Algunos discos reciben alabanzas unánimes por parte de la crítica más o menos especializada (¿verdad Axl?). Y si tuviera que buscar un ejemplo perfecto, sería este álbum:
"El oyente se da cuenta de forma lenta pero segura de que el álbum está completamente desprovisto de ganchos creativos, producción inteligente, voces interesantes o letras que no sean absolutamente anodinas. Una obra maestra minimalista. Le doy un 2 sobre 10". (albumoftheyear.org)
"Es uno de esos álbumes que las compañías discográficas sacan solo para ver si sus oyentes todavía tienen reflejos nauseosos funcionales. Sabía lo suficiente al mirar el logotipo deportivo en el frente como para NO gastar ni un dólar en averiguar por qué este álbum iba a apestar tanto. Sin embargo, si eres un fanático de la Bad Company original, es posible que hayas terminado en la tienda de discos en 1986 diciéndole al empleado que alguien puso el disco equivocado en esta funda. Simplemente tira esto a la basura y aléjate". (sputnikmusic.com)
La Historia dice que la primera alineación de Bad Company, la original, se había separado después del álbum Rough Diamonds (1982). Los músicos intentaron encontrar un proyecto estable del que vivir, pero los años ochenta fueron duros para los viejos roqueros. Sus aventuras en solitario se mostraron bastante poco exitosas y eso de tocar en salas pequeñas por poco dinero no les sentaba nada bien. En especial Mick Ralphs (guitarrista) y Simon Kirke (batería) no arrancaban ningún proyecto y la compañía de discos (Atlantic Records) les «sugirió» recuperar Bad Company. Era el año 1986 y el cantante original, Paul Rodgers, andaba montado en el grupo The Firm junto a Jimmy Page, Chris Slade y Tony Franklin, sin ganas de abandonar tan sabroso barco para retornar a «quién sabe qué» futuro-pasado. Sin embargo, Ralphs y Kirke decidieron aceptar la invitación.
Al mando pusieron a un divo de la época y persona de confianza de "la compañía": Mick Jones. Guitarrista y compositor de Foreigner, Jones fue el responsable de producir el primer disco de Van Halen con Sammy Hagar ese mismo año (5150) con enorme éxito. Debieron pensar "¿por qué no intentamos repetir la fórmula con estos vejestorios?". Eligieron al productor Keith Olsen para darle ese brillo de mitad de década al sonido del grupo (por entonces ya había trabajado con Santana, Foreigner, 38 Special o Heart y acabaría poco después a los mandos del 1987 de Whitesnake entre otros). Añadieron un teclista, Gregg Dechert (blasfemia), y se pusieron a buscar un cantante.
Jones recomendó a un joven Brian Howe. Cantante amateur, uno de tantos, tuvo su primera oportunidad profesional de la mano de la productora de Ted Nugent; cantó en el disco Penetrator (1984) y realizó la gira posterior. A partir de ahí, el ambicioso Brian quiso montárselo en solitario y llegó a colaborar con Mick Jones, pero la cosa no salió adelante. Mick le presentó a Kirke y Ralphs y el chaval se quedó el puesto.
Fame and fortune se editó en octubre de 1986, finalmente, con la producción de Keith Olsen y la colaboración de Mick Jones tras los mandos y en composiciones y arreglos. Con estos nombres está claro que la deriva sonora hacia los sonidos vendedores del AOR de los ochenta estaba servida, en un viraje que otras bandas ya habían hecho en eso que llamamos heavy poppy. Musicalmente, este álbum es el epítome del hard rock de mediados de los 80; no encontrarás un ejemplo más preciso que la música de este LP. La voz de Howe, los teclados y los arreglos hacen que suene a una mezcla de Foreigner y Survivor. Kirke, en una entrevista de 1986: "este disco es mejor que los dos últimos de Bad Company", dijo entonces. "Como los viejos Bad Company, creo que nos estábamos quedando sin ideas, sin energía y a punto de perdernos el uno al otro. Pero este álbum fue genial. Tuvimos un buen productor y un gran remix y todos somos muy satisfecho con eso". La hemeroteca, esa traidora.
