Hay bandas, o discos a veces, que se cuelan entre mis orejas por bellas casualidades. Y Bourbon se coló por la casualidad de leer y fiarme de la opinión y el gusto del compañero de barrio Carlos Tizón, famoso en el mundo entero como Motel Bourbon (qué casualidad, se apellida igual que la banda, ¿serán parientes?). Allá por el cercano 2010 escribía en su blog sobre unos chavales de Sanlúcar de Barrameda a quienes había visto en directo recomendando su primera grabación, un EP titulado Dónde te escondes, hermano. Contenía tres canciones que sonaban de aquella manera, pero donde había algo diferente, ese gancho necesario para darle otra vez al play.
Ahí podría haber quedado la cosa, pero, de nuevo en su blog, me enteré de la edición de su ”primer largo”, Fango (2013) y este no se me escapó. Aún hoy me parece una joya y por entonces escribí “parece mentira que estos cuatro tipos estén paseando su arte por Cádiz. ¿No tendrán algún pariente en Jacksonville o el mismo Delta del Mississippi? Porque el tufazo a blues y southern que impregnan las canciones de Fango parece mamado de las mismas entrañas”. Por favor, escuchadlo.
Se convirtieron en una suerte de power trío para su siguiente Devastación (2016) donde, en palabras del amigo Tizón, “siguen estando presentes, por encima de todas las cosas, esas bandas setenteras de heavy rock o como queráis llamarlas, conjugadas con ese viento de rock andaluz”. A mí me gustó ese cambio, aunque sonaran a otra cosa, pero me gustaron más aún con el tercero, Fuente vieja (2018), más complejo, con ínfulas progresivas fantásticas, y sin perder sus ramalazos sourthern y sureños. Como dicen en su Bandcamp “ el trío decide ampliar horizontes adentrándose aún más en terrenos psicodélicos y del rock andaluz”. Lo innegable: su enorme calidad.
La vida del músico de barrio o de pueblo no tiene que ser fácil en nuestra época y dudo mucho de que estos muchachos (ya señores) puedan permitirse vivir de su arte, por lo que eso debe de estar detrás del largo tiempo transcurrido hasta este Borubon (2024) que hoy comparto. Eso, o que han envejecido en barrica esta media docena de años para grabar esta gozada de disco.
Estos de la fotografía son Bourbon: Raúl Guerrero (voz, guitarras) Juanma Gonzálvez (bajo, coros) y Álvaro Guerrero (batería, coros) . Todas las canciones están compuestas por la banda, siendo Raúl el responsable de las letras. Fue producido, grabado, mezclado, masterizado y todo lo que fuera necesario en los Estudios Trafalgar por Curro Ureba, el cuarto miembro, dotando a este disco de un sonido impactante, con el bajo llenando el espacio detrás de la voz, a veces acompasando las baterías y otras casi como una segunda guitarra, que, por cierto, suenan crudas o crujientes a gusto del tema, con su punto de distorsión bien graduada en algunos momentos. El nombre del sello bajo el que editan sus propios discos ya dice a qué suena esto: Born too late. Porque suenan a los primeros Wishbone Ash o a los Jethro Tull de Ministrell, y eso con recuerdos a los mejores momentos de Triana.
No sé si podemos catalogar un disco como “conceptual” si no
cuenta una historia con introducción, desenlace y final. Algunos hay por ahí.
