. Al final, por sugerencia de Lynne, lo cambiaron a “The Traveling Wilburys”, y todos estuvieron de acuerdo.

El LP tuvo un inesperado éxito comercial. Hacía años que Lynne, Orbison e incluso Dylan, no cosechaban más de dos millones de ventas. Petty venía del maravilloso Full Moon Fever y Harrison del Cloud Nine. Por desgracia, Orbison falleció en diciembre de ese año. El homenaje del resto del grupo en el video de “End of the line” es uno de los momentos más increíbles de la historia del videoclip.


 

Ante el éxito, se decidió hacer otro disco, ya sin Orbison. Decidieron titularlo Vol 3, saltándose el número 2, como una típica broma del británico humor de Harrison. Ya no fue lo mismo pero tampoco tiene desperdicio.

Los músicos de este disco fueron:

  • Nelson Wilbury (George Harrison): voz, guitarra eléctrica, guitarra acústica, guitarra slide y coros
  • Otis Wilbury (Jeff Lynne): voz, guitarra eléctrica y acústica, bajo, teclado y coros
  • Charlie T. Wilbury Jr (Tom Petty): voz, guitarra acústica y coros
  • Lefty Wilbury (Roy Orbison): voz y guitarra acústica (excepto en «Tweeter & The Monkey Man»)
  • Lucky Wilbury (bob Dylan): voz, guitarra acústica, armónica y coros
  • Buster Sidebury (Jim Keltner): batería.

 La producción fue de George Harrison y Jeff Lynne.

He intentado escribir esta entrada en el mismo tono desenfadado del disco. Os pido disculpas por si parece atropellado y poco preparado (la verdad es que es así). Ahora, poneos el disco y disfrutad de él como se merece.

 Mi vinilo es la edición española de 1988, editada por Wilbury Records, una subdivisión de la Trans-Wilbury Corporation de Bulgaria (tras todo esto, estaba la Warner Bros detrás, pero así seguían con la broma de los intérpretes). En el 2007, Rhino sacó un doble CD más DVD con los dos volúmenes y el documental del que he sacado prácticamente toda la información que habéis leído.




 

 

Comentarios

  1. Vaya por delante que, exceptuando a Lynne –cuya trayectoria con la ELO tiene mi interés– del resto de los integrantes conozco su carrera y me gustan varias canciones de todas cuantas han grabado. Sin embargo, pese a que reconozco su valor como artistas, no son santos de mi especial devoción que me emocionen. Pero joder, este disco se hace fácil de escuchar. Da buen rollito. Mis preferidas son Handle with care, The end of the line, Tweeter and the monkey man y Not alone anymore. Pese a todo, es para escuchar de tanto en tanto pero no para convertirlo en un álbum favorito. Eso sí, la entrada te ha quedado desenfadada y fresca, como el disco. Eso es lo que pasa cuando los músicos se unen sin la presión de la discográfica y plasman en una grabación lo bien que se lo han pasado siendo ellos mismos y creando música por placer. Saludos y buen finde.
    KING

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oye, pues me alegro que te haya hecho pasar un rato entretenido. Gracias a las presiones de las discográficas nos hemos perdido muchas cosas. Ni hablar de los tiempos modernos...

      Eliminar
  2. Siempre me resultó fascinante esta unión. Quizá no tanto por los resultados musicales que, siendo excelentes, no me vuelven loco (prefiero los discos en sollitario de Petty, por ejemplo), si no por la mezcla de egos, odios y amores que mezclaron durante un tiempo para crear algo conjunto. Eso me parece único de esta aventura. Hace mucho que no lo escucho, me pongo a ello. Enorme entrada, fresca y entretenida. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Es una de las cosas en las que hacen hincapié en el documental: que estaban todos a la par, dejaron sus egos fuera. Aunque parezca una tontería, creo que fue consecuencia de la presencia de Orbison que, en el fondo, era idolatrado por los otros cuatro a pesar de ser el de menos éxito en su carrera.

    ResponderEliminar
  4. Gran entrada Dani, vaya historieta rockera. Por mi parte ni puta idea del este encuentro ni del resultado, ya sabes de mis preferencias... Estoy escuchando el disco y es divertido y fresco (fuera hace 42 grados), me suena mucho a George. Sigue así y un día de estos el Jefe te suelta beneficios por visita ;D Buen día.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. No es de tu palo, lógicamente, pero estos tipos no pueden hacer nada malo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Otros crímenes...