Y este es el mejor resumen de la reencarnación de Bad Company a finales de los ochenta. Unos músicos buscando retornar a la fama y la fortuna. Desde luego, no podían haber puesto mejor título al disco.
En lo musical, es un disco fantástico de AOR ochentero, lleno de melodías pegajosas, teclados, arreglos de saxo, buenos estribillos y toda la flojera que el estilo tenía por entonces. Eso sí: nunca estará en mi top ten del género.
¿Tan malo es? Ni hablar. ¿Lo tienes que tener en tu colección? Si eres fan del estilo o de la banda, claro que sí. ¿Entonces lo escucho? Por favor. Lo de comprarlo ya es otro tema; de esta segunda encarnación de Bad Company, comienza con Holy water (1990) y sigue con Dangerous age (1988) para acabar aquí.
La edición que traigo es una copia alemana de la época, muy bien acabada, con ese estilo minimalista en la portada, reconocible, desde luego, y alejado de las portadas clásicas, a cargo de la compañía Icon.
Disfrutad del fin de semana, gentuza.
En la premisa creo que estaremos todos de acuerdo, esto no es Bad Company. Además, la voz de Brian es muy característica y continuamente me parece que esté escuchando outtakes del Penetrator tocadas por Foreigner (en algunos momentos, incluso parece que esté oyendo a Gramm en vez de a Howe). Sin embargo, con ese sonido ochentero y recordando tanto a Jones & Co. el disco no puede hacer otra cosa que encantarme. Total, un rato estupendo el que he pasado escuchándolo. Pero lo has clavado con lo de ¿Entonces lo escucho? Por favor. Lo de comprarlo ya es otro tema. O sea, que si un día me lo regala alguien, estupendo. Pero no será un vinilo que busque en las cubetas. Feliz fin de semana.
ResponderEliminarLo de las bandas que cambian "algo" y mantienen su nombre da para una larga conversación. ¿Seguían siendo Deep Purple sin Blackmore, Gillan y Glover y las canciones compuestas por Coverdale, Huges y Bolin? Podría poner de ejemplo las distintas vidas de Uria Heep o esos Maiden sin Dickinson ni Smith. En fin, que está claro que estos Bad Company se podían haber llamado de otro modo y no hubiera pasado nada en absoluto. Pero el nombre ya llena un pabellón. Y, ya sabes, la fama y la fortuna... Como cuento, no es un "must", pero a buen precio está bien por casa. Un abrazo.
EliminarLos setenta fueron la década de la banda. Les perdí la pista tras el Straight Shooter, el de los dados rojos en la portada, creo que fue el tercer trabajo, y excepto algún tema suelto, poco más de ellos. Como me fío de ti, este finde le pego una escucha. Un abrazo jefe.
ResponderEliminarNo vas a escuchar, en realidad, a Bad Company. Vas a escuchar otra cosa. Espero que te guste. Aunque el estilo resulta muy, muy blandito. Abrazo de vuelta.
EliminarPues si me lo ponen sin decir quiénes son, podría decir que se parecen a Foreigner, a Starship o rollo similar. Nunca diría Nada Company. Pero tampoco está tan mal, ha venido genial mientras limpiaba el horno. También ha influido que lo he escuchado después de la propuesta Black metal de nuestro nuevo bloguero y, claro...
ResponderEliminarMúsica para limpiar el horno, interesante etiqueta comercial. Esa no te va a fallar nunca. Es una escucha muy agradable, más aún después de la tralla metalera. Abrazos.
EliminarSi te digo la verdad, no tenía ni repalojera idea de esta segunda encarnación de Bad Company más allá de que volvieron en los 80 sin Paul Rodgers. Ahora tengo ganas de escucharlo!!
ResponderEliminarEspero que la escucha haya sido satisfactoria. Aunque, como cuento en el texto, este es, seguramente, el menos bueno de su retorno ochentero. Saludos.
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