Personalmente, adoro que las bandas viejas editen material nuevo, aunque en muchas ocasiones se conviertan en decepciones mayúsculas. Esperar que grupos con décadas de música a sus espaldas y más allá de los sesenta años se conviertan en el nuevo gran boom del negocio resulta de idiotas. Sin embargo, al menos debe exigirse, como fan un poco de talento, de oficio, de arte en definitiva. La diferencia entre una banda tributo y una banda haciendose pajas musicales en los escenarios una y otra vez con un repertorio de más de veinte años es muy ligera. Y digo esto porque este último lanzamiento de Judas Priest me parece el mejor disco desde Painkiller y no dudo que esta colección de canciones, con sus puntos álgidos y menos acertados, está, por fin, a la altura de lo que fueron. Contiene grandes canciones, buenos riffs, algunos solos logrados, los cambios y la producción no parecen un recorta y pega y, desde luego, te hace disfrutar. Claro que se homenajean a sí mismos en mu