Para el último post del año 2025 tenía preparado otro disco con más enjundia que este, pero la inmediatez y la casualidad han querido que el debut y única grabación de los británicos Chevy tenga este honor. Y me explico. El domingo, el anterior al que publico esto, visité El Rastro madrileño. Para quien no lo conozca, es un mercadillo al aire libre en el centro de Madrid que se lleva celebrando (casi) ininterrumpidamente desde el siglo XVIII. En los locales de las calles aledañas prosperan (o no) una serie de comercios dedicados a variopintas actividades; lugar de peregrinaje para quien busque comprar o vender antigüedades, una docena de tiendas de ropa (montaña, militar, gótica, de todo un poco) y varias tiendas de música.
A pesar de
rebuscar en tres de estas tiendas, mi hallazgo principal, este que comparto,
apareció en un puesto callejero, un caballero que lleva en el mismo sitio desde
que me acuerdo. Y encontrarme una mañana fría y lluviosa con un disco que creí que nunca se cruzaría en mi camino me llenó de alegría. No pienses que vas a
descubrir el Santo Grial cuando lo pinches, para nada. Fue una casualidad, como
cuando te encuentras a un amigo del instituto de forma inesperada y puedes tomarte una
cerveza o un café rápido para ponerte al día, llevarte un abrazo antiguo. Algo
así. Y al llegar a casa y cotillear en internet descubrí que esa misma semana había fallecido el cantante. Todo casualidades. ¿Entiendes por qué hoy tenía que estar este disco aquí?
The taker apareció en algún
momento de mi vida hace muchos años, en los incipientes inicios del streaming,
por un hallazgo casual también. Y le he dado muchas escuchas. Ese disco que
nunca falla, pero que no tiene nada especial a la vez. Como el bar de siempre.
La historia del grupo la podemos remontar hasta los primeros
setenta, cuando con poco éxito y el nombre de Cupid’s inspiration sobrevivieron
de single en single y de concierto en concierto. Al final de la década, tras
varios cambios, decidieron endurecer su propuesta, en consonancia con el
mercado. Martin Cure a la voz, Bob Poole al bajo, Paul Shanahan a la guitarra y
Andy Chaplin a la batería mutaron en Wheel Drive y unos meses después añadieron
a Steve Walvyn (necesitaban las dobles guitarras, por supuesto) y acabaron en
Chevy. Lo curioso es que para lograr este salto al rock duro desde una pequeña
ciudad de las Midlands británicas abrazaron una influencia southern y boogie
que destaca en sus composiciones, sobre todo en los ritmos y la forma de cantar
de Cure. La primera canción que compusieron, Skybird, parece de unos Lynyrd
Skynyrd metaleros; la siguiente, Chevy, apareció en el álbum Metal for Muthas
II (1980), recopilatorio que en su primera edición contó con Iron Maiden, Samson,
Praying Mantis o Angel Witch, base de la NWOBHM. Con esta nueva ola rompiendo
los límites de la música joven y ocupando cada vez más espacio comercial y
mediático, las compañías de discos compraron deprisa en busca del nuevo El
Dorado. A Chevy le ofreció contrato una compañía británica de nombre Avatar.
Con su nuevo contrato entraron a grabar en los estudios Pye con John Stronach
al mando de la producción (venía de grabar con REO Speedwagoon, Joe Walsh, John
Mayall o Captain Beyond, nada de ruido heavy). Lo sorprendente es que recogieron
las nueve canciones entre el 1 y el 2 de julio de 1980. Una detrás de otra. Más
mérito para músicos y productor, porque, pincha, pincha, suena rudo, pero
limpio, sucio cuando toca, dejando aire para los sonidos acústicos (pocos hay,
eso sí).
¿Preparado para este viaje de southern-metal-pop-NWOBHM?
