Hace ahora algún tiempo, en el transcurso de un paseo con mi esposa, a esta se le ocurrió entrar en una tienda para comprar una equipación deportiva para mi hija. No es cuestión de detallar mis fobias, pero una de ellas es entrar en una tienda de ropa o similar y seguir a mi señora mientras rebusca entre estanterías y aparadores. Vamos, lo mismo que le pasa a ella cuando el que entra en una tienda –en mi caso, de discos– soy yo. Así que, en el marco de una entente cordiale que en estos casos acostumbramos a aplicar y aprovechando que estábamos cerca de la calle Tallers –tradicional zona vinílica de Barcelona–, ella se dirigió al establecimiento de ropa y yo al de discos, dispuesto a rebuscar entre cubetas abarrotadas, en pos de algún vinilo de mi laaaarga lista de pendientes. Sin embargo, a no ser que visite alguna feria, cada vez está más difícil conseguir gangas en las tiendas. Lo actual ya ni lo miro –tiene que ser algo muy especial para que me gaste esos dinerales en vinilos nuevos– y en segunda mano hay poca actualización de stock porque no puede entrar material nuevo si antes no ha salido el antiguo. Así que, el objetivo muchas veces ya no es encontrar aquellos vinilos que aún no tengo y faltan en mi colección de deseos sino pillar algo totalmente desconocido a la espera de descubrir una joya oculta, o algo que se le parezca. Total, que mi padre me había dado un dinero por mi cumpleaños y este había ido directo al fondo familiar, es decir, que no me di ni un capricho con él. Por esa razón, la tarde en cuestión decidí comprarme un vinilo, uno solo, aunque únicamente fuese para recordar mi época de veinteañero, cuando cada mes pasaba por la mencionada calle Tallers y aledaños y me hacía con varios vinilos. Qué tiempos.
Pues bien, más de una vez hemos comprado discos por la portada –todos somos
culpables de ello, ahora no neguéis la realidad–, sin saber lo que nos
encontraríamos dentro de la funda. Pero, como podéis ver, en este caso la
portada es un montón de guano por lo que debo admitiros que lo que me llamó
la atención fue la contraportada, ese grupo de macarras con panteras como
mascotas y la parafernalia habitual de cuero negro, tachas, cadenas y
cinturones de balas. Confieso que no era consciente de haber oído hablar de
esta gente en la vida, pero vamos, lo que tenía claro es que al disco-pop no
se dedicaban. Y la verdad es que, al buscar datos para escribir estas
líneas, descubrí que ya había oído su muy recomendable tercer Knocking on
heavens door, aunque no me había puesto a investigar en la historia del
grupo y ciertamente no había guardado registro del nombre de la banda en mi
memoria. Pero sí me acordaba de la portada. También ayudó el ver que Lita
Ford o Glenn Hugues aparecían como colaboradores haciendo los coros en algún
tema, aunque a saber si eso es cierto o una maniobra de la discográfica para
lanzarlos en los Estados Unidos. Fuese como fuese, me llevé el disco a casa
–gracias papá por el regalo en diferido– y hoy os lo voy a
comentar.
Total, que no tengo ni idea de enología, es decir, me gusta el vino pero
soy más bebedor de cerveza fresquita y destilados con más graduación. Pero
al igual que el vino puede tener un gusto afrutado, fresco, ligero o con
cuerpo, áspero... y entonces los connoisseurs te dicen que tiene notas de
canela, clavo, cítricos, nuez moscada, plátano o frutos del bosque que
quizás no se aprecian en un primer sorbo pero están ahí dejando retrogusto,
yo puedo deciros que Heaven –al menos en este segundo elepé– pueden ser
hijos putativos de AC/DC y Rose Tattoo como la mayoría de la crítica
comenta, pero con –para mi– innegables notas de Saxon o Judas Priest, con
una producción americanizada de heavy rock pegadizo.
Las raíces de estos australianos se encuentran en una banda de Adelaida llamada Fat Lip, de la que provenían la mayoría de sus miembros. El grupo se disolvió cuando su vocalista, el escocés Allan Fryer voló hasta Sidney para realizar una audición para AC/DC tras la muerte de Bon Scott. O al menos eso dice él. Sin embargo, cuando los hermanos Young anunciaron el fichaje de Brian Johnson en Londres –es decir, que Fryer no llegó a participar en audición alguna–, llamó a sus compañeros de Fat Lip y se reformaron como Heaven. Tras un primer álbum y la llegada a la banda de los guitarristas Kelly y Mick Cocks –de Swanee y Rose Tattoo respectivamente–, el grupo probó suerte en los Estados Unidos grabando este Where angels fear to tread que hoy os traigo. Grabado en los Cherokee studios con George Tutko a la producción, el line up de Heaven estaba formado en ese momento por los mencionado Fryer, Kelly y Cocks, Laurie Marlow al bajo y Joe Turtur a la batería, con la colaboración de Jimmy Zazla al saxofón y con coros de Glenn Hughes, Lita Ford y un tal Evil Eyes que resulta que era ni más ni menos Ronnie James Dio, según ha asegurado el mismo Allan Fryer en varias ocasiones.
