La década de los ochenta atopelló a Jethro Tull y dejó muchos cadáveres sonoros en su camino. Desde que decidiera abandonar el folk-rock que tan feliz le hizo en los setenta, reformar la banda e introducirse en la modernidad de la nueva década, la irregularidad se apoderó de sus grabaciones en solitario y bajo el nombre de "los Tull". Sin embargo, de aquellos extraños trabajos rescatamos hoy el que puede que sea su último gran disco para ponerlo en valor. El propio Anderson aún hoy está satisfecho con él y un músico tan poco sospechoso de tener mal gusto como Steve Hackett (Genesis) adora The broadsword and the beast.
Decimocuarto trabajo de estudio, cuenta con Ian Anderson en la voz principal, las guitarras acústicas y la flauta, el imprescindible y poco valorado Martin Barre a las guitarras, el bajista David Pegg (Fairport Convention) y los nuevos Peter-John Vettese al piano y los sintetizadores y Gerry Conway (Cat Stevens) a la batería. Las composiciones corren todas a cargo de Anderson, cuya creatividad explotó aquellos meses; quizá no haber editado un álbum el año anterior (como era costumbre) propició que grabaran dieciocho canciones en aquellas sesiones, de las que diez formaron parte de la edición original y las ocho restantes completaron la reedición del 2005. Sin embargo, hubieran podido editar un magnífico doble disco, pues los descartes no desmerecen, la mayoría, en calidad a los escogidos para la publicación de 1982.
Anderson vivía por entonces en la isla escocesa de Skye (donde tenía una piscifactoría); a aquellas tierras llegaron los vikingos en numerosas ocasiones y las historias que allí narraban, así como lugares históricos (el fuerte de Dun Rigill), le inspiraron buena parte de estas historias. Anderson habla de sus inquietudes sociales y personales con esa clave épica reflejada en buena parte de las canciones, con el trasfondo de la decadencia del mundo occidental que él veía a su alrededor y cierto toque ecologista. El álbum se dividió en dos partes: la primera "Beastie" más personal, alrededor de los demonios internos y cómo lidiamos con la soledad y el miedo, por ejemplo; la segunda, "Broadsword", más enganchada a esa epicidad vikinga.
Para la producción contaron con Paul Samwell-Smith (ex-Yarbirds, productor de Cat Stevens), quien dotó de cierta simplicidad a la mezcla, pero, a la vez, creó un sonido que no ha envejecido mal, como otros discos de la época. La presencia de los sintetizadores y las programaciones en la mayoría de los casos están bien encajada y solo toman protagonismo en momentos puntuales; la batería suena contundente, el bajo suena dinámico y las guitarras destacan sobremanera en muchas partes. Así, la mezcla del sonido folk-rock de antaño y los elementos tecnológicos más "modernos" encajan a la perfección, en especial cómo empastan los sintetizadores con las acústicas y la flauta o el modo en que la presencia de la guitarra eléctrica deslumbra. Las canciones contiene melodías muy pegadizas y bien elaboradas, algo alejadas del prog y más cercanas al pop-rock en ocasiones, sencillas, accesibles, pero no por ello carentes de buenos arreglos y cambios de ritmo y tono. Anderson, además, está a un gran nivel como cantante, sonando muy versátil.
