Esta temporada de #FFvinilo estoy dispuesto a sacar del fondo del cajón todos los discos pronto-ochenteros que tenga en mi poder con el afán de darles lustre, reivindicar obras que han quedado relegadas al olvido y desterrar la ojeriza que se tiene a los sonidos de aquellos años por parte de la mayoría de las orejas mainstream y las más entendidas del rock and heavy. Ya he rescatado a Blue Öyster Cult y a April Wine y hoy añado a Blackfoot. Aquellos sintetizadores, aquellas baterías electrónicas de primera generación, aquellas programaciones y aquellos secuenciadores destrozaron el rock básico de guitarras, pero, gentuza, qué buenos momentos nos dieron. Ese movimiento musical más o menos desorganizado por parte de las compañías discográficas lo denomino heavy-poppy y le dediqué una buena disertación en rockologia.rocks. Aquí dejo el enlace.
En el año 1982, Blackfoot editó Highway Song Live, quizá uno de los mejores directos de southern (hard) rock, un compendido de canciones que resumen los primeros cinco discos de la banda y trece años de esfuerzo continuado y que ya apareció en este blog. Lamentablemente la buena vida del grupo se acabó con aquella gira de 1982. Las famosas tensiones internas, intereses enfrentados y presiones discográficas hicieron muy duro permanecer en Blackfoot. Para empezar, añadieron a un teclista de renombre, Ken Hensley (Uriah Heep), y dieron un cambio a su estilo. Había que vender más, ser más grandes, más jóvenes. Eso del rock sureño estaba pasado de moda. La obra se editó en 1983 y se llamó Siogo; se aleja de esa raíz southern para adentrarse en el hard y el AOR. Parecen unos Survivor de Jacksonville en Teenage idol o Goin’ in circles, resultones y adictivos, y mantiene su fuerza setentera en Heart’s grown cold (de Nazareth), We’re goin’ down o Send me an angel.
Charlie Hargrett es el primero en abandonar el barco a principios del 84, justo después de las sesiones de grabación del disco que hoy traigo. Con amor y algo de retranca le dedicaron la obra "por catorce años de dedicación y agonía". Tiempo después, justificó su (auto)despido de un modo muy categórico: "No me gustaba lo que estábamos haciendo y al manager no le gustaba mi aspecto, fue lo mejor. Teníamos estupendas canciones, pero las jodieron en la producción". Más allá de la dedicatoria, no aparece acreditado en el álbum. La banda, pues, estuvo compuesta por Rick Medlocke como cantante y guitarrista, Jakson Spires como baterista, Ken Hensley a los teclados (sintes, piano) y Greg T. Walker como bajista. Las sesiones las grabaron y produjeron Al Nalli, habitual de la banda, y Eddy Offord, reputado productor e ingeniero de gente como Emerson, Like & Palmer o Yes. Quizá por eso ATCO le metió en el ajo, para lograr empujar el sonido más roquero del grupo hacia arreglos y acabados más sinfónicos o aorianos. La verdad es que suena excelente: al acabado y a la mezcla de las capas instrumentales no pueden ponerse pegas. ¿Y a las canciones? Haciendo caso a Hargrett, parece como si las canciones hubieran sufrido un acabado distinto, con los sintes y la ambientación tomando el protagonismo y la voz de Medlocke suavizada, aunque algunas (las menos) mantienen el pulso hard (de la época). La elección de tres versiones extrañas para la banda ya hace sospechar que algo no iba bien, dos de ellas, además, singles fallidos de la propia compañía de discos pocos años antes.
