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Dominoe – Keep in touch (RCA, 1988)

 

Algunas historias merecen ser contadas y esta que hoy voy a contaros de la banda germana Dominoe es una de ellas. Raro que conozcas o recuerdes a estos muchachos hoy en día, pero hace casi cuatro décadas tuvieron sus famosos segundos de fama, justo los que duraba un comercial para televisión en aquella época. Formados en la República Federal Alemana, alrededor de Múnich, editaron a finales de 1987 su primer sencillo de título Here I am. La cancioncilla fue elegida por la marca Renault para promocionar su nuevo Renault 5; ese tipo de melodías se colaban en todas las casas: franceses, suizos y alemanes escucharon la pegajosa canción mientras comían o cenaban. El single trepó hasta el cuarto puesto en las listas alemanas y suizas, donde se mantuvo varios meses. Actuaron en las televisiones, hicieron algunos bolos. Y todo con una sola canción en las tiendas. Aquí os dejo la versión larga del promocional, que no tiene desperdicio.

Cuando el álbum salió poco después, tuvo un subidón veloz y una veloz caída. Los dos sencillos que se editaron (Let’s talk about life en primavera y Family man a finales del verano) tampoco consiguieron mantener ese estatus de estrellas emergentes, dejando a nuestros protagonistas con un sabor agridulce. Sin embargo, les dio para montar una gira por la Europa central y nórdica compartiendo las buenas composiciones de su debut. Y los vídeos tienen un sabor a puro ochentismo germano, no dejéis de pincharlos y absorberlos con toda la atención posible. 

El grupo había cambiado de nombres y componentes a lo largo de la década con el guitarrista Robert Papst como eje conductor. En 1987 el cantante Jörg Sieber se sumó al grupo y, curiosamente, se convirtió en la pieza clave para montar el sonido y encontrar la chispa adecuada. La RCA local les firmó un contrato, entraron en el estudio y se pusieron rápidamente a grabar lo que sería este debut. Junto a Sieber y Papst, Angie Buchzyk (más tarde Angie Layne) como cantante y teclista, Rick Shulz a la batería, Fred Neudert al bajo y Johnny Rhode a los teclados. Las composiciones se las repartían Sieber, Papst y Rohde. 

Tras una breve intro llena de fanfarria (The Approach) arranca el álbum con Family man, tema de bonita melodía y marcado ritmo donde Jörg se entrega en serio. La mejor parte de la canción aparece en el estribillo sin duda alguna. Ojo al vídeo: Jörg hace de divo malencarado que cabrea a todo el equipo, hasta acabar felizmente sobre un escenario (esas ropas y esos peinados, en qué estaríamos pensando). Gettin’ hot tiene un poso más agresivo y grueso, con un perfecto puente estribillo también, un poco en la onda Duran Duran, aderezado por un breve solo de guitarra excelente para el tipo de canción y estilo en el que nos encontramos. Nunca debe faltar una balada moña, si puede ser en el tercer corte de la cara A. I don’t know cumple ese papel a la perfección. Un piano y un sinte van acompañando la línea vocal hasta el puente, donde se suma el coro y otro sinte imitando a unos violines, hasta el sencillo estribillo (que sea fácil de recordar, ojo). Después se suman el resto de instrumentos progresivamente, dando como resultado un agradable medio tiempo con un toque épico. Incluye el inevitable solo de saxo que tan de moda se puso por entonces. Y tras la balada, a bailar con The dice. No sé realmente porqué esta canción me gusta tanto. Con un ritmo simple y el riff de guitarra sencillo te llevan hasta un estribillo con el que saltar en medio del salón o en un bar con los colegas. De pronto me ha crecido el flequillo y estoy en una discoteca en alguna noche de desfase adolescente. Y otro buen solo de guitarra (demasiado breve). Cerramos con el mega single Here I am, pegajoso y roquerillo a partes iguales, en plan malotes de buen corazón que como un cuchillo de plastilina se mete en tus orejas. Aquí, en una actuación televisiva. 

Al pinchar la segunda cara nos encontramos la breve Let’s talk about life (no llega a los tres minutos) conducida por la guitarra de Papst y un poderoso sinte. El vídeo, por favor, el vídeo: esos efectos especiales curradísimos y modernísimos para el año en curso. Al final de este párrafo lo tienes. Seguimos con Miracle y su angelical introducción. En cierto modo, el punto fuerte de este álbum está, precisamente, en mantener un sonido coherente, la voz de Jörg y los arreglos detallistas. Y en este corte salvan una canción, por otro lado, simplona; eso sí, estribillo con la voz de Angie perfectamente empastada. El momento de arrimar cacho vuelve con Touch, quizá la americanada mejor conseguida del disco; casi puedes escuchar a Michael Bolton entonándola con su flequillo cortado y sus greñas limpísimas. Por mucho que lo intenten, en este caso no llega al aprobado. Sin embargo The friend sí funciona, con un sinte tufazo a eighties y un buen crescendo hasta otro estribillo melaza pura (ojo a esos coros). Esto te tiene que gustar si por entonces tenías recientes los pelos en las axilas. En No more lies, como previendo el final, aceleran la máquina de la discoteca para que puedas dar unos saltos, desmelenarte un poco y romper a sudar. Aunque no me gusta mucho la voz de Jörg aquí, reconozco que el puntito discoteque está bien conseguido, sobre todo al final, cuando la guitarra toma el protagonismo y extiende la canción hasta casi los cinco minutos. Y cierran con un pequeño instrumental de original título, The end (más fanfarrias).

La propia banda se encargó de producir esta bonita colección de canciones poco dañinas que entran bien y entretienen. Hay que reconocerles buen gusto para la composición y la producción, aunque ha envejecido un poco regulinchi. El one-hit-wonder les permitió coproducir su segundo disco (The key, 1990) con el afamado Harold Faltemeyer, creador de numerosas bandas sonoras y singles de éxito, entre ellas Axel F de Beverly Hills Cop y el tema principal de Top Gun (la original); con ambas ganó el Grammy. Lo curioso es que The key suena más roquero que este. Y aunque han tenido sus idas y venidas, la banda se fue desmembrando con Sieber como único miembro permanente.

La edición que comparto y poseo se imprimió en West Germany aquel año glorioso. Los dibujos los firma Georg “Schlumpf” Huber y las fotografías Thomas Klinger. Hay que reconocer que, vista en su globalidad, la portada resulta muy llamativa, sobre todo por la combinación de colores, pero puestos a analizarla, quizá decaiga en la valoración: una “nave espacial” con forma de reproductor o disco de almacenamiento, la distribución de las letras, las nubes casi infantiles. No en mi top. Aquí tenéis la contraportada: ojo a los pedazo de lookchenters.


Nada más por aquí. Disfrutad del fin de semana con buena música. Aunque sea moña y de origen alemán. 












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