La primera parte del disco, coincidente con la cara A, se titula como el primer corte Beastie. Tiene una entrada magnífica, con la voz sobre el sintetizador, una guitarra con buena presencia en el estribillo y un buen solo y unos coros poderosos. Dentro del Universo Anderson, casi suena a heavy metal de principios de los ochenta. La letra habla de esa bestia interna que nos acecha, que no podemos ocultar: "you can pop those pills and visit some psychiatrist who'll say/there is nothing I can do for you, wverywhere's a danger zone/I'd love to help get rid of it but i've got one of my own". En Clasp se mezcla lo clásico y lo moderno de la banda; suena una excelente flauta sobre una base de sintetizadores, la voz está muy trabajada en el estudio con efectos electrónicos en una melodía que podría haber salido de Aqualung; en la primera escucha, extraña, pero se ha convertido en uno de mis momentos favoritos: "lets break the journey now on some lovely road". La estructura de cuatro estrofas acabadas con una frase similar dota de un dinamismo curioso a la canción. Comienza, en cambio, Fallen on hard times con las acústicas y la flauta como protagonistas, con un rollo más roquero y un ritmo pegadizo, con buena pegada de la batería. El protagonista de la canción clama desesperado porque vive tiempos difíciles "fallen on hard times/and there's nowhere to hide" pero no pierde la esperanza "somebody wake me/I've been sleeping too long", un mensaje de Anderson, quien hace una de sus mejores interpretaciones, a una sociedad en decadencia, inmovilista. El piano de Flying colours y la melódica línea vocal abren un corte que se retuerce en una rítmica composición basada en la guitarra de Barre que viene y va en armonía con Anderson. Los arreglos de teclados en el puente y el estribillo le da un aroma a rock-pop muy de época, otro de los momentos cumbre del álbum. La cara de "la bestia" se cierra con Slow Marching Band, lo más folky hasta ahora, una canción de despedida en los malos tiempos "take a hand and take a bow/you played for me; that's all for now/(...)/dream of me as the nights draw cold".
La cara B, comienza con el tema que le da título, de nuevo, Broadsword, quizá el mejor del disco y de lo mejorcito de Jethro Tull después de sus años de gloria. Tiene un rollo oscuro, acechante, con un crescendo hasta el solo tremendo de guitarra, donde la tensión y los arreglos se intercalan alrededor de la historia. El protagonista ve los oscuros barcos en el horizonte, esa amenaza que Anderson atisbaba venirse en la sociedad de la época. Pide su espada para combatir: "bring me my broadsword and clear understanding/bring me my cross of gold as a talisman". El folk vuelve en Pussy willow, una de las fundamentales del disco, con un ritmo marcado, buen arreglo vocal y un agradable guitarreo jugando con la tensión lento-rápido; fundamental la pegada de batería en la fluidez del tema. En Watching me, watching you parece que hubieran tomado un clásico de los setenta y se lo hubieran regalado a una banda de ciborgs, con protagonismo del sintetizador; casi parece grabada por Mike Oldfield. Sin embargo, la flauta se mezcla bien con ese fondo cibernético, que se mueve como un tren nocturno. Ese espíritu moderno se mantiene en Seal driver, con un sintetizador protagonista en la introducción y las estrofas, pero con mayor presencia de la guitarra y una gran línea de bajo también; canción equilibrada, compuesta con la maestría de un experto artesano de canciones y arreglada con inteligencia; otro buenísimo solo de Barre, melódico e intenso. El cierre con Cheerio, una despedida sencilla y emotiva donde los teclados suenan casi como gaitas: "I'll pour a cup to you my darling/raise it up, say cheerio".
La parte gráfica merece un comentario aparte. Excelente en su diseño y en su concepto. El artista Iain McCaig escogió trasladar el mensaje de la canción Broadsword y su épica (casi) vikinga. De ahí la portada con la espada y Anderson en plan desafiante y socarrón y la contraportada con el barco rugiendo en las olas nocturnas. El detalle de usar las velas para los créditos y el marco figurando un cuadro del que se escapan las imágenes protagonistas tiene una fuerza increíble. En el marco se observan las cabezas de los músicos y las primeras líneas de la canción Broadsword trasladadas a un alfabeto de runas. McCaig trabajó para Lucasfilm y le debemos diseños míticos en el mundo de Star Wars, como los personajes de Darth Maul o Padmé Amidala. Cuidado hasta el exceso, con esa caligrafía elaborada en el interior y la "galleta" del vinilo.
La edición que os traigo está editada en Madrid en el año 1982. Bien conservada, aún suena a todo volumen muy bien. Ah, y con la traducción correspondiente. En esta ocasión no se comieron la cabeza y pusieron el título en español, entre paréntesis, en pequeño, en la portada y la contraportada, así como en el lomo. Siempre me resultó curiosa esa costumbre. En mi opinión le da cierto valor al disco, colocándolo en el mapa del tiempo y del espacio.