The taker arranca con un riffazo a dos guitarras y un ritmo boogie tremendo. La voz de Cure no hace más que acentuar ese southern metal del que os hablaba. Genial canción, ruda, digna de sonar en cualquier concierto de la emergente NWOBHM. You got me running ahonda en esas dobles guitarras, con un bajo brutal. Cure enfoca la canción como si fuera la última que va a cantar en su vida, qué cojonazos. El tema funciona también por un buen cambio melódico en el puente y un estribillo dignísimo. El solo es lo más Skynyrd del álbum. Sigue ese rollo Skybird, que comienza como una balada heavy y se convierte en un rudo medio tiempo donde escucho a los primeros Saxon o Accept perfectamente. La emocionalidad y el fraseo que con tanta naturalidad le sale a Cure, aquí destaca sobremanera. Cierra la cara A Chevy, quizá el corte más genuinamente NWOBHM por su estructura, los cambios y la forma de hacer las armonías; esas dobles guitarras en el puente; el solo y los cambios suenan brutales, con un tufo a Thin Lizzy gozoso.
Too much loving se acerca un poco más a una composición AC/DC con cierto toque popero en el estribillo, lo que resulta chocante y agradable a la vez. Brutal el final con el coro y las guitarras dándolo todo. Una de mis favoritas suena a continuación, Turn on the light, de nuevo con el doble riff, un gran trabajo vocal y el estribillo machacón. Pero en esta me quedo con el groove de batería y bajo, no puedo parar de mover los pies. Shine on es un intento de balada setentera estupendamente arreglada, donde el buen gusto de las armonías y el buen hacer de Walwyn y Shanahan la llevan un escalón por encima de su manida propuesta. Se queda pegada. Cold & lonely acelera el pulso, menudo comienzo: solo guitarrero en toda la boca, con un rollo Molly Hatchet que rompe en un estribillo a pleno pulmón y acaba con otro solo brillante. La canción más larga y en la que más se lucen los guitarristas. El hard rock vuelve para cerrar el disco en Rock on. Disfruta de tres guitarras sonando en la parte central, una en cada altavoz y otra bien centrada justo antes de cambiar el ritmo y despacharse con unos minutos de proto-heavy auténtico, quizá los más metaleros del álbum.
El mismo mes de julio en que grabaron salió el primer
single, Too much loving, y realizaron una pequeña gira con Alvin Lee. Sin
embargo, el disco no vio la luz hasta diciembre, tras lo cual acompañaron a
Hawkind por su gira británica. Al inicio de 1981 editaron como sencillo The taker. Se
metieron de compañeros en otra gira, esta vez con Limelight. Pero no hubo
buenas ventas. Hicieron un intento de grabar otro disco, editando el single
Just another day, que acabó en el saco de los olvidos. Walwyn y Chaplin
abandonaron la nave y los demás no aguantaron más que otra gira veraniega antes
de cerrar definitivamente el chiringuito. Su último concierto fue con Gary
Moore en 1982.
Desde entonces, solo Walwyn ha tenido cierto reconocimiento
en el mundillo musical. Formó parte de diversas bandas, incluyendo la Steve
Marriot Band, hasta acabar en la enésima encarnación de Dr. Feelgood desde 1989
hasta el 2009. Poole se mudó a Alemania, donde ejerció como músico de sesión y
productor. Cure formó alguna banda, entre ellas The Rogues, con los que siguió dando guerra hasta su muerte; tenía una compañía de telecomunicaciones. Shanahan se
retiró del negocio musical y fue director de ventas de una compañía química
(Crown Chemicals). Chaplin dio guerra de banda en banda (compartió la Steve
Marriot Band con Walwyn); fue propietario de un vivero. Y curiosidad para cerrar este repaso. La compañía Avatar quebró pocos años después y se reconvirtió en una productora de cine pornográfico.
La joya que compré un día lluvioso en un puesto de El Rastro la editó en España la compañía Movieplay en 1981 y se imprimió en Moviegraf. Tiene su correspondiente traducción hispánica, como se aprecia en la fotografía superior. La portada la diseñó el equipo de Hipgnosis, supongo que buscando cierto impacto y queriendo dar un toque metalero con esa espada y el primer plano de ojos amenazantes. Resultona.
Hasta aquí mi pequeña historia de hoy. Disfrutad del último
fin de semana del año.



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