La cara A comienza con dos de estas versiones. La primera, Morning dew, es de una cantante de folk canadiense llamada Bonnie Dobson y, bueno, hacen un intento de crear una atmósfera melosa, con varios cambios, en un crescendo que acaba con fanfarrias, prácticamente. Un poco petardazo. Livin' in the limelight, la segunda cover, que Peter Cetera (Chicago) publicara en su primer álbum en solitario un par de años, endurece algo la propuesta, sobre todo en la parte central, pero resulta algo forzada. Nos rescata Ride with you, cabalgando a la antigua, esta vez con la electrónica y los trucos de estudio en segundo plano para destacar el riff de guitarra y bajo y la línea melódica de la voz. Muy eighties, muy adorable. Aceleramos un poco más con Get it on, de lo mejor del disco; curiosamente la primera compuesta únicamente por miembros de la banda y nada de relatos amorosos ni citas a medianoch: "There's a red light in my mirror/I know it's almos over/little men in white coats/are gonna take me back somehow/I've enjoyed this little bit of freedom/don't kill the maniacs/one day you'll need 'em".
En la cara B aparece Young girl, con una característica batería procesada y el sintetizador apoyando las estrofas, de suave melodía y un estribillo sencillo: "I know she's gonna be the end of me/but I need her so can't go, no, no". Cuidado con las canciones de amor y las jovencitas. Un buen solo de guitarra, por cierto, aunque brevísimo. Summer days, en cambio, flaquea en la construcción, en los arreglos, dejando el peso en la melodía y un estribillo demasiado simple; el solo de Hensley tampoco lo rescata. A legend never days podría haber formado parte de cualquier banda sonora de la época, tanto por letra como por sonoridad: el teclado y la guitarra sintetizada guiando la canción y Medlocke manteniendo el tipo en otro buen estribillo. La canción la grabó RPM dos años antes en su debut. Sigue Heartbeat and heels, de las mejores, con una buena figura de guitarra, rescatando el pasado southern en el solo (pena que le metieran un fade out). Y cerramos la colección con la adictiva In for the kill, que corre sobre otro riff de Medlocke y una buena línea de bajo; con una batería contundente y la guitarra un punto más alta en la mezcla habría sido aún mejor. Buen estribillo: "I'm movin' in/movin' in for the kill/got a date/with a man who says/He'll watch me fall".
Pero lo malo de este Vertical smiles no está en la música, si no en todo lo demás. Para empezar, el título: simplón y estúpido, alejado de la imagen que se tenía de la banda. Sigamos por la portada: mal gusto o no, esas polaroids sin sentido ni estructura deberían estudiarse en todas las escuelas de Bellas Artes. Y la contraportada: más polaroids distribuidas azarosamente de momentos ¿personales? ¿robados? quién sabe. La estética continua en la etiqueta de ATCO en el vinilo, aunque eso no es achacable a Vertical smiles. El responsable de esto se llama Bob Defrin y era un fijo de la compañía, realizando portadas para gente tan dispar como Aretha Franklin, Bee Gees, Wishbone Ash y, sobre todo, AC/DC: si hiciste las portadas de Let there be rock o Highway to hell, ¿porqué esto?
La edición que comparto se imprimió en Alemania por aquella época. Trae un encarte con las letras y los créditos.
Disfrutad del fin de semana y la buena música. Dadle una oportunidad al álbum aunque no os gusten los sonidos pronto-ochenteros.
Aunque no os gusten esos sonidos, dices. ¿Bromeas? Ya dije cuando hablé de mi copia del Highway song Live que no me atraía mucho el southern rock. De hecho me lo compré a modo de grandes éxitos para tener algo de la banda. Pero este álbum, quizás porque precisamente no suena a Blackfoot por ningún lado, me encanta. Es uno de los que si enuentro en alguna feria a buen precio y en buen estado, me haré con él. Hard melódico ochentero de calidad, no hay más que decir. En cuanto a la portada, a mi me gusta, qué quieres. No tengo remedio. Un abrazo.
ResponderEliminarA ti ya te tengo cazado el gusto y el olfato. A mí me parece muy rescatable. Y suelo pincharlo de vez en cuando. No se puede negar que los músicos, la producción y el acabado sonoro es excelente. Ya he expresado mi opinión sobre el workart; no vamos a discutir más por ello, ja, ja. Un abrazo.
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