Ir al contenido principal

Portishead - Roads (Sultan & Tone Depth remix) (2003, White Label)

Hoy me apetece salirme de la ruda carretera del mundo del Rock, pegar un volantazo y tomar la aterciopelada autopista dirección Bristol, ciudad costera de Inglaterra, la meca del "Trip Hop" y epicentro de un movimiento sociocultural autodenominado "Sonido de Bristol", que nació de la mano de Grant Marshall y Robert Del Naja bajo el nombre de Massive Attack, grupo pionero de un género "new age" caracterizado por su "downtempo electrónico", el uso del "sampleo", trazas de Hip Hop y ante todo, goteo constante de deliciosos guiños al Jazz, Funk y Soul, y que surgió como una opción más junto a otros géneros noventeros como el Grunge, Brit Pop y Rock Alternativo. 


Portishead es la otra banda que representa mundialmente al "Sonido de Bristol" y por ende al Trip-Hop. Hay más nombres, como Tricky, también autóctono de allí, o Morcheeba y Hooverphonic, procedentes de otras localizaciones, pero igualmente abanderados de un estilo por el que siento especial devoción y debilidad. A todos ellos los he visto en directo, en distintos escenarios de teatros y festivales de España y otros países de Europa.


Portishead, cuyo nombre nace del pueblo homónimo vecino de Bristol, está integrada por Geoff Barrow, Adrian Utley y Beth Gibbons, una cantante con voz prodigiosa, seductora, dramática y elegante como pocas. En 1995 publican su primer álbum, "Dummy", un disco plagado de joyas y sonidos increíbles, sampleos de jazz, soul y mucha magia en cada canción. Excelente acogida de la crítica, encumbrado como álbum de culto dentro del Trip Hop y como uno de los 500 mejores álbumes de la historia de la música (Rolling Stone). 
"Glory Box", "Sour Times" o "Numb" son algunas de las estrellas que más brillan en esta constelacion... junto a "Roads", el tema que nos atañe hoy, canción número 8 del disco, una composición melancólica, con un toque emotivo, desgarrador, donde la voz de Beth Gibbons llora elegantemente al ritmo de unos violines sobrecogedores, golpes de sintetizador y una base rítmica con una pausada cadencia downtempo, que evoca desde una puesta de sol en un chill out en Ibiza a un día de lluvia desde la ventana de tu casa. La culminación de esta canción alcanza su clímax en la actuación que realizó la banda y en especial la exhibición vocal de Beth Gibbons en el Roseland NYC Live (1997), disco grabado en directo en la sala neoyorquina Roseland Ballroom junto a, nada más y nada menos que la Orquesta Filármónica de Nueva York. Sublime terciopelo sonoro.

En el año 2003 sale planchado en vinilo, formato promo avanzado y en edición limitada un remix no oficial de los productores Sultan y Ned Shepard. Al año siguiente salió publicado a través de un modesto sello que ni tenía los derechos ni contaba con el permiso de la compañía discográfica de Portishead. Nació para ser pinchado en el ambiente underground y sin muchas aspiraciones comerciales. Esta versión, como todos los remixes electrónicos que reviso en este blog, lleva de serie una base rítmica que le aporta músculo a la canción, la condición sine qua non para ser mezclada en un DJ set, y lleva una carga extra de emoción y profundidad con la inclusión de sonidos de sintetizadores, paths, atmósferas y por supuesto, las voces originales de Beth Gibbons. Es enigmática, oscura, bella, hipnótica en sus 9 minutos de duración. Realmente no conozco el alcance que tuvo el tema más allá de la zona de Levante, donde se erigió como auténtica obra de culto y un tema que maravilló al público de muchas salas importantes de aquella década y que contó con el apoyo de muchos DJ's, entre los cuales por supuesto me incluyo, convirtiéndola en todo un himno en la pista de baile. Como info extra os cuento que este vinilo por menos de 80 ó 90€ es imposible de conseguir en la actualidad. En muchas tiendas online su venta ya está bloqueada por el tema de los derechos de autor, por lo que cada vez subirá más su cotización en el "mercado negro". Estas cifras y datos dicen mucho del valor de este disco.


Siempre me gusta dejar claro que la versión original de una canción es la fuente donde nace todo: el mérito, la creatividad y el talento de sus autores. Los remixes aportan una visión distinta, dando valor añadido (no siempre) al tema original y llevándolo a otro terreno diferente, en este caso, al mundo de la música electrónica y la cultura de club. En cualquier caso, en este tema en concreto el triángulo lo dibujan la versión original, el remix que os presento en vinilo y sobre todo, la interpretación en directo de este tema en el anteriormente mencionado concierto de Nueva York, una actuación que siempre formará parte de mis sueños húmedos musicales...

Oh... Can't anybody see
We've got a war to fight
Never find our way
Regardless of what they say...







Comentarios

  1. Lo cierto es que no recuerdo haber prestado nunca atención a esta banda, pero el tema original me parece emotivo. No así el remix que presentas -por lo que cuentas, una joya a nivel coleccionista-, que no me aporta nada. Y eso que, como bien dices, los remixes a veces dan un valor añadido a la grabación orignal. Incluso te diré que en varias ocasiones me ha gustado más un remix que el tema en que se basaba. Sea como sea, entrada currada como siempre y un nuevo aporte a este blog que va ampliando miras estilísticas.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta mucho este primer trabajo de Portishead,a pesar de que me costó entrar en su mundo. El remix no tanto. Eso sí, me llama un montón la atención ese mercado negro de planchados de remix no oficiales o sin derechos, que ya has mencionado en un par de ocasiones.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ese "mercado negro" da para mucho. Un saludo!!

