
Retomo mis colaboraciones en el blog tras una ausencia para compartir con vosotros unos vinilos con los que me hice en un ataque de nostalgia y dejándome engañar, ejem, por una tienda que ofrecía una 20% de descuento si me compraba varios discos. Y decidí llevarme tres o cuatro referencias que fueron muy importantes para mi al inicio de este siglo (que parece que fue ayer cuando empezó, pero ya va a cumplir un cuarto de su existencia). Son discos que escuché hasta la saciedad en aquellos años. Que recomendé a mis compañeros de trabajo, unos mayores que yo otros menores, y que alguno me ha confesado últimamente que también le marcó y sigue oyéndolos hoy en día, cuando ya ni trabajamos juntos.
Y voy a empezar por este trabajo que podría entrar en esa categoría de “supergrupo” al estar formado por artistas que ya triunfaron en otros proyectos: Audioslave fue una banda estadounidense formada en 2001 como resultado de la unión entre Chris Cornell (ex–Soundgarden) y los tres miembros instrumentales de Rage Against the Machine: Tom Morello, Tim Commerford y Brad Wilk. No tengo tan claro que sea el supergrupo del siglo XXI, como sí lo tengo con el del siglo pasado, los Traveling Wilburys que os comenté en este blog, pero debe estar cerca, seguro. Desde el primer momento que vi y oí su primer single, “Cochise”, tuve claro que tenía que hacerme con su disco. En aquel momento, en CD a pesar de que el formato mp3 y las descargas más o menos ilegales formaban el grueso de mis escuchas (audiogalaxy, napster, la mula…). Y quizás pensaba que iba a encontrarme una mezcla palpable del sonido de Soundgarden con el de los RATM. Y es posible que fuera así, sobre todo en las primeras escuchas. Pero luego llegué a la conclusión de que habían conseguido sonar a otra cosa distinta: la ecuación no era tan fácil como sumar los dos grupos, los dos sonidos. No, allí había más enjundia. Y de aquello sólo podía salir un álbum mayúsculo pues estoy convencido que esos años fueron los mejores a nivel vocal de Cornell, los más inspirados de Morello en su técnica de pedales y distorsiones en la guitarra y que Commerfold y Wilk podrían haber dejado el mundo del espectáculo y haberse dedicado a demoler edificios con el groove brutal y la mala leche con la que aporreaban sus instrumentos. Y claro, si juntas a una de las mejores secciones rítmicas del rock moderno, a un guitarrista disruptivo e irrepetible y a la mejor voz del grunge o rock alternativo, sólo puedes obtener unos de los mejores cócteles de la historia reciente de esa música que tanto amamos y que llamamos ROCK, sí sí, en mayúsculas.
No merece la pena hablar de la carrera previa de estos señores (podéis encontrar reseñas en este blog de Soundgarden y RATM esta última mía aquí) pues estamos hablando de dos bandas punteras. Así que nos centraremos en Audioslave, que surgió un poco por casualidad cuando los tres integrantes de RATM decidieron seguir creando música tras la salida de Zach de La Rocha del grupo. El famosísimo productor Rick Rubin les sugirió la posibilidad de trabajar con Chris Cornell. Además, Rubin también puso su grano de arena para que Audioslave no sonase a mezcolanza de sus grupos predecesores: estaba claro que podían sonar al llamado “nu metal” (qué horrible me parece el término así como los grupos que se han englobado ahí) pero consiguió que sonaran a una identidad propia: riffs pesados pero melódicos, líneas de bajo igual de pesadas y rítmicas, baterías contundentes pero también con influencias psicodélicas y una voz que pasaba del grito desgarrador a la delicadeza extrema en escasos segundos. Seguro que repetiré estos términos cuando hable de las canciones. Con estas mimbres, los cuatro integrantes y el productor se dieron cuenta rápidamente que podían construir una identidad completamente nueva. Durante las tres primeras semanas de ensayo conjunto, compusieron 12 temas. Según ellos mismos, fue uno de los procesos creativos más fluidos de sus carreras. Y como todo procede del mismo sitio, el resultado está más próximo al hardrock clásico, eso sí, tamizado con las influencias del nuevo siglo, que de los estilos previos de los integrantes. Bueno, quizás sea adelantarme, pero incluso mostraron evolución vertiginosa en sus tres únicos discos para diferenciarse aún más del pasado: en este debut suenan crudo, directo y explosivo. En su siguiente trabajo Out of exhile crecen en madurez, con más calidez emocional y claridad melódica, para terminar con Revelations explorando el funk, soul y groove.
