Este verano he realizado un fantástico viaje a eso que llaman las repúblicas bálticas: Estonia, Letonia y Lituania (con una escapada a Helsinki). Las tres, como ya sabrás, fueron parte de la Unión Soviética. Hoy en día siguen contando con una considerable población que habla ruso y se siente rusa (no sé si soviética) a pesar de los más de treinta años de aquella ruptura. Supongo que, en el fondo, la nostalgia por los malos viejos buenos tiempos no entiende de culturas o latitudes.
Hago esta breve introducción por dos razones. La primera,
para compartir mi vinilofilia: un viaje a cualquier lado incluye buscar las
tiendas de vinilos accesibles en la ruta y visitarlas; no siempre con éxito,
pero, al menos, manchar mis dedos con las fundas de esos discos que viven tan
lejos de mi casa. De hecho, este viaje ha sido bastante infructuoso,
principalmente por los precios, pero también por la falta de oferta buena para
mis necesidades. La segunda, como justificación al post de hoy: veréis por las
imágenes que ni siquiera estaba el disco en buen estado (de ahí su bajísimo
precio), tampoco formaba parte de mi lista de deseables y tampoco me gustaba
especialmente, pero comprar el vinilo de una banda de los ochenta
afincada en Moscú que intentó ser adalid de la “nueva” CCCP en una tienda de
una antigua república soviética me dio morbo.
Y aquí estamos. Con un producto de mercadotecnia que tiene
dos protagonistas, uno a cada lado del famoso telón de acero: Doc McGhee y Stas
Namin. McGhee es de sobra conocido (mánager y conseguidor de Bon Jovi, Motley
Crue, Scorpions, Skid Row, por ejemplo); si no le conoces, ya otro día hablamos
de él. Hoy el protagonista es Stas. En la versión rusa del artículo de
Wikipedia sobre Gorky Park, se describe al combo como “una banda de rock
soviética, estadounidense y rusa, creada en 1987 por el músico, compositor y
productor Stas Namin, en su centro de producción SNC en Moscú”.
Nuestro amigo era ya un personaje de la cultura moscovita de los ochenta. Anastas Alekseevich Mikoyan, su nombre real, nació con privilegios: su abuelo tenía gran influencia en la política y su madre se dedicaba a dar clases y escribir sobre historia de la música, contando habitualmente en su entorno con músicos famosos de toda índole. Aunque mamá quiso que Stas fuera un músico de cámara, a él le picó el gusanillo del rock británico en los años sesenta y trató de ganarse la vida con ello, encabezando uno de los pocos grupos de rock en aquellos lares: Tsvetley (algo así como “The Flowers”). Su primer single despachó siete millones de copias. Cómo te quedas. Tras un segundo sencillo igual de popular, intentaron montar una gira, pero el Ministerio de Cultura de la URSS desbandó al grupo por “promover la ideología del movimiento hippie”. Así sonaban: https://youtu.be/pnbPUeRy6b0
El resto de la década lo dedicó a empaparse de música oriental y en las tradiciones de su país, en especial de las repúblicas caucásicas. A finales de los setenta y principios de los ochenta grabó varias canciones en ruso e inglés con nuevo éxito. Se vino arriba organizando el que se conoce como “primer festival de rock soviético” en Yerevan. Le costó el pasaporte, el permiso de trabajo y una visita a la corte penal. Aun así, coló una canción que viene a titularse “Os deseamos felicidad” por la que volvió a recibir unas cuantas collejas. Esta es la canción: https://youtu.be/dnwhWG1KhHY
Aunque se graduó en algo así como una Escuela Superior de
Cine, sus dotes no iban por ahí. Lo suyo era la música. Con aquello de la
Perestroika y las ganas de tocar los cojones que entonces (y ahora) tenían los
yanquis a los soviets, le organizan un viaje a Estados Unidos como si fuera una
estrella: le recibe Yoko Ono, se va a Japón con Peter Gabriel y durante una
larga gira alrededor del mundo es el adalid de la “libertad”. A Stas no se le puede negar el valor. Regresa
en 1987 a Moscú para abrir su propio centro, un teatro, una escuela, un punto
de creación que llama Stas Namin Centre en (ojo al dato) el Gorky Park de
Moscú. Ese aperturismo, que acabó en el cambio de década con la Unión Soviética, permite que músicos extranjeros vayan a visitarle; Zappa pasó allí una
temporada incluso, pero gente como Ringo Starr, Quincy Jones, David Gilmour y
una lista larguísima se hicieron la foto. Si hasta montó una gira por Alaska
con Eddie Money. ¿Mola o no el amigo Stas?