Yo siento que este que hoy comparto tiene cierto marchamo de obra cerrada en
torno a la pérdida, al final de la vida, al olvido que conlleva. La espiral
resume un poco todo lo que vamos a escuchar, con su entrada de bajo magnífica,
guitarra lejana, misteriosa, dando paso a la melodía, en un desarrollo largo de
letra intensa “hay que sufrir para entender y llegar hasta el final” con cierto
deje rosendista en el tono vocal. “Una vez
allí os mostraré/lo que perdí y lo que encontré”. Esa intensidad lleva a la
reflexión final “recorrí el camino sin pensar”. Ariel arranca con la batería
hacia un breve medio tiempo de melodía fabulosa y aire pop. “Son las sirenas
las que anuncian tu condena”. Una canción de pérdida anticipada “déjame que te
limpie una vez más”. Buen solo y ¡qué bien arreglada! Qué joyita Aguacero,
quizá la mejor del disco, penetra con facilidad hasta el fondo de mi cabeza,
la siento intensa, viva, aunque trae detrás tristeza. “Es hora de echar amarras/has
llegado ya/un aguacero y un castigo/te invitan a reflexionar”. Una canción de
despedida, emocional. “Ahora es el momento, que sople el viento y nos haga
levitar” porque yo estaré “contigo hasta el final”. Sigue esta desazón de
pérdida en Olvidarnos de ti, canción amarga donde la voz de Raúl es la
principal protagonista “no queda nada que podamos hacer ya/tan solo olvidarnos
de ti”. Las guitarras acústicas y otro fabuloso trabajo de Álvaro y (sobre
todo) Juanma adornan y acompañan hasta el estribillo “aún queda un poco
más/para olvidarnos de ti”. ¿Se puede olvidar del todo? “una sensación de culpa
y miedo” queda. Tremenda también.
Un breve y veloz Noctuario “solo quiero escapar a otro
lado/yo no quiero morir asustado” te agarra para soltarte en La mujer del pelo
blanco, distorsión y psicodelia con un rollo seventies elegante de enormes guitarras “creí perderla en la oscuridad/corrió y huyó/no dejó ningún rastro”.
Bravísimo el atrevimiento de fabricar este tipo de canciones hoy en día, con
esa especie de jam central y vuelta al final a varias voces “siento a veces que
ahora vive en mí”. Sigue Llorarás; una lástima no haberla extendido indefinidamente (no alcanza los cuatro minutos), rock parido frente al atlántico “respiraré tan hondo que ahogaré mi voz” con
densas guitarras que mantiene el pulso psicodélico. En esta época en la que
disculparse o reconocer la culpa resulta extraño esta canción representa luz:
“que te engañé solo por verte vomitar/llorarás, llorarás/entonces sabrás, esta
es la verdad”. Y cierran con otra apuesta brutal, los más de ocho minutos de
Eco… Trafalgar, en realidad dos canciones distintas bajo un mismo epígrafe; incluso de Eco han editado un vídeo de manera independiente. Otro colega del barrio vinílico, Riff Raff (Toño Kix), dice en su blog de este corte "se pasan por el Arco del Triunfo cualquier atisbo de querer ser normales, suenan que parecen los Who en el reputísimo 73" y razón no le falta. Eco,
rítmico, te hace mover el culo: “escondí entre la maleza/en una caja de
metal/todas las cosas por una vez dijiste/por si a alguien le valen y las
quiere encontrar“; el recuerdo, lo que queda, como una remembranza, un eco en
nuestras cabezas. “En un palacio entre las rocas/una ventana que da al mar/nos
quedaremos allí rezagado/ hasta que tú nos hagas la señal” y más caña. Tras un
silencio aparece Trafalgar “el silencio en esta oscuridad/nos envuelve y nos
hace escapar” ¿estás al otro lado? “ven conmigo para contemplar/los que nunca
viste aquí está”. Triste final, alargando la melodía. “en la inmensidad parece
que todo va a estallar”. Porque ya no hay destino posible, solo levitamos sobre
el inmenso mar.
La portada fue decisiva para comprar el vinilo. Ese equipo de música, al fondo, replica uno que hubo en casa de mi familia hace muchos años. No sé qué historia hay detrás de esta foto y yo imagino un viaje en el tiempo y que uno de los tres estaba en el salón de casa a principios de los noventa trasteando con una guitarra de vaya usted a saber quién mientras esperaba la merienda. El diseño lo firman Mariano Villa con Álvaro y de las fotos se encargaron Roberto Bonilla y Raúl. Muy cuidada edición (ya podrían otros con más medios), tanto en lo visual como en lo táctil. Esto del vinilo es una experiencia multisensorial: auditiva, visual, táctil y, sobre todo, visceral.
Por cerrar. Cuando una banda saca un disco homónimo (no su
debut) suele tramar algo. Un cambio, una despedida. Espero que haya más Bourbon
para todos en el futuro, que no se hagan de rogar tanto, que pueda verlos en
concierto de una vez.
Disfrutad del frio fin de semana con buena compañía (adiós despedidas, por favor) y buena música.
disco maravilloso, banda maravillosa
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