Pues ya tenemos aquí otro vinilo, amigos. Y hoy toca hacer un ejercicio de nostalgia. Cuando era pequeño, en muchos hogares aún existía únicamente un televisor en blanco y negro con dos canales, la música se vendía mayoritariamente en cintas y la radio reinaba en todos los hogares. La banda sonora de mi vida consistía en una ecléctica mezcla de lo que escuchaba mi padre –música clásica y pop-rock setentero gracias a programas como el de Carlos Tena , en Radio Nacional– y lo que escuchaba mi madre mientras se dedicaba a los quehaceres del hogar, como correspondía a una buena ama de casa de la época, o sea, Charles Aznavour , Demis Russos o Neil Diamond entre muchos otros. Así pues –como ya he contado en numerosas ocasiones–, llegó el día en el que, gracias al dinero seguramente ahorrado de algún cumpleaños o de las cien pesetas que mis abuelos paternos me daban cada vez que los visitaba (mis padres no me han dado paga en la vida), me presenté en la tienda de discos del barrio –un