Esto nos lleva al grupo de hoy: Gorky Park. A Namin le
picaron las ganas de sacar tajada (en el buen y el mal sentido, supongo) y
montó una especie de supergrupo con músicos de su entorno. “Estaba haciendo un
proyecto específicamente para la exportación y entendí perfectamente que el
mercado americano y mundial necesitaba un grupo de habla inglesa tocando en el
estilo que estaba de moda en América en ese momento”. Cuatro de los cinco
músicos ya habían participado en otras aventuras con Namin: Big Sasha Minkov
(bajista), Alexey Belov (guitarrista), Jan Janenkov (guitarrista) y Sasha Lvov
(baterista). Reclutaron a un voceras con buen conocimiento del inglés (más o menos)
llamado Nikolai Noskov.
Grabaron varias canciones en ruso e inglés durante los
siguientes meses, hasta que lograron telonear a Scorpions en Leningrado. Ahí
contactaron Doc y Stas. La banda fue “abanderada” de la URSS para tocar en el
pelotazo cultural, económico y aperturista que quiso ser el Moscow Music Peace
Festival.
En agosto de 1989, coincidiendo con el evento, se lanzó el álbum debut homónimo de Gorky Park. Crearon una imagen “disneizada” de un grupo soviético (incluyendo una suerte de trajes de inspiración folclórica y una guitarra en forma de balalaika) y los convirtieron (intentaron) en las nuevas estrellas de la MTV. La verdad, debió dar morbo proponer una banda de comunistas en las pantallas yanquis, incluyendo en la portada el recuerdo a la hoz y el martillo. Se la jugaron a todo o nada. McGhee tiró de sus contactos: les consiguió un contrato con Polygram, a Jon Bon Jovi y Richie Sambora como padrinos (componen y aparecen en una canción), hasta al famosísimo Bruce Fairbairn como productor y grabaron un par de vídeos en Nueva York. Pronto adquirió algo de fama; el sencillo Bang entró en el Top 15 de la MTV estadounidense y permaneció allí durante dos meses, alcanzando el número 3. Try to find me alcanzó el puesto 81 en el Billboard Hot 100. Nada mal para unos tovarisch. También tuvieron cierto éxito en los países del norte de Europa, recibiendo un “premio Grammy escandinavo” en 1990.
Toda esta fama se subió a la cabeza y “despidieron” a Stas,
quien lo explica así: “Un par de personas del grupo mostraron una mentalidad de
pueblo pequeño soviético: uno de los niños persuadió a otro y comenzó una
revolución: "¿Por qué necesitamos todo esto? Ya somos famosos, nos
quedaremos en Estados Unidos", y corrieron lejos de mí”. Kolya y Noskov
volvieron a la patria rusa y los demás grabaron un segundo disco titulado
Moscow calling que apareció en 1992. Aunque se vendió como una segunda parte del debút, solo consiguió
cierto éxito en los países del norte de Europa. Aun así, con los beneficios se
mudaron a Los Angeles, montaron su propio estudio y se frotaron las manos.
Editaron dos redondos más: Stare, en 1996, y Protivofazza, en 1999. Cada vez
menos éxito, menos dinero. El grupo acabó desbandándose y los músicos
regresando a casa. Tras varias reuniones, idas y venidas, actualmente cuentan
entre sus miembros a dos estrellas del pasado: Marco Mendoza y Kenny Aronoff.
