¿Qué hacer si la pequeña empresa en la que trabajas comienza a hacer aguas? Broncas con los compañeros, bajón en las ventas, críticas de los clientes. ¡Te montas otra! Pues eso fue, más o menos, lo que hicieron Paul Kantner (guitarrista) y Grace Slick (cantante) cuando Jefferson Airplane se quedó atascada a principios de los setenta: dar un pasito al lado y recomenzar con otro proyecto al que acabaron llamando Jefferson Starship.
Sin entrar en detalles (que esto va de otra banda), Jefferson Airplane fue uno de los baluartes del rock psicodélico en los años sesenta desde su San Francisco natal (Somebody to love, White rabbit) que en la siguiente década comenzó a fraccionarse. Jorma Kaukonen y Jack Casady habían tenido cierto éxito con Hot Tuna (America’s choice, de 1975, ya salió por aquí), mientras Kantner intentó volar por su cuenta grabando un disco que tituló Blows against the empire (1970) en el que aparecían numerosos músicos colegas de la época. A este disco, curiosamente, subtituló “Jefferson Starship” con relación a la temática de ciencia ficción de la obra. Un año más tarde hizo dueto con Slick, grabando Sunfighter, un recomendable pastiche lleno, de nuevo, de amiguitos. Conecta todo esto con nuestro disco de hoy la presencia de varios protagonistas en ambas aventuras de Kantner: David Freiberg (bajista y teclista) apareció en el primero y Craig Chaquico (guitarrista) en el segundo.
Los siguientes años hubo una mezcolanza extraña de músicos tanto en Jefferson Airplane como en las aventuras en solitario de estos pájaros. Finlamente, Kaukonen y Casady se borraron llevándose el nombre de la banda en un clásico “no sin nosotros”. Es en ese punto donde decidieron, el resto, denominarse Jefferson Starship y recomenzar con una nueva empresa.
Tras un inicial Dragon fly (1974), en el que aún aparecen en la portada los nombres de Slick y Kartner, por aquello del márquetin, y que consiguió alcanzar el disco de oro en los Estados Unidos, parieron esta joya que hoy traigo al blog, su obra “magna” o, al menos, la más vendida, la que les puso en las casas de más de dos millones de yanquis: Red Octopus.
Cuando se metieron en el estudio, conformaban el grupo ocho músicos, con tres cantantes, a saber: Paul Kantner como voz principal en uno de los cortes y a la guitarra, Grace Slick como voz principal en tres canciones, Marty Balin a la voz principal en cuatro canciones, Craig Chaquico como guitarrista principal, David Freiberg y Pete Sears al bajo y a cualquier otro instrumento con teclas (piano, clavinet, sintetizador, órgano), Pap John Creach al violín eléctrico y John Barbata a las baterías y demás percusiones. No me digas que una obra con tres cantantes y hasta un violinista no te atrae.
Grabaron en tres semanas de febrero de 1975 en los Wally Heider Studio, usado habitualmente por Neil Young, Van Morrison, Creedence Clearwater Revival, Eric Burdon o The Dobbie Brothers, entre otros. El grupo se concentró en alcanzar un sonido más comercial, pensando en los oídos pop-rock de la época, reduciendo el minutaje de las canciones y contando historias de amor y amistad, lejos de las reivindicaciones políticas y sociales del pasado.
Uno de los puntos fuertes del disco para arrancar: Fast Buck Freddie. Melodía desbordante con la voz de Slick en un corte puro poprock setentero de gran estribillo (atención a las armonías del coro). Miracles cambia de registro; su primer top ten, una balada soul de siete minutos con cuerdas, un saxofón y unas armonías vocales bárbaras. ¿Una canción de amor? Bueno, la letra dice “Love is a magic word if you ever find inner life” y esa “vida interior” se aclara al cantar “So we're making love, you feel the power and I feel the power”. No sé si queda claro. A mí se me hace un poco larga, confieso. El primer instrumental aparece justo en mitad de la cara. En Git fiddlerel saltamos de un solo a otro. Primero el violín de Creach es el reclamo principal ¡y qué nivelazo! Sigue un buen solo de guitarra y otro de piano (esta vez de Pete), todo con un toque funky muy marcado en el sonido del bajo. Regresamos al tema amoroso en Ai Garimasu (there is love), una sentida balada, “We don't have to have any name at all/’cause you gave me your love/And now i know just exactly who to call”. Sea lo que sea esto que sentimos, te quiero a ti. Muy entregada, Slick suena a diva sesentera. Sweeter than honey cierra dando algo de caña, el toque duro del disco (sin pasarse) con las mejores guitarras que vas a escuchar aquí (compone Chaquico). Otro de mis favoritos.
