Cuando por fin consiga ahorrar lo suficiente para comprarme la máquina del tiempo, tengo preparada una lista de sitios y momentos donde pasar, al menos, una semana de mi vida. Y el Swinging Sixties de Londres será uno de ellos: The Kinks, The Who, The Small Faces, Eric Clapton, Jimi Hendrix, The Rolling Stones, Pink Floyd y, claro, el boom sin igual de The Beatles, cotillear los primeros pasos de Deep Purple o las habilidades de un joven Jimmy Page tonteando con un tal Jeff Beck. Y no me perdería los primeros conciertos de estos tipos que hoy os traigo en el Club Marquee del Soho, efervescente ecosistema que rompió los estándares y las barreras entre el blues, el rock y la psicodelia para dar a luz ese hijo bastardo que fue el rock duro.
Como banda, Ten Years After nacieron hace casi sesenta años en torno a toda esta movida musical, hijos genuinos de la British Invasion. Oriundos de Nothingham (Manchester), Alvin Lee (guitarrista) conoció a Leo Lyons (bajista) en la adolescencia; formaron un primer grupo llamado The Jaycats que tocaba rocanrol y rockabilly. Llegaron a hacer una gira por Alemania incluso (cosas de la época, como The Beatles). A mitad de la década de los sesenta incluyeron a Ric Lee (batería) primero y a Chick Churchill (pianista) después y se fueron de peregrinación al Londres hedonista, al de las noches sin final y las oportunidades. El tipo que los descubrió, John Gee, gerente de aquel Club Marquee, decía de ellos: “En cuanto a su música, no hay ningún misterio. Es el tipo de música que sólo un espectador trasnochado no apreciaría. Es sencilla y convincente. Es directa y llena de coraje. Está firmemente arraigada en el blues con una fuerte base de jazz. Tiene todas esas cosas, pero es su amor genuino por la música lo que distingue a este grupo de otros grupos similares”. Este caballero escuchó a la banda versioneando una canción de Woody Herman titulada Woodchoppers ball y no dudó en contratarlos para su club.
Y define muy bien a lo que sonaban estos cuatro jóvenes: lo mejor de la blues explosion sesentera aderezada con el talento de un virtuoso guitarrista que, prácticamente, se había fabricado él mismo su instrumento: la Big Red, una Gibson ES-335 de cuerpo semihueco, modelo de 1958, habitual en gente como Chuck Berry o Scotty Moore, enchufada a un amplificador Marshall, a la que Lee añadió las pastillas de una Fender Stratocaster y eliminó el vibrato. Fue fiel a ella hasta 1994. Además, Alvin destacó de sus coetáneos por la feroz y rápida digitación y los largos solos, improvisados muchas veces en largas versiones durante los conciertos. Aunque en este debut aún está por desarrollar y pulir este estilo, podemos encontrar sucios punteos, rápidas (para la época) carreras por el mástil y una inspiración casi prog en algunos pasajes.
Debutaron con este disco en 1967 y terminaron su primera y clásica etapa con Positive vibrations siete años después. Desde aquellos primeros escarceos, incluyendo su salto a la fama transatlántica en el Festival de Woodstock, se convirtieron en un icono del ruido, el sudor y el rock de la época, y sus álbumes de estudio entraron en el top 40 de las listas británicas y estadounidenses.
Arranquemos con el vinilo de hoy, que, al fin y al cabo, es a lo que venimos. La banda dedicó unos pocos días de septiembre de 1967 a recoger una canción tras otra en el Estudio 2 de Decca bajo la producción de Mike Vernon y Gus Dudgeon. El señor Vernon ya había trabajado con John Mayall y sus Bluesbreakers, David Bowie o Savoy Brown, y lo haría con Chicken Shack, Fleetwood Mac, Eric Clapton o Robben Ford, entre otros; el señor Dudgeon acompañaría a Elton John hasta el estrellado tras la mesa de sonido y se encargaría de discos de Al Stewart, Michael Chapman o David Bowie.
Esta pareja dotó de una magnífica calidad sonora a la obra de hoy, que arranca con un fabuloso Lee golpeando las cuerdas de la guitarra y luego punteándolas mientras canta con mucho estilo I want to know, acompañado de un estupendo piano. Brevísima, unos meses antes la había grabado Eric Clapton. Sigue I can’t keep from crying, sometimes; tiene un rollo jazzero en la batería y un suave riff repetitivo. Original de Al Kooper y sus The Blues Project. Pasada final con Lee y Chick compartiendo solo. Adventures of a young organ, primera composición propia que escuchamos, divertida, vuelca el protagonismo en Chick y en las armonías de su teclado con la guitarra de Lee. El punto más psicodélico de este barco, emparentado con The Doors en algún momento. Hacer “otra” lectura de Spoonful resulta complejo, pero en esta ocasión es llevada un paso más allá, con Alvin desatado, un toque casi metalero y una coda final tremenda, tocando Chick el solo central. Antes que ellos, la habían grabado Cream (se convertiría en una habitual de los conciertos de Clapton) o Paul Butterfield. Losing the dogs trae un rollo fiestero y desenfadado, un ritmo de guitarra embriagador intercalado con algunos toques de piano boogie y Lee añade un rasgueo eléctrico en la parte central. Dudgeon ayudó a escribir la letra. Improvisación máxima.