¿Y a qué suena este debut? Escúchalo, de verdad que merece
la pena. Al principio de este post digo que no me gustaba especialmente el
disco y, sin haber subido mucho en mi escala, debo confesar que tiene su punto.
Las canciones están pensadas para el mercado anglófilo, tiran de clichés, pero mantienen
ciertos giros distintos, en las melodías y en los arreglos, y la forma de
pronunciar de Noskov da cierto aire exótico. La grabación se realizó en tres
estudios distintos con tres productores.
La banda junto a Mitch Goldfard (poco después se encargó de Crimson Glory) grabaron cinco canciones, las más antiguas. Bang abre el disco con un falso directo, donde un “martillo golpea repetidamente un yunque” mientras se corea un “ooooh” de manual. No puede negarse que los temas están muy trabajados y meditados, a pesar, como en este caso, de su simpleza. El estribillo aparece en primer lugar y ocupa la mayor parte de los cuatro minutos del corte, con un fraseo vocal sencillo, un puente con fuertes armonías de guitarra y un continuo machaque del repiqueteo metálico del yunque. Final con el estadio coreando el estribillo, muy de vídeo MTV. Sorprende que aparezca tan pronto una balada, pero Try to find me, seguro, era el verdadero disparo al mercado anglosajón. Acústicas y balalaica acompañan una melodía repetida hasta la saciedad, encantadora, que muta en un solo de eléctrica preciosista y un final de mecheros al aire. Ambas canciones tienen su correspondiente video, claro, la balada una mezcla de la actuación en el famoso festival de Moscú. Vuelven al rollo roquero con Hit me with the news, machacona, rítmica, pero algo más floja que las anteriores, aunque, de nuevo, se curran los arreglos. A veces parecen del mismo LA. En Child of the wind, estiran hasta algo más de cinco minutos su propuesta, con una intro en ruso que da pie a otro patrón rítmico machacón, buen guitarreo, pero una estructura que ya se hace repetitiva. Aun así, se salva el tema en el puente y el estribillo (muy Desmond Child, ojo). Danger, que cierra el álbum, se sale un poco de este combo, apenas tres minutos de hard directo, con cierto tufillo Aerosmith, flojilla.
Y, finalmente, la pareja de moda Jovi/Sambora compuso y
produjo Peace in our time. Estoy convencido de que Richie metió las guitarras y
Noskov cantó encima de la grabación de Jon. Más Bon Jovi y revienta. Otra
canción de hermanamiento, juguetona, que cerró la cara A y contó con su
correspondiente vídeo.
La edición no tiene mucho de comunista; estadounidense. ¿Cómo llegó a una tienda de Lituania? Ni idea. El artwork lo firman Patri Drosins y Michael Bays. Proponen el nombre en los dos idiomas y un logo que remeda la hoz y el martillo, todo con predominio del color rojo. Atrevido y llamativo a la vez. En los agradecimientos dedican uno especial a Mikhail Gorbachev “for making it possible to bring our music to the world”. Una reliquia, vaya.
Dadle una oportunidad a estos muchachos. Y disfrutad del fin de semana, tovarisch.
Creo que todos los vinileros de por aquí incluimos en las rutas turísticas una visita a las tiendas de discos o mercadillos locales, en busca de joyas, ... aunque, tienes razón en que los precios actuales impiden volver cargados de buen material, bueno, eso, y las medidas de la maleta, ...je, je. Para ser una visita "infructuosa", te ha salido una entrada de lo más interesante. Solo por eso ya ha merecido la pena la compra de este disco. Interesante historia, y totalmente desconocida para mí. Escuchando los videos que has colgado, efectivamente, muchos clichés de la época, pero eso no tiene por qué ser malo. Daré una escucha al disco completo. Entrada muy currada. Historia interesante. Y de momento no suena mal. Saludos.
ResponderEliminarTampoco conocía yo la historia del colega Stas. Tiene otros detalles jugosos que, por espacio, no he podido comentar. Solo digo que su abuelo debía de ser muy poderoso para no haber acabado en Siberia o Afganistán. En cuanto a los clichés, no creo que sean malos cuando se usan con inteligencia o buen gusto; al fin y al cabo, actúan como ganchos. Gracias por los piropos. Un saludo.