Al pinchar la cara B suena el segundo single, Play on love, un rockpop upbeat resultón, donde el violín y el piano marcan la melodía. Slick suena más sensual que en ningún otro momento en esta invitación a arriesgarse, a “jugar”, a atreverse a dar el paso y amar sin tapujos. Balin nos presta en Tumblin otro soft rock amoroso típico de la época con unos coros monísimos (eso he escrito, sí, porque lo son). Puedes imaginarte a Tom Jones haciendo su propia versión. El único corte con la voz principal de Kantner se titula I want to see another world y es lo más parecido al pasado sonido Ariplane de este pulpo, con una base rítmica marcada y juegos vocales constantes. Además, una de las letras que se escapan de ese tono romántico del disco “I want to see another world/For me and my child/My old lady, too/Maybe you/If we can/If we get to”. Buen solo de Cachico, por cierto. El segundo instrumental se titula Sandalphon, la única composición que aporta Sears, y recuerda a Procol Harum por momentos, con un aire sinfónico. Cierra este paseo con There will be love, algo más compleja, donde la mezcla de varias voces, un toque progresivo y la orquestación adornan una letra melosa y simplona que va al grano “Oh, oh, the sunshine of your smile/Oh, oh, the music of your voice/Oh, oh, when you lay your body by/Oh, oh, the night was made for love”. Buen cierre.
Editado en junio, el disco alcanzó el número uno en septiembre y estuvo en esos primeros puestos durante dos meses. El responsable principal fue el sencillo Miracle, que alcanzó el tercer puesto en la lista oficial de ventas. Disfruto leyendo las críticas de época cuando preparo estas entradas, porque suelen ser sorprendentes. La Rolling Stone los puso a caldo (“si no fuera por Balin este disco no se podría ni escuchar”), en The Village Voice más de lo mismo (“Balin sigue teniendo la cabeza hueca”), Cashbox les puso por las nubes (“un álbum lleno de fuerza”) y Billboard se quedó a medio camino (“tiene la fuerza de los primeros Airplane”). Los años suelen poner la buena música en su sitio, claro, ahora es fácil decir par mí “qué cortitos fuisteis” o “no tenéis ni idea”, pero este disco marcó un cambio en un grupo de músicos conocidos y respetados por otro tipo de sonido. No quiero ni pensar lo que escribieron años después, cuando, de verdad, se hicieron comerciales.
El título y la portada tienen su aquel también. Escogieron el pulpo (octopus) en referencia a los ocho miembros que se juntan en un solo corazón, haciendo referencia a la cohesión que tenían por entonces; y el color rojo hace referencia a sus ideales comunistas (Paul y Grace tenían admiración por lo que estaba ocurriendo en China por aquel entonces).
Para cerrar, quiero contar una pequeña historia que tiene que ver con este blog y con la banda a la vez. Hace un par de años, nuestro King de cabecera publicó esta entrada sobre el Freedom at point Zero (1979) de esta gente; en los comentarios reconocía mi total recuerdo del disco y del grupo. Como suelo hacer, escuché el disco en cuestión, me gustó mucho y seguí con su discografía. Y me enganché al grupo. Primero a sus discos más AOR/hardmelódicos (Modern times, Nuclear furniture) y después a esta rama setentera, que me llevó a las distintas aventuras en solitario de las patas del pulpo. Incluso, que algún día lo traeré por aquí, a su última reconversión a finales de los ochenta, cuando se denominaron Starship, sin más. Comento esto para dar valor al blog (al menos para mí). En él he descubierto (y sigo descubriendo) grupos y discos que pasaron desapercibidos en su momento y recupero otros (Dani, esos Gun) abandonados en el polvoriento cajón del pasado. Ah, y gente maja también he conocido: sin esa conexión aquí y en redes, esto no tiene sentido. Y esa es mi principal motivación para venir por aquí cada semana.
Disfrutad con buena música y buena compañía de vuestro tiempo.
Fantástica entrada como siempre. Reconozco que sí he escuchado a Starship, su primer disco con las famosas We built this city y Sara. Y el segundo con el antológico Nothings's gonna stop us now. Sin embargo, las etapas Jefferson no las controlo aunque he oído más de los Airplane. Ni siquiera me escuché el que subió el King porque no comenté nada, sería en una de mis épocas de desconexión.