Venga, vamos a pasar al disco en cuestión. Empezamos por los datos sacados de Wikipedia y luego intentaré hablar de las canciones. Audioslave marcó el nacimiento oficial de la banda y sigue siendo su trabajo más conocido y popular. Fue lanzado el 19 de noviembre de 2002. En la cabina del estudio, el dúo más dicharachero del rock moderno: producido por Rick Rubin (Public Enemy, Beastie Boys, RUN DMC, Aerosmith, Slayer, The Cult, Johnny Cash, Red Hot Chili Peppers, Mike Jagger, Tom Petty, AC/DC, Metallica, RATM, System of a Down…)y mezclado por Brendan O’Brien (AC/DC, My Chemical Romance, Pearl Jam, Stone Temple Pilots, Incubus, Neil Young, Aerosmith, Limp Bizkit, Red Hot Chili Peppers, KoЯn, Rage Against the Machine, The Black Crowes, Audioslave, Mastodon, Papa Roach, The Offspring, Phish, Soundgarden, Bruce Springsteen), el disco fue certificado triple platino en EE. UU. y tuvo un enorme impacto mundial. Como he escrito antes, la mayoría de las canciones surgieron rápidamente en las primeras sesiones, lo que se refleja en la energía cruda y orgánica del disco. Hay una combinación de canciones agresivas y otras profundamente emotivas, lo que lo convierte en un álbum muy equilibrado. En los créditos aseguran que todos los sonidos que vamos a escuchar se han hecho con guitarras, bajo, batería y voces. Me recuerda a los discos de Boston donde ponían en letra grande que no se habían usado sintetizadores u ordenadores para fabricar ningún sonido.
Abrimos el fuego, nunca mejor dicho, con “Cochise”. Ese riff inicial de la guitarra de Morello que siempre me hizo pensar en el sonido de un helicóptero me capturó desde la primera escucha, una entrada super explosiva con esa agresividad de Morello y de Wilk, que suena marcial aporreando los parches acompañando a ese helicóptero al que se suma el bajo de Commerfold y Cornell aullando hasta que casi al final del tema de baja el ritmo para, inmediatamente, romperse la garganta con un grito imposible para atacar de nuevo el final de la canción a toda mala hostia. Para mi es un subidón de energía. El segundo corte es “Show me how to life”, que te golpea en la cara con ese inicio poderoso y pesado. Quizás el tema más épico de todo el disco con Cornell buscando el sentido a la vida. En alguna entrevista dijo que se inspiró en el Frankestein de Shelley: “me diste las vida ahora enséñame a vivir” grita la criatura a su creador. Y el videoclip de rodaron es fantástico. “Gasoline” de nuevo con un inicio super pesado, más densa que las dos anteriores con un estribillo muy agresivo, casi abrasivo gracias a los aullidos de Cornell que da un aire hasta angustioso (¿está hablando de quemar todo con gasolina o a si mismo? ¿Problemas personales? ¿Anticipo de su final?). Se intuyen ritmos hipnóticos de fondo cuando lo escuchas con atención. Cerramos la primera cara con la canción más pesada y hardrockera hasta ahora “What you are” y que tiene el solo de guitarra clásico de Morello en el que parece que golpea los trastes, que luego ha usado en sus colaboraciones con Springsteen, por ejemplo y que parece un lamento. De nuevo termina la canción de forma explosiva. La cara 2 empieza con una de las guitarras más limpias del disco que junto a la batería de Wilk dan forma inicial a “Like a stone” posiblemente el tema más conocido del plástico por el gran público. Una balada melancólica para hablar de soledad, muerte y esperanza en la vida tras esa muerte. El solo de Morello es fantástico y una de sus más melódicas interpretaciones. En el video Cornell aparece increíblemente atractivo…no sé por qué he escrito eso. “Set it off” es inclasificable porque tiene dos inicios: uno con Morello haciendo ruidos con la guitarra y otro tras el grito de Cornell. Descarga de adrenalina tras la “balada” del disco. Y cerramos con la depresiva “Shadow on the sun”. Depresiva porque Cornell habla de sombras en el sol. Empieza suave, lenta y sombría para crecer en intensidad. La interpretación de Morello casi siempre escapa a mi compresión por las técnicas que utiliza: ¿cómo puede sonar así una guitarra?