En la cara B se recogen tres composiciones seguidas de Lee. Feel it for me, en apenas dos minutos y medio, viaja al mundo oscuro de Hollin’ Wolf con un toque roquero rompedor. Love until I die, en cambio, suena más British, primero con voz y guitarra, se incorpora en la segunda estrofa el piano y poco después el resto de los instrumentos. Suena un solo de harmónica a cargo Alvin y un breve desparrame final; esto debía de acabar en una jam de manual. Se calman en Don´t want you, woman, deliciosa pieza acústica, rítmica y sencilla. Cierran con Help me, otro clásico blusero, esta vez de Sonny Boy Williamson, grabado, según cuentan, en una sola toma a altas horas de la madrugada. Casi diez minutos de blues progresivo, improvisación y locura. Quizá el corte en el que mejor se advierte de lo venidero, de por dónde iba a evolucionar este cuarteto y el que aguantó más tiempo en sus directos.
Un par de curiosidades. Aunque el disco salió formalmente el 27 de octubre de aquel año, la compañía decidió imprimir tan solo mil copias que distribuyó por el área de Manchester, origen de la banda. Leo Lyons ganó fama como productor (y mánager) al acabar el periplo con la banda; propietario de dos estudios de grabación, entre sus pupilos aparecen gente como UFO, Motörhead, Magnum o Waysted.
Lo mejor de este debut radica en la urgencia y la juventud rabiosa que la improvisación le da, junto con el extraordinario sonido; lo peor, la falta de originalidad y la inexperiencia compositiva que en algunas canciones escuchamos. Desde luego no puede catalogarse como su mejor obra, pero sí como un debut muy digno, a la altura (casi) de lo que iba a venir. Tras otros dos largos (Undead, 1968, y Stonedhenge, 1969), consiguieron dar en la tecla con Ssssh (1969) y Cricklewood green (1970), escuchas más que recomendables a las que añado A space in time (1971) y Rock & roll music to the world (1972). Espero traerlos por aquí pronto también.
La portada… Bueno, la portada no representa para nada el contenido y tampoco tengo claro que sea atrayente o bonita. Igual moderna, en su momento. Poco más puedo añadir. Por cierto, mi edición se prensó en 2015.
Disfrutad del primer fin de semana del año, gente.
El blues setentero puro no es mi género preferido –ya sabes que cuando Gary Moore se puso a emular a sus héroes del estilo le giré la cara–, aunque el rollo psicodélico y el proto metal siempre me han llamado la atención por lo que no puedo negar que temas como I can’t keep from crying, sometimes o Spoonful me han hecho cierto tilín. Otros, por contra, como Adventures of a young organ –demasiado jazzy para mi gusto–, me han aburrido. En conjunto, sin embargo, una entrada y un disco interesantes aunque la propuesta se me haga un poco bola musicalmente. Además estamos hablando de una obra de 1967 y eso ya lo vale (casi) todo. Sé de lo que hablo. KING
ResponderEliminarSi lo has escuchado con gusto y sacado tajado, bien empleado mi tiempo. Buena cosecha la del 67 😝
EliminarRecuerdo haber escuchado A Space In Time y disfrutar de él pero no lo suficiente, porq no volví a él nunca más. Este debut no lo conozco, la portada me parece fea. El periodo británico del 67 al 70 me parece muy interesante, hay discos cojonudos de esa época, Saludos (riff raff)
ResponderEliminarNo es tu estilo. Este tiene un punto hard roquero en las guitarras (ahí al fondo) en algunas canciones. Ya digi que no es su mejor obra. Quizá Ssssh! te cuadre más. Dale un tiento. Un saludo.
EliminarDiscazo y bandaza. Alvin Lee es un guitarrista excepcional, uno de los mejores de aquella generación del blues británico. Desde que escuché aquella actuación de Woodstock, me enamoré de esta banda. Esa lista de discos que has citado es de alto nivel, sobre todo el "Ssssh", pero me gustan todos. Y este primero es de mis favoritos del grupo. De hecho, lo tengo en mi punto de mira para mi colección. Me parece un discazo. Gran entrada para empezar el año. Saludos.
ResponderEliminarBuah vaya grupazo. Soy de los que los conocí por Woodstock y me encantan, aunque de momento solo tengo el Sssh en la estantería, algo he estado haciendo mal😅. En fin, gloriosa entrada, te voy a copiar la idea de la máquina del tiempo, y muy bien mencionando en primer lugar a mis Kinks ahí. Abrazos!
ResponderEliminarPues teniendo en cuenta que no es mi estilo ha habido ratos que lo he disfrutado. También ha habido momentos que me he aburrido, para que vamos a mentir XD.
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