ResponderEliminarBien, pues el disco no está mal pero no consigo conectar del todo con él. Creo que lo he visto en cubetas y no me convenció la escucha rápida que hice por si me lo llevaba. Ahora estoy con una más reposada pero siguen sin cogerme de las solapas y sacudirme.
Por cierto gracias por lo que me toca pero espero que además de los Gun o los Doobie Brothers, algo más puedas salvar de mis entradas jaja. En serio, mucho más aprendo y descubro yo de vosotros. Me confirmó con esos dos descubrimientos
Un abrazo.
De tus entradas se salva todo, Dani, que escribes muy bien. A veces me enganchan y otras no tanto, como bien sabes. Los Doobie, Gun o Texas, entre otros, los he vuelto a escuchar por tus post, ya ves que te hago caso. Respecto a las vidas de "los Jefferson", pronto traeré a Starship, que me gustan también (poperos melódicos hardroqueros ochenteros, lo tienen todo). Este disco, como muchos, está anclado en un sonido poprock de mediados de los setenta, con sus licencias funk/soul. Es un estilo que a mí también me cuesta. Este pulpo rojo acabó en mi colección por completismo (y buen precio). ¿Cuándo te leemos la 101? Un abrazo.
EliminarExcelente entrada. Es difícil seguirles la pista a estos músicos (entre Hot Tuna, colaboraciones, discos en solitario, ...). Creo que, como la mayoría, empecé con Jefferson Airplane, y seguí con Jefferson Starship. Y de estos últimos, este puede que sea su mejor disco (aunque el "Earth" es otro que escucho bastante). Y me parece un grupazo, aunque me da la impresión que el hecho de que guardasen la palabra "Jefferson" en su nombre (al menos en esta etapa, antes de ser solo "Starship"), hace que siempre se tenga en mente al grupo de los 60, y, de manera inconsciente, se les compare. Para mí son "otro grupo", con una voz alucinante (Grace Slick es una de las grandes cantantes de rock de la historia), y unos músicos con un nivelazo incuestionable. Gran entrada para un disco clásico de los 70. Saludos.
ResponderEliminarGracias por la parte que me toca. Cada etapa, cada nombre, puede ser considerada una banda diferente. Incluso "Jefferson Starship" se transmutó a finales de los setenta en una joyita hard melódica, incluso sin Slick. Así de "echaospalante" eran estos tipos. Lo grande de músicos tan buenos, a mi entender, es saber adaptarse con calidad a los tiempos, girar sus composiciones, arreglos, producciones a lo que se venda para poder seguir ganando dinero, viviendo de su música. Lejos de considerarlo "venderse" yo lo admiro. Eso sí, cuando lo encajan, lo hacen con cierta calidad y son creíbles. Lo contrario, puff. Y ejemplos de ambos hay muchos. Un saludo.
Eliminar¡Cáspita! –iba a poner ¡Joder! pero le restaba elegancia al momento–, no imaginaba haberte calado tan hondo con un grupo que, si bien me gusta, no es de los que haya seguido su discografía. Me alegro mucho y secundo tus palabras respecto a lo de descubrir música y conocer gente maja. Respecto al vinilo en cuestión, en efecto, aquí de psicodelia hay poca. Es pop cálido y de calidad –Grace está estupenda–, con ramalazos rockeros gracias al señor Chaquico y con pinceladas de diversos estilos y sonidos a lo largo del disco. No me extraña que en su momento tuviese éxito comercial pese a las críticas que comentas. Un abrazo y nos leemos y “escuchamos”. KING
ResponderEliminarSi por algo me gusta este blog es por la gentuza y por la música que compartís. El grupo me enganchó, ya lo he confesado, y sus vinilos han sido fáciles de encontrar y a muy buen precio. Ya me gustaría rellenar algunos huecos de mi discografía imposibles por la dificultad de conseguir los vinilos o los magníficos precios que tienen. Hoy en día, con la interné a tope, tampoco sufro por ello. Aquí os espero, animalicos. Por lo demás, cada etapa de la banda tiene su puntito, porque eran músicos excelentes, y se permitían hacer (casi) lo que les salía del terruño. Un abrazo y nos seguimos leyendo y escuchando por el mundo virtual.
EliminarDe Jefferson Airplane algún cd tienen que haber por casa pero no es que les haya hecho mucho caso, ya sabes que "mi rollo es el rock" ... Gracias por contar la historia del la transición de una a otra banda. He puesto el álbum y se deja escuchar que no es poco, correcto. Saludos Manu. P
ResponderEliminarAlgo es algo 😂 No es para nada un imprescindible, se deja querer y ya. Un abrazo.
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