EliminarYo tampoco compré nada en Helsinki el año que fui, pero como pasé unos días en Tallin, allí sí me llevé una edición soviética de un grandes éxitos de Rainbow de la que di cuenta en este blog. Una pena que la edición que encontrases de estos Gorky Park por Lituania fuese norteamericana, pero es que la banda atufaba a producto a kilómetros. El disco es escuchable, pero muy simple en todos los aspectos con varios temas de lo más prescindible. No recordaba que hubiesen sobrevivido más allá de este álbum, la verdad. Ahora, con la Federación Rusa introduciendo divisiones en el patio trasero de Europa no parece tan excepcional, pero a finales de los 80, meter un combo soviético en la MTV era lo más exótico que se podía imaginar. Y como dices, los GP tiraban de clichés y tienen un sonido que parece que sean de Los Angeles, demasiado prefabricado para meter con vaselina en el mercado norteamericano. No en vano, hasta el año siguiente no editó Namin en su país –lo conocía como figura rusa del mundillo, pero no había profundizado en su biografía– la correspondiente versión rusa, eso sí, de unos muchachos cantando en inglés unos temas de lo más empalagoso. Pero bueno, yo de Budapest me traje una reedición británica de un disco de Gary Moore así que lo importante es el souvenir, no su procedencia. No obstante, ¿hablamos de países del antiguo bloque soviético y bandas que quisieron triunfar en occidente? Aguántame el cubata y permanece atento a tu pantalla jejeje Un abrazo KING
ResponderEliminarPues quedo a la espera con ese cubata en la mano. Tal como dices, lo importante es saber que compraste el vinilo en cuestión (o la camiseta o lo que sea) en un lugar determinado, el souvenir de turno, que parece más útil que un dedal o una gorra, pero, en el fondo, es lo mismo. Y que no falten, ojo. Un abrazo.
EliminarA pesar de poder entrar en la categoría de basurilla hardrockera ochentera que tanto disfruto cuando traes por aquí, este disco me parece bastante prescindible. La canción de Bon Jovi(son ellos, no me jodas) está bien. Bang y Within se pueden librar, pero ya.
ResponderEliminarEso sí, fantástica la entrada y curiosa la historia que nos traes, no la conocía de nada y me lo he pasado bien imaginando las fiestas con coca y vodka que se tuvieron que correr los dos conseguidores estos jaja. Un abrazo.
Eso es, fiestas, dinero y vete tú a saber. El disco, como todos los que aquí estamos opinando coincidimos, ni fu ni fa. Entra bien sin más. Me apetecía compartir la historia del "conseguidor" moscovita. En cierto modo, el tipo intentó ganarse la vida haciendo rock y pop "a la inglesa" despachando algunas buenas canciones. El tufo a prefabricado de este disco es lo peor, en el fondo. Abrazo de vuelta.
EliminarLarga vida a la vinilofilia y las drogas de doce pulgadas que buscamos cada vez que visitamos un sitio. El día que no me haga ilusión bucear en una tienda, mercadillo o sucedáneo en busca de tesoros escondidos será mejor que deje de respirar en ese mismo momento.
ResponderEliminarEn cuanto al disco, creo que como habéis dicho unos cuantos coincido en que no es precisamente un Screaming For Vengeance, pero tiene sus momentos. Pensaba que me iba a gustar más Piece in our time por llevar la firma de Richie y Jon, aunque me ha dejado algo frío, pero otras como Within your eyes me han llegado más. Curiosísimo lo del agradecimiento a Gorbachov y los vídeos de estos tipos saliendo en la MTV. En fin, felicidades bien merecidas por el texto, que la verdad es lo que más he disfrutado de todo. Abrazo!
Gracias por la parte que me toca. El disco tiene una historia curiosa y gana por eso. Musicalmente es pasable sin más. Un abrazo.
Eliminar