Y una reflexión final. En la esquina inferior izquierda de la contraportada se advierte un aviso: "home taping is killing music and it is illegal". Vaya, grabar cintas en casa está matando la música. Hace treinta y nueve años de esto. La piratería de estar por casa no mató, mata ni matará a "la música". La música la matáis los avariciosos propietarios de las compañías que necesitáis un yate nuevo cada año.
Pasad un excelente fin de semana, bardos del vinilo.
Pues ahora mismo no recuerdo si lo había escuchado con anterioridad o no, pero me ha gustado bastante. Las partes más pure folk me resultan menos atractivas, pero ese batiburrillo de sintetizadores, hard rock y ramalazos folk no me resulta nada desagradable. De hecho, ya hablé aquí de su predecesor (A, 1980) que también me parece muy salvable en general. Feliz finde.
ResponderEliminarSupongo que ocurre con cualquier banda de largo recorrido, que va cambiando con los años, bien por modas o por evolución de los músicos. Y los que no somos fanes de esas bandas igual pecamos de pecadores y disfrutamos más con discos menores que con los mayores. En mi caso, los más folquis de Jethro me cuestan, mientras que con los más roqueros disfruto. Este tiene ese puntito rock, con los sintes ochenteros y las composiciones folk muy bien equilibrado. Y la portada la tenía en mi cabeza desde hace muchos años. Tenía que tenerlo. Un abrazo.
EliminarNo soy apenas fan de estos tipos, no tengo ningún disco suyo, pero esto que estoy escuchando me está molando. Igual no para pillarlo ahora mismo, pero tiene un rollazo. No tenía ni putísima idea de la existencia de este LP y mira, un descubrimiento más gracias a este sitio.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de la advertencia de las cintas caseras, en fin, creo que lo has resumido a la perfección. Vaya industria la de la música... en fin, abrazo y buen finde!
Culpar al cliente de la falta de beneficios ha sido la estrategia constante de la industria del entretenimiento, no solo en la música, achacando a la piratería, la copia, las descargas, lo que toque, la falta de inversión. Algo habrá, que no lo niego, pero la avaricia y la necesidad de controlar los gustos del público y manipularlos para estrujar nuestros bolsillos creo que tiene más influencia. Llámame loco. Me alegra haberte mostrado un disco nuevo para incluirlo en tu catálogo sonoro. Jethro tienen una productiva y variopinta colección de discos. Un abrazo.
EliminarNunca he sido muy de Jethro. Quizás porque penalizaba el sonido folky quiere me llegaba a hastiar. Por eso casi me gusta más su época ochentera aunque me había quedado en recopilaciones y no había escuchado ninguno entero como este vinilo. No entrará nunca entre mis preferencias pero se deja meter mano y se disfruta. Me alegro de haberlo escuchado, sí.
ResponderEliminarSe deja meter mano, sí, y a poco que le dejes te mete mano a ti y se queda contigo, ja, ja. La época más folky también me cuesta, o las canciones más campestres, por decirlo de algún modo. El los ochenta dieron muchos bandazos pero este disco es muy recomendable. Y esa portada, por favor. Aquí está donde tiene que estar, vaya.
EliminarMe gustan mucho y he disfrutado de la escucha. El disco es muy chulo, me refiero al diseño de portada, contraportada e interiores y se agradece, no hay nada más descorazonador que abrir un disco y encontrarte con ese simplismo –o descuido– ya que pagas por él un poquito de cariño en la edición se agradece, y mucho. Y esa advertencia… no veían lo que estaba por llegar en ese momento xD. Y no, la música no morirá nunca.
ResponderEliminarLas ediciones cuidadas se pagan con ganas. Incluso las modernas, que a veces por "abaratar" un par de euros no te ponen insert y una funda de mierda. Los discos de los ochenta en España eran de risa muchas veces. Así que encontrar una edición como esta, cuidada y con ese detalle de arte es un subidón. La música no morirá nunca, pero si fuera por como la tratan las compañías del gremio...
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