Por cierto, otras cosas que Fryer cuenta son que Lita Ford se lo montaba
con cualquiera en esa época, que Heaven, Ratt y Mötley Crüe salían de fiesta
continuamente, al menos con Crosby y Blotzer, –a quienes dedican este disco–
y con Neil y Lee. Es más, de este último, Fryer afirma que era tan amigo
suyo que se ligaban a las mismas mujeres y que incluso le propuso unirse a
Heaven porque el batería no se sentía cómodo en su banda.
En fin, que anécdotas o pajas mentales aparte, con una horrenda y poco
trabajada portada de Margo Nahas y Jay Vigon que en algunas versiones –como la
mía– no llevaba ni tan siquiera el título en ella, el disco se puso a la venta en las
tiendas de Los Angeles y el resto del país con el siguiente track
list:
A
Where angels fear to tread
Love child
Scream for me
Don’t mean nothin’
Rock school
B
Madness
Hard life
She stole my heart
You
Sleeping dogs
La escucha se inicia con el tema título, una Where angels fear to tread
cañera, con un bajo marcado, un estupendo solo de guitarra y un sonido
general que –con esas influencias– podría definirse como el de unos
Airbourne ochenteros. Le sigue Love child, un temazo que a finales de los 60
grabaron Diana Ross & The Supremes y que los Heaven hacen suyo de forma
admirable. Rockera y pegadiza, parece sacada de cualquier disco primerizo de
la NWOBHM. Más cruda y acedeciana es Scream for me, resultona y con unas
buenas guitarras. Lo mismo que la siguiente Don’t mean nothin’ con una
producción americanizada con raíces australo-británicas. La cara finaliza
con la hardrockera Rock school, caracterizada por ese saxo que le aporta un
punto de exotismo festivo.
A estas alturas, ya somos conscientes de que no hemos tirado nuestro dinero y que el álbum vale muchísimo la pena. Prueba de ello es la nuevamente acedeciana Madness –casi puedo ver a Malcolm Young moviendo su pierna rítmicamente mientras la toca– en la que Zazla mete de nuevo su saxo, aunque sin el protagonismo de la que cierra la cara anterior. Entonces llega Hard life, más arrastrada y con mayor peso de las guitarras aunque con un estribillo pegadizo y cierta atmósfera poppy, lo mismo que She stole my heart, algo más heavy que su predecesora pero con esa producción americana suave. Más enérgica es You, que le provoca a uno ganas de mover las extremidades al ritmo de la música y que sirve de prólogo a Sleeping dogs, otro tema alegre y con una contundente base rítmica que no hace otra cosa que poner de manifiesto que a veces no bastaba con ser buenos músicos y tener un buen producto en las tiendas para conseguir el éxito, también la suerte y la estabilidad contaban en la ecuación. Y no fue el caso de Heaven, que merecían sin duda haber llegado más alto.
En definitiva, todo un descubrimiento y un pedazo de disco, una verdadera
joyita escondida tras una portada de mierda. Y es que a veces –y sólo a
veces–, la caza a lo loco permite cobrar buenas piezas.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
¡Tuviste suerte! Porque la portada no anunciaba nada bueno. Suenan puro heavy rock yanqui, desde luego, unas veces tan ACDC que parecen Airborne 😅 Chula aportación macarra. Un abrazo.
ResponderEliminarSí a todo: lo de la portada era una apuesta suicida y en efecto tienen sus momentos Airbourne. Pero salió bien. Los temas son una caña. Abrazo de vuelta.
EliminarTiene un toque krokuriano muy, muy marcado, qué sé yo, incluso sonar así es muy complicado, visceras fuera, expulsando rock n' roll. De la portada ni hablar, va de frente a mi top 3 de objetos imposibles de ver.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, tanto ellos como Krokus bebían de las mismas fuentes, pero eso no les resta valor, aunque sí un poco de falta de originalidad. Pero ¿quién no tiene sus influencias? De la portada ya lo he icho todo. Pide fuego a gritos. Saludos y gracias por comentar.
EliminarPues suena muy bien. Me ha gustado el paralelismo del vino con los matices para definir las influencias de un grupo. Qué maravilla cuando uno se la juega con un disco que no ha escuchado nunca y sale bien (no siempre es el caso). El disco lo tienes que poner al revés en la estantería (la portada como si fuera la contraportada, y viceversa), y solucionado. Buen descubrimiento.
ResponderEliminarGracias por comentar.
EliminarPues, aunque te joda, está muy en la línea del aporte de Manu. Quizás el suyo más enfocado al AOR y este más a los heavy poperos, como el menda. Pero el caso es que para los puristas no son ni el uno ni el otro pero para gente que nada entre aguas, como yo, ambos discos son un gran descubrimiento. A ver King...heavy con saxos????? Jaja. En fin, dicho lo dicho, hoy la preparación de la paella ha estado super divertida amenizada por estos dos discos. A saber lo que me he perdido estos meses. Un abrazo (ah, ya sabes que tengo debilidad por las notas autobiográficas en las reseñas jeje)
ResponderEliminarNo tardes en venir. Primero, porque no te perderás nada. Segundo, porque siempre metes el dedo en ojo ajeno 😂
EliminarBueno, no te has perdido nada porque es un blog. Quiero decir, tira patrás y a disfrutar 😂
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