Reparo hoy una injusticia: es irónico que mi música, escuchada, aplaudida y comprada por miles de personas aún no hubiera aparecido en este espacio. ¿Un error? ¿Un olvido? Si habéis traído tres discos de Los Rebeldes, hostia, y cuatro ¡cuatro! del traidor de Ramoncín. ¿Voy a ser yo, Mikel Erentxun, menos? ¡Ni una sola línea sobre mis discos en solitario o cualquier mierda de Duncan Dhu! Voy a rellenar ese hueco y engrandecer un poco más un blog al que todas las semanas vengo con admiración y, no os engaño, algo de escepticismo. A veces se lee cada cosa…
Lo que no voy a perdonaros es que ¡nadie me haya invitado! He tenido que recurrir a mis artes maléficos y tomar posesión del cuerpo del Rockólogo. Aquí le tengo, escribiendo este texto a mi dictado. Si le vierais, parece una auténtica marioneta; solo he aprobado el B2 de Posesión y todavía tengo que mover mi cuerpo para influir en los demás; yo tecleo al aire y el mamón en el teclado. Va rápido, eso sí. Cualquier año apruebo el C1.
He rebuscado entre los vinilos de aquí el escriba y no había nada mío. Así que le he metido “Canciones”. Mi favorito. Ya le preguntáis a él después por qué tiene un disco de Duncan Dhu, el muy heavy. Me parto la caja. Decía que es mi favorito por ser el primero que grabamos con conocimiento, preparados. Toda la inocencia y la ambición que tenía por entonces se escucha en cada surco. Diego (Vasallo), Juanra (Viles) y yo éramos uña y carne, unos chavales con veintipocos años preparados para comernos el mundo. Pasamos de tocar en plazas de pueblo, tabernas y txokos de conocidos a firmar un contrato con GASA y sentarnos en un estudio con Paco Trinidad. El tío venía de hacer famosos a Siniestro Total y Hombres G. Si podía con ellos, ¡lo íbamos a petar nosotros! Y así fue. Casi doscientos mil discos vendimos. Me harté a follar aquellos años. Y eso que aún estaba por llegar lo más gordo. Lo de vender, digo. Pero eso os lo cuento otro día. A ver si el Rockólogo compra “El grito del tiempo” o “Autobiografía”. Se lo voy a dejar en un archivo oculto del hipotálamo, para que le sorprenda la necesidad cualquier día en una tienda de discos. Que se joda, por no invitarme nunca.
Aún me emociona interpretar algunas coplas de aquí. No te engaño. Durante mucho tiempo les di la espalda. ¿Cuántas veces puedes cantar lo mismo? Y no se identifica uno a los cuarenta con las vivencias de los veinte ni tiene esas necesidades o intereses. Busqué crear una carrera en solitario más allá de la marca Duncan Dhu, pero, al final, acabé volviendo. Es lo que da dinero, no me puedo engañar, y con cuatro hijos se necesita mucho dinero. Sin más remedio llegó la reconciliación y no hay concierto en las que no suenen Cien gaviotas o Un jardín de rosas. Las dos pertenecen a Diego, la primera composición suya y la segunda una versión de Joe South. Qué mano tenía el tío con las melodías. Buena parte del mérito hay que dárselo a Mr. Trinidad, vaya detallazos y qué bien arregladas las dos. Pero mi favorita es la que cierra el disco, Esos ojos negros. Tan sencilla, tan bonita. Y todavía tengo el tono perfecto para sentarme un rato con la acústica y tocarla. Vale, también la compuso Diego. No enredes que te busco, me meto en tu cuerpo y te saco los ojos. Cuidadín conmigo. La que sí compuse fue No puedo evitar (pensar en ti); no está nada mal ese homenaje a Elvis. Esperando a que se esconda el sol y Cuando murió la luz tienen un ritmazo sesentero flipante. En fin, que escuchéis el jodido disco de una vez.
Yo os voy a dejar ya. Esto de la posesión todavía no lo controlo bien, se me olvidan las tildes y el cerebro de Rocko empieza a echar humo.
Ah, y no leáis esto sin dejar un comentario. Que el Erentxun es mucho tío todavía para tocarle las narices.
Voy a tumbar al Rockólogo un rato para que descanse. Qué cara va a poner cuando vea lo que ha publicado. Pobre. La que va a tener que aguantar con la gentuza de tuiter.
Un abrazo y buen fin de semana. Si subís a Donostia pasad a verme que os firmo el blog.
wow!!! cuatro del traidor de Ramoncín... échate una buena siesta tron jaja. Te voy a decir, que no me disgustaban los duncan dhu en sus inicios, ese rollito rocker y esa versión, pero no se lo digas a nadie, eran buenos tiempos para la lírica. Buen aporte Manu.
ResponderEliminarA mí, de corazón, ni fu ni fa. Había canciones que se hacían cansinas, pero gustaban a las chicas y servían para acercarse. Son cosas de la edad, ya sabes. Un abrazo
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