      Eliminar
  3. Un amigo mío adoraba a estos tipos y a Massive Attack. Me ha gustado tu propuesta. Además, parece que tienes otra joyita mercantil entre manos. Un gusto siempre leerte. Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Otros crímenes...

Boikot - Los ojos de la calle (Discos Barrabás, 1990)

  Hay música que corresponde a un momento concreto de nuestra vida y que, por edad usualmente, por cuestiones personales a veces, queda ahí anclada, como un bonito recuerdo. Música a la que no suelo volver casi nunca. Y ese caso lo representa perfectamente el debut de Boikot. En el devenir de la cultura rock madrileña se conformó, en la segunda mitad de los ochenta, un grupo de bandas jóvenes con unas sonoridades muy particulares, emparejadas con eso del rock urbano, pero tintado de una manera particular en la que escuchábamos las raíces de Leño o Burning junto con ramalazos unas veces punk, otras más metaleras, otras más seventies, incluso algo de blues. Ahí puedes meter a Esturión, Casablanca, Porretas o los mismos Boikot.  En medio de ese “fregao” musical cobró protagonismo Mariano García, polémico personaje, especialmente en sus últimos años. Generó negocio, oportunidades y ayudó a crear y mantener “la escena” madrileña a través de varias salas (Canciller, Barrabás), su labor promo

Firehouse - Firehouse (CBS, 1990)

El pasado 5 de abril falleció el cantante de Firehouse, Carl Jeffrey Snare, por un fallo cardíaco en un proceso cancerígeno que le había llevado unos días antes a pasar por un quirófano. Además de ser un seguidor fiel de la banda, les he visto dos veces en directo; una de ellas la recuerdo con especial felicidad por lo que disfruté (tocaron junto a unos fantásticos TNT).  Casualmente, la semana pasada en este blog hablaba, en los comentarios de un post, del legado de algunos músicos más o menos desconocidos por el "gran público" comparándolo con otros del mismo o menor valor idolatrados, quienes reciben homenajes y se les dedican calles. Con esa reflexión me quedé enganchado. Al repasar la discografía de Firehouse, me di cuenta de algo obvio: existen músicos que han dejado un legado en nosotros. Da igual lo importante que sean más allá de nuestras orejas. Nos pertenecen. Y C. J. Snare es, para mí, uno de esos músicos. Desde este debut que hoy comparto su voz me ha acompañ

Paice Ashton Lord - Malice in Wonderland (Polydor, 1977)

Esto no estaba previsto. Este disco no estaba en la lista de títulos para reseñar en #FFVinilo. Pero es que el fin de semana pasado por fin pude hacerme con él, y tenía ganas de compartirlo. Los que leéis esto ya conocéis esa sensación de ir pasando discos y encontrar de repente esa portada que tienes en la cabeza desde hace tiempo. Qué sensación. Se que vosotros me entendéis, así que no encuentro mejor foro para compartir ese momento que este blog, lleno de melómanos “vinileros”. Lo curioso es que no solo encontré una, sino dos copias, una francesa (“gatefold”) y una inglesa (sencilla). Con buen criterio, me quedé con la inglesa. Y claro, eso se nota en el sonido. ¡Como suena esta maravilla! Si os gustan esas producciones típicas de los 70 con mucha profundidad y dinámica lo vais a disfrutar (nada que ver con las producciones actuales, cada vez más “planas”). A la producción, la leyenda, Martin Birch (Deep Purple, Whitesnake, Black Sabbath, Iron Maiden, …). ¿De dónde sale este grupo?

Creedence Clearwater Revival - "Green River" (1969)

  Las canciones, conscientes de su pegada y su carácter de inmediatez, se liberan de artificios y apéndices instrumentales.... Por Jorge García . Pocas bandas a lo largo de la historia han conseguido hacer tanto y tan bueno en menos tiempo que el que emplearon los cuatro componentes de la  Creedence Clearwater Revival . Aunque de los tres años que la formación empleó en grabar discos (con John Fogerty al frente), 1969 fue el que se llevó la palma con tres álbumes publicados en menos de doce meses. Y para más inri, podemos afirmar que al menos hasta el tercer catálogo publicado por el grupo, el nivel fue a más, alcanzando con su tercera entrega,  "Green River",  su mejor trabajo hasta aquél momento. Precisamente de esta tercera intentona discográfica vamos a hablar hoy. Un disco en el que el menor de los Fogerty alcanza un status como compositor y líder ciertamente demoledor, tomando el mando de la situación y construyendo un disco de apenas media hora de duración pero con tod

Scorpions – Love at first sting (Harvest-EMI, 1984)

Y si hace unas semanas os hablé aquí del inmenso 1984 de Van Halen , hoy toca comentar el no menos imprescindible Love at first sting de los alemanes Scorpions , otro que este año también celebra su 40º aniversario. La banda venía de una gira internacional presentando Blackout , el pedazo de disco que finalmente los había puesto en el mapa –yo mismo los descubrí gracias a él, os lo conté aquí – y tenían la misión de superarse, algo nada fácil no sólo en el aspecto creativo. Una de las razones era la mala relación entre el bajista Francis Buchholz y Dieter Dierks , dueño de su compañía de discos y productor del grupo desde 1975. Por eso, cuando la banda –que empezaba a tener dinerito del bueno– pidió grabar el nuevo álbum en un estudio que no fuese el del productor, Dierks se los llevó a los Polar studios de Estocolmo –exacto, los de Björn y Benny de ABBA – pero dejó en Hannover al bajista, contratando como músico d