La consolidación del sonido en este nuevo y último álbum es tan rotunda que no parece que falte ni sobre elemento alguno en el mismo...
Por Jorge García.
Podríamos decir que "Atlas", el último disco publicado por del ya desaparecido cuarteto donostiarra Frank, fue el resultado de un 'proceso lógico' de maduración musical al que la banda llegó después de la publicación de "My Wild Kingdom" (2014) y "The Mud and the Shirt" (2016).
Aunque para ser sincero y atendiendo a la perspectiva que da el tiempo transcurrido, yo creo que la realidad va más allá: La sensación que hoy tengo es que en "Atlas" esa progresión se ha saltado algún paso de ese 'proceso lógico' al que hacía referencia. Es como si de golpe y porrazo entre la anterior intentona de 2016, y este a la postre último cancionero, no hubiesen transcurrido dos años sino algunos más.
La consolidación del sonido en este nuevo y último álbum es tan rotunda que no parece que falte ni sobre elemento alguno en el mismo. Tampoco es que el salto fuese tal que llegase a desbaratar la imagen que del grupo todos teníamos, ni mucho menos, se sigue reconociendo a Frank en cada una de las nuevas canciones, son ellos, no hay un cambio de registro ni de personalidad. Pero algo es diferente, una cualidad en el sonido, la melodía, la producción, los textos... en el conjunto en definitiva; como si hubiesen encontrado el Santo Grial de su sonido, cuya búsqueda iniciaron años atrás y que desgraciadamente no sabremos si llegó a su final aquí.
Afirmo esto, porque lo registrado en "Atlas" suena joven y lozano, al tiempo que elaborado y maduro, lo que hace que la fórmula no solo mantenga el tipo sino que se intuya con margen de atemporalidad de cara al futuro. Creo que así es precisamente como se está comportando el disco según avanzan los años.
Desde luego todo esto fue posible gracias a una serie de factores previos a la entrada en los estudios, es decir, gracias a una claridad de ideas a la hora de componer y escribir las canciones, clarividencia que continua en la programación de los pasos a seguir y por supuesto en el estudio, pues la producción, brillante, a cargo de Álvaro Turrión (quién se encarga también de las teclas) delata esa fe y confianza en lo que se pretendía, y que finalmente, y sin ningún tipo de duda, se consiguió.
En el momento de su publicación sentí que el disco sonaba más americano que sus precedentes y hoy lo mantengo, no creo que sea esto ni un elogio ni lo contrario, pero siento que aquella inicial sensación se consolida. La incursión de hammonds, pianos, vientos o violines, sin ser algo que defina el sonido, lo cierto es que lo enriquece, lo nutre de matices sin resultar cargante o excesivamente barroco (este adjetivo no es aplicable en modo alguno al sonido de Frank).
En este sentido y como impresión personal me llegan ciertos acentos al Neil Young de "On the Beach" o "Harvest Moon", y da la sensación de que el disco es un poco menos folk, y un poco más rock.
Tal vez las guitarras eléctricas de Iñigo Bailador, que crecen ante las acústicas de Sara Comerón, sean responsables de este efecto, además el tratamiento eléctrico en general se hace más contundente y sabroso. La base rítmica cuenta con un tándem que ya había demostrado su solvencia sobradamente a lo largo de la trayectoria del grupo: Christian Rodriguez (bajo) y Andoni Etxebeste (batería) son claves en el pulso de los temas.
Pero es la voz de Sara la que se sitúa en el epicentro de todo: Delicadeza, fraseo, timbre, emisión y un gusto exquisito, no creo que sin su concurso pudiéramos hablar de un estilo definitorio de Frank. Pero lo cierto es que es en la garganta de Sara Comerón donde anida esa sensación de exclusividad que deflagra la música de esta formación.
Y las canciones, claro, estas también crecen exponencialmente, resultando más sólidas sin perder frescura, es por ellas que el disco es aceptado desde la primera escucha. Un tracklist excelente y variado. Encontramos temas de fuerte pegada, como el single de lanzamiento "Total Blackout" de encendido pálpito e indómitas guitarras.
En esta tónica, con más rock que folk, se desarrolla también "The Necromancer", de excelente línea de bajo. También nos encontramos con temas que se deslizan de modo sutil hacia un impulsivo pop melódico sin perder el folk intrínseco: "You can, You say" o "Captain, Captain", más adherida al sonido "costa oeste", por culpa de unos ácidos teclados.
Susurrante, sugestiva y acústica "Mysteries of a Dream"; y mística, elegíaca y altiva, "Atlas". Nos retrotraen indefectiblemente a Frías, al Castillo y al Vals (a los que tuvimos la suerte de vivir aquellos días en julio de 2016) con la incisiva, personal y extraordinaria versión de "This Wheel's on Fire" de The Band, tras la cual nos mecen en las bonitas estrofas de "9 Acres", fronteriza y crepuscular.
Y en la recta final nos encontramos los momentos más especiales, cierran el álbum con un canto lírico, lento, acústico, que de repente se ve rasgado por la electricidad de la guitarra de Iñigo de forma rotunda pero al tiempo acariciadora, nos referimos a "Veils". Pero antes, dejan que se desprenda desde algún lugar del cosmos una copla de esas que no son fáciles de describir, porque atesoran magia, encanto, dulzura... mejor la escuchan ustedes y me dejo de cháchara, por cierto, se titula "Liquid and Stone".
No mucho tiempo después de la publicación de este disco el grupo decidió parar, la verdad es que muchos nos quedamos con la triste sensación de que a esta historia musical aún le quedaba algún capítulo interesante por escribir. No obstante y puestos en modo resignación, este postrero "Atlas" supone una brillante despedida y un colofón a la altura de la gran banda que fue, y como tal la recordaremos muchos, Frank.
La verdad es que el texto de la entrada me ha hecho venir ganas de tirarme de cabeza a escuchar el disco, aunque tus propuestas no se caractericen precisamente por emocionarme demasiado y me temía lo peor. Me tengo por alguien con gustos eclécticos aunque cumpliendo cierto parámetros. Así, los primeros temas me han parecido de escucha fácil pero bastante repetitivos en las melodías y la forma de cantar. Pero sorprendentemente eso ha cambiado para bien en Captain, captain que me ha parecido que tenía un registro diferente y me ha gustado bastante, igual que Mysteries of a dream y Atlas. A partir de ahí han dejado de llamarme la atención salvo por esos guitarrazos y estrofas finales de Veils cargados de sentimiento. En fin, entretenidos sin más pero con un buen regusto que para mi ya es mucho. Saludos y feliz fin de semana. KING
ResponderEliminarCiertamente no solemos coincidir demasiado, no obstante es de gran mérito que escuches todos los discos que aparecen aquí. Además debo admitir que con este grupo siento una debilidad especial por motivos nostálgicos y personales.
EliminarGracias y un saludo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSiempre que apareces por el blog sé que voy a descubrir nueva música y que, probablemente, me guste. A veces no me da para más de una escucha (nadie es perfecto) y en otras me quedo con el disco para escuchas posteriores. Y esta segunda opción va a ser esta vez. Me ha gustado el poso setentero que tienen las composiciones, muy de acuerdo con esas referencias a Neil. Por cierto, vista esa foto de tu estantería, cualquier día aparezco con unas cervezas para cotillear los anaqueles 😉. Un saludo.
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