Cambiamos de vinilo. Ah, que no he dicho que la edición es un doble vinilo. Quizás lo que menos me gusta de estas ediciones modernas. Y escuchamos unos acordes casi de órgano de iglesia (imposible según los créditos antes mencionados) para iniciar la maravillosa “I am the highway” donde los instrumentistas bajan decibelios, que no intensidad, para que sea protagonista el lirismo poético de Cornell: “yo no soy tus ruedas, soy la carretera, yo no soy tu alfombra voladora, soy el cielo, yo no soy tu viento, soy el relámpago, yo no soy tu luna, soy la noche”. La acústica inicial corre a cargo de Chris pero luego Morello hace uno de los solos más delicados del disco. Pelos como escarpias, oiga. “Exploder” nos devuelve a la energía pura del grupo, aunque no sea el tema más memorable del plástico. Pasamos a la curiosísima “Hypnotize”. Como dice el título, el ritmo es hipnótico. A mí me recuerda mucho al efecto que me causa otra melodía hipnótica como es el “Fool’s gold” de los Stone Roses. Quizás por ese Groove de bajo y batería repetitivo, de inspiración funk y psicodélica, consiguiendo envolverte. Sin embargo, la siguiente canción “Bring em back alive” nos devuelve al camino de hardrock, con riffs pesados, ascendentes, rocosos, solo marca de la casa de Morello con ese wah wah exagerado y casi electrónico enmarcado por el bajo de Commerfold para llevarnos a su intenso final. Damos el último paseo al tocata para darle la vuelta al plástico y encarar las tres últimas composiciones. “Light my way” suena luminosa, con Cornell suplicando por un guía le marque el camino y le ilumine. Bastante espiritual. Me mola la mala hostia del riff de bajo y de guitarra cuando llegamos al estribillo. Hay unos sonidos como electrónicos que no sé cómo hacen si tenemos en cuenta el comentario inicial de que no usan más que guitarra, bajo y batería. Y el puente es, sin lugar a dudas, lo más Soundgarden que se escucha en todo el LP: esa guitarra que recuerda al “Black hole sun”. Encaramos otro medio tiempo con “Getaway car”, relajada, arpegios limpios, ritmo lento para cantarnos la necesidad de escapar. Y todo lo bueno tiene su final. Y en este caso se llama “The last remaining light”, un corte atmosférico y oscuro. Oscuro y misterioso. Misterioso y melancólico. Aquí Morello tiene gran parte de la culpa con las texturas inquietantes que consigue con sus guitarras. Como en todas las letras de Cornell, es muy complicado saber a qué se refiere, pero el ambiente de la canción sugiere que deseaban terminar con un último descenso emocional y musical después de la intensidad de todo el disco. No es el tema más enérgico ni en el que se fijaría un rockero. No nos deja con energía rebosante ni con la adrenalina rebosando, más bien actúa como calmante. Pero es un temazo que hay que apreciar en su justa medida.
Lógicamente, nada de lo que he escrito aquí debéis tomarlo al pie de la letra porque tengo una debilidad significativa hacía este trabajo y lo encaro desde el lado emocional. No soy parcial ni quiero serlo. Para mi es un discazo y de los que más siguen sonando en mi reproductor, ya sea analógico o digital. El suicidio de Cornell nos privó de posteriores trabajos pues tras interpretar el grupo varias canciones en un concierto protesta, tras la toma de posesión de Trump en su primer mandato allá por enero de 2017, los artistas manifestaron su intención de volver a colaborar juntos, más o menos como había pasado con Soundgarden unos años antes. Cuatro meses después, Chris Cornell se ahorcó tras un concierto con Soundgarden en Detroit.
Subid el volumen a tope y pasad buen fin de semana.

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