Firehouse - Firehouse (CBS, 1990)

El pasado 5 de abril falleció el cantante de Firehouse, Carl Jeffrey Snare, por un fallo cardíaco en un proceso cancerígeno que le había llevado unos días antes a pasar por un quirófano. Además de ser un seguidor fiel de la banda, les he visto dos veces en directo; una de ellas la recuerdo con especial felicidad por lo que disfruté (tocaron junto a unos fantásticos TNT).  Casualmente, la semana pasada en este blog hablaba, en los comentarios de un post, del legado de algunos músicos más o menos desconocidos por el "gran público" comparándolo con otros del mismo o menor valor idolatrados, quienes reciben homenajes y se les dedican calles. Con esa reflexión me quedé enganchado. Al repasar la discografía de Firehouse, me di cuenta de algo obvio: existen músicos que han dejado un legado en nosotros. Da igual lo importante que sean más allá de nuestras orejas. Nos pertenecen. Y C. J. Snare es, para mí, uno de esos músicos. Desde este debut que hoy comparto su voz me ha acompañ

Varios - Rock Del Manzanares. Visca El Rollo Vol. 2 (Chapa Discos, 1978)

Si no conocéis el significado de la palabra “tronco”, “pasota”, o no sabéis lo que es ser un “enrollao”, quiere decir que sois insultantemente jóvenes. No solo la generaci ó n "Z"  tiene su propio lenguaje. Cada generación ha tenido también una manera de expresarse, y hoy nos acercamos con este disco a finales de los años 70. Una época marcada musicalmente en España por una corriente que se denominó “Rock Urbano”. Aunque, como con cualquier tipo de etiqueta, nos podemos encontrar dentro de este saco grupos de muy distinta índole o con diferentes influencias, por lo general compartían una estética (musical y visual) muy particular, y sobre todo, una actitud vital marcada por las circunstancias sociales de la España de finales de los 70. Como con cualquier etiqueta que se otorga a un movimiento musical, donde muchas veces el mero hecho de nacer en una determinada época o cuidad te hace merecedor de esta etiqueta, se pueden encontrar dentro de este saco una mezcla de estilos q

Transvision Vamp - Velveteen (MCA, 1989)

    Os voy a hablar de un plástico que ya apareció por el blog allá por el año 2012. Pero visto que se le dedicaron escasamente 10 renglones y no tiene comentarios, creo que pasó sin pena ni gloria, por lo que no creo que haya problema en que lo traiga un viernes de forma rápida y con alevosía casi nocturna. Disco publicado en 1989 que se vendió como una mezcla de pop (mucho), rock (poco) y punk (pinceladas) y que tuvo buenas cifras de venta, sobre todo gracias a su canción bandera, el “ Baby I don´t care ”. Producido el alemán Zeus B. Held y el británico Duncan Bridgeman de forma bastante aséptica.    A mitad de los 80 el guitarrista Nick Sayer se encontró con Wendy James y vio en ella la canalizadora perfecta para sus letras: comprendió que el sex appeal de Wendy y sus berridos casaban perfectamente con sus gamberras composiciones. De Brighton se mudaron a Londres y allí reclutaron al batería Pol Burton (en este segundo disco no forma parte de la banda) y a dos músicos

Scorpions – Love at first sting (Harvest-EMI, 1984)

Y si hace unas semanas os hablé aquí del inmenso 1984 de Van Halen , hoy toca comentar el no menos imprescindible Love at first sting de los alemanes Scorpions , otro que este año también celebra su 40º aniversario. La banda venía de una gira internacional presentando Blackout , el pedazo de disco que finalmente los había puesto en el mapa –yo mismo los descubrí gracias a él, os lo conté aquí – y tenían la misión de superarse, algo nada fácil no sólo en el aspecto creativo. Una de las razones era la mala relación entre el bajista Francis Buchholz y Dieter Dierks , dueño de su compañía de discos y productor del grupo desde 1975. Por eso, cuando la banda –que empezaba a tener dinerito del bueno– pidió grabar el nuevo álbum en un estudio que no fuese el del productor, Dierks se los llevó a los Polar studios de Estocolmo –exacto, los de Björn y Benny de ABBA – pero dejó en Hannover al bajista, contratando como músico d

Storm – Storm (Capitol records, 1983)

Pues nada, ya estoy aquí con un nuevo caso de compra a ciegas.    Lo primero que me llamó la atención del disco fue la colorida y enérgica portada de Gary Ruddell –autor también de la del Battle hymns de Manowar según supe luego–, con lo que parece un avión de combate rompiendo los cristales de una casa, destrozando el tendido eléctrico y haciendo volar las hojas de los árboles con su vuelo rasante. O sea, portada molona, años 80 y melenudos en la contraportada con el añadido de frontwoman liderando el cotarro... Y lo segundo que me llamó la atención es que se trataba de una edición venezolana. No recuerdo tener ninguna de ese país en mi colección, así que se trataba de otro punto a favor. ¿Cuánto es, amable vendedor de vinilos mallorquín? Pues, por nueve euritos, a la saca. Y así es como ha llegado a casa un nuevo plástico con el que me dispongo a escribir esta reseña en modo unboxing total. Vais a